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VISITA DEL PAPA A IRAK
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Abraham, la saga en disputa

Francisco combate el choque de civilizaciones con el mensaje de que no habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones

Las banderas de la Ciudad del Vaticano y de Irak ondean en la Catedral de Nuestra señora de la Salvación, en Bagdad, este viernes.
Las banderas de la Ciudad del Vaticano y de Irak ondean en la Catedral de Nuestra señora de la Salvación, en Bagdad, este viernes.ALESSANDRO DI MEO (EFE)

El aniversario de la primera victoria electoral del PP, hace 25 años, ha vuelto a poner sobre la mesa la orwelliana campaña de mentiras que precedió a la guerra de Irak, el 18 de marzo de 2003. El Papa de entonces, el polaco Juan Pablo II, protestó con contundencia y hay jerarcas católicos que sostienen que la respuesta del presidente de EE UU, George W. Bush, fue azuzar vengativamente contra el Vaticano los escándalos de pederastia clerical, hasta entonces silenciados y que aún colean. Sea como fuere, aquella invasión precipitó al mundo islámico en una rabia y una amargura inmensas. Si la intención era castigar a supuestos Estados terroristas, lo que se consiguió fue dar alas al terrorismo global. Madrid lo sufrió en los atentados del 11 de marzo de 2004, pero las principales víctimas siguen siendo los musulmanes.

Juan Pablo II quiso visitar Irak en el 2000. Lo hace dos décadas después uno de sus sucesores, el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio Sívori, Francisco en el pontificado. Hijo de emigrantes italianos, rechaza de plano, como el papa polaco, la sobada teoría del choque de civilizaciones en las relaciones internacionales. La idea del líder católico, expresada literariamente en 1993 por el teólogo Hans Küng, es que no habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones y que tampoco habrá paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones (el enunciado de Küng añade un tercer desafío: No habrá diálogo entre las religiones si no se investigan los fundamentos de las religiones).

“Tú eres parte de nosotros y nosotros somos parte de ti”, dice un cartel en árabe que cuelga estos días en una calle de Bagdad, con las imágenes de Francisco y del gran ayatolá Ali Sistani, figura de referencia entre los chiíes. Se reunirán en la ciudad sagrada de Nayaf. El encuentro parece querer equilibrar otro de Francisco con la rama suní del islam, el gran imam de Al Azhar, Ahmed al Tayeb, en el viaje del pontífice romano a Emiratos Árabes Unidos, en 2019.

El Occidente más tópico exhibió en el siglo XX el fantasma del comunismo. El fantasma se llama ahora islamismo. “Las fronteras del islam son sangrientas”, se ha afirmado. La responsabilidad del cristianismo que lidera Francisco es romper con semejante maldición. El viaje a Irak, el territorio en el que se asentó Abraham, un emigrante, y donde antiguamente se suponía que estaba el Paraíso terrenal (el Jardín del Edén), es una gran oportunidad. Acude en apoyo de los cristianos, pero también en misión interreligiosa. Después de Moisés, Abraham es la figura bíblica más citada, un profeta para los judíos (el iniciador y fundador del pueblo de Israel); el patriarca espiritual para los cristianos, la confesión mayoritaria, y el antepasado biológico de los árabes, el primer musulmán en una religión que suma 1.700 millones de fieles, y creciendo.

Francisco realizará también una peregrinación especial a la ciudad de Ur, al sur de Mesopotamia, donde vivía Abraham cuando, cumplidos los 99 años, se dice que recibió la visita de Dios y la promesa de multiplicarse sin medida (“padre de una multitud de pueblos”), a cambio de ser honrado. Los libros sagrados afirman que vivió 175 años y que su mujer principal, Sara, murió a los 127. Cualquier catequista con sentido del humor suele hacer literatura con semejantes relatos, por ejemplo, con las risas de Sara cuando escuchó desde la cocina cómo Dios también anunciaba a su marido que engendraría un hijo pese a tener la esposa 90 años.

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Sobre tales mitos (la Biblia también dice que Adán vivió 930 años, diecinueve más que Eva, 39 menos que Matusalén), se han construido las tres religiones del Libro, víctimas y verdugos en terribles e interminables guerras y persecuciones porque cada una de ellas afirma ser la única verdadera. “Extra Ecclesiam nulla salus: Fuera de la Iglesia no hay salvación”, sostuvo la católica hasta el Concilio Vaticano II, en 1965. En todo caso, Abraham, más que una saga (él, sus hijos Isaac e Ismael, el nieto Jacob, la temperamental Sara y las varias concubinas del patriarca), es la fábula sobre la que construir encuentros. El Corán, el libro sagrado del islam, proclama que Abraham no fue ni judío ni cristiano, sino el primer musulmán. La peregrinación del Papa a Ur contradice esa creencia, pero lo hace desde la comunicación y el respeto.

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