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Los choques con Londres y AstraZeneca socavan la credibilidad de Von der Leyen en plena crisis

La Comisión Europea destaca las numerosas iniciativas adoptadas en un solo año y atribuye los posibles errores al ritmo trepidante de los últimos meses

El primer ministro británico, Boris Johnson, y la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, a mediados de diciembre en Bruselas.
El primer ministro británico, Boris Johnson, y la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, a mediados de diciembre en Bruselas.EFE

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, acabó en 2020 cubierta de éxitos como la aprobación del fondo de recuperación, el acuerdo con el Reino Unido para la relación después del Brexit o el arranque de las campañas de vacunación contra la covid-19. Pero los recientes choques con Londres y con la farmacéutica británica AstraZeneca han puesto en entredicho su credibilidad. Y, sobre todo, han aflorado un tipo de liderazgo que ya era puesto en duda dentro del organismo comunitario por su presunto personalismo y su aparente desdén por la tradición colegial de la Comisión. Los tropiezos de 2021 han extendido esas críticas mucho más allá de Bruselas y amenazan con desestabilizar el motor europeo en plena crisis sanitaria, social y económica.

Las críticas han arreciado en particular desde el pasado viernes, cuando la Comisión aprobó a toda prisa un reglamento para controlar las exportaciones de vacunas fuera de la UE. La norma, cocinada a toda prisa para responder al conflicto generado por AstraZeneca al anunciar que no cumplirá el calendario de entrega de dosis previsto, suponía el establecimiento de controles entre Irlanda e Irlanda del Norte para verificar la entrada o salida de vacunas hacia el Reino Unido.

La propuesta disparó las alarmas en Dublín y Londres, dado que ponía en cuestión uno de los grandes logros del acuerdo del Brexit: preservar la apertura de fronteras entre las dos partes de Irlanda tal y como se pactó en los acuerdos de paz en la isla de 1998.

El patinazo fue rápidamente corregido tras sendos telefonazos a Von der Leyen del primer ministro británico, Boris Johnson, y del primer ministro irlandés, Micheál Martin. Pero según algunas voces, el error ha puesto de manifiesto las carencias del liderazgo de Von der Leyen, acusado de ser demasiado personalista, con escasos contactos fuera de su equipo de confianza y propenso a ignorar la opinión de otros comisarios europeos.

“Es sorprendente cómo la Comisión de Von der Leyen ha conseguido empañar la compra de vacunas, que era uno de sus autoproclamados éxitos”, señala Alberto Alemanno, profesor titular de la cátedra Jean Monnet de Derecho Europeo en la Escuela de Estudios Superiores de Comercio de París. “Por desgracia, el error se puede atribuir una vez que se ha demostrado que su estilo de liderazgo no responde a las necesidades de una emergencia paneuropea”, añade el profesor.

Alemanno atribuye el origen del problema al sistema de nombramiento de Von der Leyen al frente de la Comisión, decidido por el Consejo Europeo al margen de los aspirantes designados por los partidos políticos en las elecciones al Parlamento Europeo.

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Von der Leyen, según sus críticos en Bruselas, se ha encerrado desde su llegada a la capital comunitaria con un reducido grupo de asesores alemanes, catapultados como ella desde Berlín y sin contacto previo con la cultura y la tradición de un organismo tan peculiar como la Comisión Europea. Las voces críticas achacan a ese aislamiento los fallos de una gestión que centraliza todo el poder en un pequeño sanedrín y deja con escaso margen de maniobra a una buena parte los comisarios y de sus altos cargos.

El portavoz oficial de la Comisión, Eric Mamer, niega en redondo esas acusaciones. “La presidenta no actúa en absoluto al margen de la Comisión”, asegura Mamer, un veterano funcionario del organismo al que la alemana ha confiado la relación diaria con los medios de comunicación. El portavoz recuerda que en las grandes iniciativas de los últimos meses, como el fondo europeo de recuperación y la compra conjunta de vacunas, el gabinete de Von der Leyen ha trabajado codo con codo con los departamentos responsables. “El director general de presupuestos se pasaba el día con el equipo de la presidenta para preparar el fondo y la comisaria de Sanidad, Stella Kyriakides, ha estado en primera línea en la estrategia de vacunación”, señala el portavoz de la Comisión.

Pero el descontento cunde en varias plantas del edificio Berlaymont, sede de la Comisión en Bruselas. “Algunos comisarios sienten que Von der Leyen apenas cuenta con ellos”, apunta una fuente comunitaria. Y otra fuente añade que “la presidenta solo teme al Parlamento Europeo y tiene un contacto más estrecho con los líderes de los grupos parlamentarios que con algunos miembros de la Comisión”.

