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Los yihadistas decapitan a niños de hasta 11 años en el norte de Mozambique, según una ONG

Save the Children denuncia el brutal asesinato de menores en un conflicto que dura ya cuatro años y ha provocado 2.600 muertos

Una familia, junto a su cabaña en un campo de acogida en Cabo Delgado, norte de Mozambique.
Una familia, junto a su cabaña en un campo de acogida en Cabo Delgado, norte de Mozambique.Rui Mutemba/Save the Children (Reuters)
José Naranjo

Niños de tan solo 11 años están siendo decapitados en la provincia de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, según ha denunciado este martes la ONG Save the Children en un comunicado en el que incluye varias entrevistas a desplazados de un conflicto que estalló hace cuatro años. Los autores de estas decapitaciones son miembros del grupo terrorista local Al Shabab, también llamado Estado Islámico de África Central (ISCA, en sus siglas en inglés), una secta yihadista radical cuya insurgencia ha provocado al menos 2.600 muertos, según la ONG Acled, y la huida de sus hogares de unas 670.000 personas, según cifras de Naciones Unidas.

“Aquella noche nuestro pueblo fue atacado y le prendieron fuego a las viviendas”, relata Elsa, de 28 años, en el citado comunicado. “Cuando todo empezó yo estaba en mi casa con mis cuatro hijos. Intentamos escapar al bosque, pero se llevaron al mayor y lo decapitaron. No pudimos hacer nada porque nos hubieran matado también a nosotros”, aseguró. Por su parte, Amelia, de 29 años, reveló: “Después de que mataran a mi hijo de 11 años comprendimos que ya no era seguro permanecer en el pueblo. Huimos a casa de mi padre en otra aldea, pero después de unos días comenzaron los ataques allí también. Mi padre, los niños y yo pasamos cinco días comiendo plátanos verdes hasta que conseguimos un medio de transporte”. Ambos nombres han sido cambiados por seguridad.

El director de Save the Children en Mozambique, Chance Briggs, mostró su tristeza e indignación: “Los informes de ataques a niños nos enferman hasta la médula. Nuestro personal ha llorado al escuchar las historias de sufrimiento contadas por madres en los campos de acogida. Esta violencia debe detenerse y las familias desplazadas deben recibir apoyo para orientarse y recuperarse del trauma”, aseguró. Según Briggs, un millón de personas, entre desplazados y comunidades de acogida, se enfrentan al hambre en este momento en Mozambique.

No es la primera vez que se tiene conocimiento de decapitaciones en Cabo Delgado. En noviembre de 2020, el comandante general de la policía mozambiqueña, Bernardino Rafael, informó de que miembros de Al Shabab habían cortado la cabeza a al menos 20 jóvenes tras los ataques a las localidades de Muidume y Macomia. Como aseguró entonces el experto Salvador Forquilha, director del Instituto de Estudios Sociales y Económicos (IESE) de Maputo: “Las decapitaciones forman parte de una estrategia para sembrar el terror, para extender el sentimiento de que el Gobierno ha abandonado a la población”.

El conflicto de Cabo Delgado comenzó en 2017, cuando una secta radical denominada Al Shabab, el mismo nombre que el grupo terrorista somalí, empezó a atacar pueblos en esta provincia de mayoría musulmana situada cerca de la frontera con Tanzania y donde la empresa francesa Total está poniendo en marcha uno de los proyectos de extracción de gas natural más importantes de toda África. Aunque en los últimos meses dichos ataques se han reducido a consecuencia de la respuesta militar, la amenaza persiste. Amnistía Internacional ha acusado al Ejército mozambiqueño de “crímenes de guerra” por haber asesinado a población civil en su lucha contra los yihadistas.

La crisis de la provincia de Cabo Delgado se incrementó con especial intensidad en 2020 con una escalada de ataques yihadistas a diferentes pueblos, disparando la cifra de desplazados, a lo que se sumó el paso del ciclón Kenneth en 2019 y grandes inundaciones el año pasado. Quienes más sufren las consecuencias de todo ello son los menores. “Todos los niños tienen derecho a la vida y la seguridad y deben ser protegidos en todas las circunstancias, incluidas la guerra y los conflictos armados. El sufrimiento de aquellos que pudieron haber presenciado el asesinato de sus hermanos podría durar años. Muchos pueden experimentar ansiedad y depresión o incluso signos de trastorno de estrés postraumático”, asegura la ONG en su documento.

Ante la intensificación de este conflicto, el Ejército estadounidense va a comenzar en breve la formación de miembros de las Fuerzas Especiales mozambiqueñas, según anunció el lunes la Embajada de EE UU en Maputo. “Además de la formación, el Gobierno estadounidense ha enviado equipamiento médico y de comunicación”, aseguró la representación diplomática. Los formadores ya se encuentran en el país africano.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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