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Juan Guaidó busca una segunda oportunidad

El político venezolano, reconocido como presidente interino por casi 60 países, aspira a ser reelegido al frente del Parlamento y dar un impulso a sus promesas, frustradas en un año convulso

Juan Guaidó, en enero de 2019 antes de ser elegido como presidente de la Asamblea Nacional.
Juan Guaidó, en enero de 2019 antes de ser elegido como presidente de la Asamblea Nacional. AFP
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El político que lideró las expectativas de cambio en Venezuela enfrenta, un año después de su elección como presidente de la Asamblea Nacional, una crisis de legitimidad que radica en que, en definitiva, nada ha cambiado en el país caribeño en el plano político. Este domingo Juan Guaidó culmina el primer mandato al frente del Parlamento, dominado por la oposición a Nicolás Maduro, y busca revalidar el cargo por el que fue reconocido como mandatario interino por casi 60 países. Pero si 2019 comenzó con la promesa de un giro político profundo, que pasaba por el mantra del fin del chavismo, el inicio de una etapa de transición y la convocatoria de elecciones libres, 2020 lo hace sin motivos de celebración. Guaidó pide una segunda oportunidad mientras Maduro consiguió atrincherarse en el poder pese a una ofensiva casi permanente durante los seis primeros meses del año.

La estrategia de Guaidó, dirigente del partido Voluntad Popular que se estrenó casi como un completo desconocido, fue una montaña rusa. El político, que se proclamó presidente encargado el pasado 23 de enero durante una multitudinaria movilización, lo confió todo al apoyo de Estados Unidos y, en menor medida, de la vecina Colombia. Sin embargo, tanto la Administración de Donald Trump como el Gobierno de Iván Duque acabaron ciñendo su respaldo a la retórica y a algunas sanciones que no han logrado quebrar el aparato chavista.

El propósito de romper las Fuerzas Armadas y provocar una rebelión masiva se quedó en un goteo de deserciones que se aceleraron con el intento fallido de introducir en febrero ayuda humanitaria por la frontera. El alzamiento militar del 30 de abril fue un episodio de máxima tensión, aunque la implicación de altos cargos como el exjefe de la inteligencia, Cristopher Figuera, no impidió que su máximo logro fuera la liberación de su arresto domiciliario de Leopoldo López, hoy asilado en la residencia del embajador de España. Mientras tanto, Guaidó hizo equilibrios entre los sectores moderados de la oposición, dispuestos a ensayar un diálogo con el chavismo como ocurrió el pasado verano bajo el auspicio de Noruega, y los más radicales, que siguen fantaseando con la hipótesis de una intervención militar y no ocultan su malestar con él.

Su reelección este domingo es un escenario probable, pese a la ofensiva puesta en marcha por el chavismo que, según fuentes conocedoras de las negociaciones internas, urdió una trama de sobornos a diputados opositores. Sin embargo, la próxima etapa del presidente de la Asamblea se presenta como el rompecabezas de siempre. Maduro no está dispuesto a abandonar el poder y lo ha demostrado en repetidas ocasiones. Y el hartazgo de la gran mayoría de la población choca con su necesidad de salir adelante y lidiar con el día a día después de dos décadas de gestión que han llevado al país a la ruina de la hiperinflación y a un éxodo sin precedentes de más de cuatro millones de personas.

Como el pasado enero, la dirigencia de la oposición mira a un país desesperanzado, pero en esta ocasión a la desesperanza se añaden las expectativas alimentadas por Guaidó y que terminaron por frustrarse. Además, no se trata del mismo desánimo, según lo que refleja la última encuesta de la consultora Delphos, difundida en diciembre. Los venezolanos siguen deseando, en su mayoría, un cambio de Gobierno, pero si el 54,8% quiere que haya elecciones, solo 37,6% lo cree posible.

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“No tiene sentido no haber aprendido de los fallos, porque no siempre la vida te da una segunda oportunidad. No haber conseguido sacar adelante una transición no es un triunfo. Pero tampoco un fracaso total, se trata de un juego que está en desarrollo”, señala el politólogo Benigno Alarcón sobre el panorama que se le presenta a Guaidó, quien, en su opinión, tiene muchas posibilidades de continuar este domingo al frente del Parlamento, para la que solo necesita una mayoría simple, que el chavismo ha intentado boicotear primero con la persecución y el acoso judicial de los legisladores y más recientemente con la compra de sus votos.

Un 2019 en el que se apostó todo al quiebre de la Fuerza Armada y en el que solo se lograron dos escaramuzas militares fallidas se convierte en el principal error a revisar, opina el director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la UCAB. “Fue una apuesta equivocada pensar que una transición se genera por una división de la Fuerza Armada. El costo de dividir a la FAN es alto, cuando eso ocurre un país cae en guerra civil. Es necesario plantearse una estrategia dinámica, en la que cada movimiento cambia el juego. Y no podemos sentirnos más o menos por tener que cambiar la estrategia”.

El mayor capital con que cuenta ahora la oposición representada en Guaidó es que la mayoría del país todavía quiere un cambio democrático. Otra fortaleza es el apoyo de 56 Gobiernos extranjeros, de las cosas inéditas que ha tenido este proceso, señala el especialista en transiciones. A estos apoyos internacionales (como los del Grupo de Lima o el llamado Grupo Internacional de Contacto de la Unión Europea) se suma la mirada del mundo sobre el estancamiento de las negociaciones intentadas por Noruega en agosto y los ojos de los organismos multilaterales que finalmente se posaron sobre la crisis, con la lenta instalación de los equipos humanitarios de la ONU en el país y el eco del informe de la alta comisionada Michelle Bachelet, tras su visita en mayo. En tercer lugar, aún con sus bajas, el “liderazgo resiliente” de Guaidó se mantiene en el panorama, por encima de otras figuras de la oposición y del chavismo.

Al contrario, para Alarcón, un año después de haber jugado en posición adelantada jurando un cargo sobre la base de las elecciones calificadas de fraude del 20 de mayo de 2018, Maduro está en el mismo lugar. No ha mejorado su nivel de aceptación, no tiene más apoyo político. “Su piso político es un techo y depende extraordinariamente del aparato represivo y la cohesión de sus aliados para mantener el poder. Pero ha sabido manejar muy bien un momento muy difícil política y económicamente con la ayuda de sus socios. Estos tiempos se parecen a la Cuba del bloqueo y de la caída de la URSS, en la que todos pensaban que los Castros iban de salida y lograron mantenerse con resistencia y tozudez, porque los costos de la tolerancia de un cambio político son muy altos, por las investigaciones y sanciones por corrupción y violación de derechos humanos”.

Y en este segundo tiempo -el último para la Asamblea Nacional opositora, con sus posibles minutos de descuento a favor de Guaidó- el factor determinante serán las elecciones parlamentarias, que según la Constitución están previstas para finales de año.

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