En el Parlamento, en efecto, Von der Leyen cuenta con bastante predicamento, no solo en su familia política (Partido Popular Europeo) sino también entre socialistas y liberales. “La colaboración de Von der Leyen con los grupos es muy fluida”, señala la europarlamentaria Iratxe García, líder del grupo Socialistas & Demócratas (S&D). García valora las iniciativas de alcance histórico puestas en marcha por la actual Comisión, entre ellas el fondo de recuperación y la compra de vacunas. Y cree que “a veces se quiere poner el foco en las críticas a Von der Leyen para desviar las posibles críticas a nivel nacional”.

El europarlamentario Esteban González Pons, vicepresidente del grupo Popular, atribuye las críticas a Von der Leyen, sobre todo las que arrecian en Alemania, “al nacionalismo de las vacunas que está surgiendo y al nerviosismo de un país que es clave en la fabricación de los antídotos, pero que va por detrás de otros en la vacunación por haber concertado la compra con el resto de la UE”. González Pons cree que la Comisión en general, no su presidenta, también paga “el pecado de haber cedido el liderazgo político al Consejo Europeo”, donde se sientan los presidentes de Gobierno. Unos líderes proclives a apuntarse a los éxitos “y a dejar desamparada a la Comisión cuando llegan las críticas”.

En el Parlamento hay voces que consideran que “Von der Leyen es solo el daño colateral de una guerra comercial y política entre Alemania y Francia contra el Reino Unido”. Esa tesis apunta a la carrera industrial por las vacunas, en la que han participado con desigual fortuna farmacéuticas de esos tres países, así como a la necesidad de imponer un relato a favor del continente en la era posBrexit. En ese fragor, la presidenta de la Comisión podría acabar pagando los platos rotos. Pero incluso en el Parlamento, la credibilidad de Von der Leyen corre peligro. Dacian Ciolos, líder del grupo liberal (Renew), pidió este domingo la comparecencia de la presidenta para aclarar lo sucedido con las medidas de restricciones respecto a Irlanda. Ciolos reclamó un debate en el plenario y una resolución parlamentaria.

Las críticas al protagonismo de Von der Leyen también parecen responder a la existencia de una Comisión sobredimensionada, con 27 miembros (uno por país), muchos de ellos con escasas competencias. En un año dominado por la respuesta a la crisis de la pandemia y por el final del Brexit, varios comisarios han desaparecido totalmente del mapa.

“El ritmo de trabajo ha sido muy alto, hemos hecho en un año lo que en tiempos normales hubiera necesitado dos años y, por supuesto, la presidenta ha trabajado con unos comisarios más que otros, pero todos han participado y debatido las iniciativas”, señala el portavoz de la Comisión. Pero Mamer recuerda, como ejemplo de la colegialidad que reina durante el mandato de Von der Leyen, que la presidenta creó un gabinete de crisis al inicio de la pandemia que se reunía una o dos veces por semana y del que formaban los comisarios responsables de las áreas más importantes en cada momento (sanidad, fronteras, mercado interior, repatriación de ciudadanos…) y en la que todos los demás comisarios podían participar como oyentes.

Las acusaciones de directorio hacia la cúpula de la Comisión, además, no son nuevas. Ya se produjeron durante el mandato de Jean-Claude Juncker, aunque en ese período (2014-2019) el resquemor de algunos comisarios y altos funcionarios iban mucho más dirigidos contra el jefe de gabinete, Martin Selmayr, que contra el propio presidente. Pero, a diferencia de parte del equipo que rodea a la actual presidencia, Selmayr llevaba una década en la Comisión cuando llegó a la jefatura de gabinete. Y ni siquiera los críticos con el funcionario alemán cuestionaban su conocimiento y dominio de los entresijos del organismo.

Juncker era acusado de fomentar poco el diálogo durante las reuniones del colegio de comisarios (una vez por semana) pero casi siempre cedía gran parte del protagonismo público al titular responsable de cada cartera. Con Von der Leyen, apunta una fuente de la Comisión, “los debates durante el colegio han ganado en duración y viveza aunque a veces queda la duda de si la presidenta realmente los toma en cuenta”.

La presidenta también levanta suspicacias por su tendencia a aparecer en escena cuando la Comisión se anota algún éxito, sea el lanzamiento de un fondo para financiar los programas de regulación de empleo (SURE) o para las citas internacionales de mayor relumbrón. “Durante la pandemia se ha reservado el papel de estrella o poli bueno y normalmente ha dejado a la comisaria de Sanidad la comunicación de las noticias más duras o desagradables”, apunta un experto en relaciones públicas que opera en Bruselas.

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