El tiroteo a la oficina de un diputado nacido en Senegal sacude Alemania
Karamba Diaby ha sido víctima en el pasado de ataques racistas y amenazas de la ultraderecha
La foto que el diputado socialdemócrata Karamba Diaby ha colgado en una red social deja escaso lugar a dudas de que ha sido víctima de un ataque. Se ven tres agujeros de bala en un cristal, en el de su oficina electoral en Halle, al Este de Alemania. “Un escaparate con mi retrato tiene varios impactos de bala. La policía y la seguridad estatal están investigando”, escribió en Twitter el político negro, que en el pasado ya había recibido amenazas de la ultraderecha.
La policía indicó en un comunicado que no habían hallado proyectiles y que fueron alertados en la mañana del miércoles. La prensa alemana publicó, citando a fuentes policiales, que podría tratarse de disparos efectuados con una pistola de aire comprimido.
Diaby, de 58 años y nacido en Senegal, ha asegurado que no piensa rendirse ante la intimidación. “Sé que tratan de intimidar a políticos y a periodistas y no debemos permitirlo. Vamos a seguir haciendo nuestro trabajo”, dijo Diaby a la Deutsche Welle. “Pero tenemos que discutir seriamente en qué tipo de sociedad queremos vivir”, añadió.
En las últimas horas, las muestras de apoyo a Diaby por parte de la clase política alemana se han multiplicado. “Es sencillamente increíble, asqueroso y cobarde”, dijo el ministro de Exteriores, Heiko Maas. “Seguiremos estando a tu lado en defensa de una democracia libre, tolerante y diversa. Ahora más que nunca”, añadió. “Aunque no se sepa todavía quién está detrás del ataque, los disparos a la oficina de Karamba Diaby muestran una brutalización de nuestra sociedad”, dijo el conservador bávaro y vicepresidente del Bundestag, Hans-Peter Friedrich.
Diaby, es miembro del Parlamento alemán desde 2013, donde es portavoz de Integración. En 2015, su oficina fue atacada y un año más tarde recibió una misiva racista del grupo ultraderechista llamado Der Dritte Weg. Ha sido víctima además de campañas racistas en la Red, también por parte del partido neonazi NPD.
El caso de Diaby no es ni mucho menos un caso aislado. Las noticias de que políticos y alcaldes reciben amenazas ultras y de que algunos incluso dimiten para proteger a sus familias se repiten con cierta frecuencia. La última dimisión se produjo a principios de enero. El socialdemócrata Arnd Focke dejó su alcaldía en Estorf, un pequeño pueblo en el noroeste de Alemania, después de encontrar esvásticas dibujadas en la luna de su coche y de que le amenazaran con gasearle. El pasado junio el político conservador y defensor de la integración de refugiados Walter Lübcke fue asesinado en la terraza de su casa por los disparos de un neonazi.
Es precisamente en los pueblos y en las localidades más aisladas, lejos de los focos, donde los agresores operan a menudo con impunidad e incluso con la complicidad de algunos vecinos. “No son solo nazis, hay también doctores, de todo; gente que rechaza a los extranjeros”, aseguraba el año pasado a este diario Markus Nierth que abandonó la alcaldía de Tröglitz, también en el Este, por el acoso ultraderechista debido a su política de acogida para los refugiados.
Un día antes de conocerse el caso de Diaby, la ministra de Defensa, Annegret Kramp-Karrenbauer, consideró “preocupante” la situación de los políticos locales y dijo que era “un reflejo del clima social cambiante en nuestra sociedad”. Kramp-Karrenbauer rechazó sin embargo, la posibilidad de que los políticos locales pudieran ir armados en respuesta a la petición de Christoph Landscheidt, alcalde socialdemócrata de Kramp-Lintfort, al oeste del país, de solicitar una licencia de armas, tras recibir amenazas ultraderechistas.
La oficina de Diaby se encuentra en Halle, cerca de Leipzig, una localidad que precisamente un neonazi dio a conocer en el mundo el pasado octubre. El supuesto atacante, que se encuentra bajo custodia, abrió fuego contra una sinagoga y mató a dos viandantes en un atentado antisemita que conmocionó al país. Halle se encuentra en el Este de Alemania, convertido en el bastión de la ultraderecha política, Alternativa para Alemania (AfD) que obtuvo excelentes resultados en las regionales en tres Estados el pasado otoño. El resto de la clase política acusa a AfD de fomentar un clima de odio propicio para los agresores.
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