Rusia retorna a “su” normalidad
Putin se guía por su idea del poder y Sobianin, de la realidad
El corona virus influye en las imágenes que proyectan los dirigentes rusos. Se refleje o no en las cuestionables encuestas, la forma de gestionar la pandemia y de plantear el retorno a la “normalidad” sitúa en nuevas perspectivas a los personajes que comparten la responsabilidad por el ejercicio del poder en Rusia.
Tras intermitentes intervenciones frente a los monitores desde su atrincheramiento en las afueras de Moscú, Putin ha vuelto al Kremlin con su propia agenda, que se materializa en patrióticas concentraciones y nuevas jornadas festivas a costa del contribuyente. El presidente ya ha puesto fecha al desfile de la victoria en la segunda guerra mundial (24 de junio) y a la manifestación del “regimiento inmortal” (el 26 de julio), siendo esta última una repetición del evento virtual realizado el 9 de mayo.
Al programar, Putin utiliza el corona virus en dos sentidos contrapuestos. Por una parte, considera que la pandemia ha remitido lo suficiente para permitir el desfile y la manifestación. Por la otra, el virus le sirve de excusa para aplazar sine die la cumbre de los países de Shanghái (Asia Central y China) y de los BRICS (Brasil, India, China y Suráfrica) que debía haberse celebrado del 21 al 23 de julio. Esta contradicción está a la vista de todos en la página oficial de web del Kremlin.
El sábado 30 de mayo, los miembros del grupo de trabajo encargados de preparar el referéndum constitucional volvían a reunirse. Falta aún la fecha para la consulta popular, pero no tardará mucho en saberse, por ser esta una prioridad de Putin. A los millones de rusos que no saben si tendrán trabajo mañana, les importa menos que en 2024 el mandatario tenga el derecho a ser reelegido.
Durante las largas semanas de aislamiento, Serguei Sobianin, el alcalde de Moscú, se perfiló como la persona capaz de guiar a la primera ciudad del país y, en caso de necesidad, a Rusia entera, a través de la pandemia. En el clima de inseguridad generado por la ausencia del presidente, la enfermedad del jefe del gobierno, de ministros y altos funcionarios y el contagio de los chofers del Kremlin, Sobianin actuó como un buen administrador, duro, pero eficaz. “Se cometieron muchos errores, incluido el de las colas del metro el 15 de abril, pero en su conjunto Serguéi Sobianin hizo muchas cosas útiles y con todos sus errores salvó centenares de vidas”, afirmaba el economista Serguei Guríev en el Eco de Moscú. Sobianin “demostró una gran conocimiento de los riesgos y peligros y de verdad comenzó a trabajar anticipadamente en medidas para limitar la difusión de la infección”, señalaba este profesional poco dado a la lisonja. El alcalde reorganizó instituciones sanitarias y abrió una clínica nueva especialmente para el corona virus, destacaba Guríev, obligado a exiliarse de Rusia por sus convicciones políticas.
Ahora que se plantea el fin del aislamiento la aureola de gestor eficaz de Sobianin podría derivar hacia la de burócrata obsesivo. El motivo es su decreto del 27 de mayo (46 páginas) en el que de forma “experimental” se regula un cierto relajamiento entre el 1 y el 14 de junio. El decreto permite los paseos al aire libre por parques y jardines con exclusión de Zaryadye, en el centro de la ciudad, junto al Kremlin, que queda vetado a todos sin especificar motivo. Los residentes de la capital (doce millones como mínimo) han sido divididos en seis grupos, a los que se ha adjudicado un número y un color. Esos grupos tendrán derecho a pasear en los límites de seis zonas respectivas durante tres días laborables a la semana, de 9 a 21 horas.
Tras nueve semanas de encierro, más de un ciudadano se siente como un felpudo puesto a ventilar a horas convenidas con los vecinos. Los paseantes, según el decreto del alcalde, deberán llevar consigo copia o foto del contrato de alquiler de su vivienda o certificado de propiedad para justificar que se airean en la zona que les corresponde. Los salones de belleza, las peluquerías, los baños, las saunas, los bares y restaurantes, siguen cerrados de momento.
El decreto de Sobianin es motivo de guasa e irritación entre los moscovitas y ha generado comentarios irónicos en las redes sociales, entre ellos un vídeo satírico protagonizado por el humorista Maxim Galkin. El video fue colgado en Istagram el jueves por la noche y en menos de una jornada tenía más de 2,7 millones de visualizaciones. Sin embargo, en la tarde del viernes, medios que lo habían publicado a primera hora de la mañana lo estaban retirando de sus páginas, a instancias de llamadas desde las instituciones municipales y estatales, según el servicio informativo The Bell.
Con el título “Feliz época de severo régimen de paseos”, Galkin se desdoblaba en los papeles de Vladímir Putin y Sobianin en una parodia en la que ambos acaban poniéndose de acuerdo en un “esquema para respirar libremente en días alternos”. En su papel de Putin. Galkin sugería que la cuantía de las multas por transgredir el régimen de aislamiento no debía superar la cuantía de la ayuda estatal a los afectados. En el papel de Sobianin, el humorista proponía que los primeros en salir a la calle fueran los residentes en edificios con “ventanas al noroeste y al sudeste y los que viven en casas paralelas al ecuador o sometidas al programa de renovación”. Galkin llevaba al absurdo los paseos (en dirección al Polo Norte o por las cenefas de los adoquines) y las normas de comportamiento. Si un primer ciudadano se cuelga de un árbol, fantaseaba, el segundo no debe descolgarlo sino encontrar otro árbol para colgarse. El humorista aclaraba después que se trataba de “colgarse para estirarse” y que se había procurado que en los parques cada árbol tenga una “buena rama sólida”. La abundante difusión de imágenes y comentarios irónicos en las redes sociales es un síntoma de que el corona virus no ha podido con el sentido del humor de los rusos. También el régimen, con su falta de sentido del humor, sigue ahí, fiel a sí mismo, aprovechando el corona virus para efectuar nuevas detenciones por participar en piquetes de protesta en Moscú. Rusia, con sus administradores y administrados, está volviendo a su “normalidad”.
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