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Las relaciones con Israel dividen a la familia real de Arabia Saudí

El príncipe Turki al Faisal critica al Estado judío por su trato a los palestinos y echa un jarro de agua fría a la normalización

Ángeles Espinosa
El príncipe saudí Turki al Faisal, durante su intervención ante el foro de Manama, el pasado domingo.
El príncipe saudí Turki al Faisal, durante su intervención ante el foro de Manama, el pasado domingo.MAZEN MAHDI (AFP)

Emiratos Árabes Unidos (EAU), Baréin, Sudán, Marruecos… Desde que el pasado agosto Abu Dhabi anunció que establecía relaciones diplomáticas con Israel, el mediador, Estados Unidos, auguraba un efecto dominó. Pero la ficha clave, Arabia Saudí, se resiste. En medio de signos de creciente entendimiento, un influyente príncipe saudí acaba de echar un jarro de agua fría a esas expectativas al criticar al Estado judío por su trato a los palestinos y acusarlo de hipocresía por su arsenal nuclear. La diatriba de Turki al Faisal ha puesto de relieve las tensiones que la normalización con Israel suscita en la cúpula de la familia real saudí.

“No se puede tratar una herida abierta con paliativos y analgésicos”, declaró el príncipe Turki en referencia a los Acuerdos de Abraham, como pomposamente se han denominado los pactos que Israel ha alcanzado con EAU y Baréin. Ante una audiencia de ministros, empresarios y líderes de opinión que participaban en un foro de seguridad en Manama el pasado domingo, el exjefe de los servicios secretos saudíes tachó a Israel de ser “la última potencia colonial de Occidente en Oriente Próximo” y lo acusó de encarcelar a palestinos “en campos de concentración bajo los más endebles cargos de seguridad” y de “asesinar a quien quiere”. También criticó su arsenal no declarado de armas nucleares.

Estas palabras contrastan con lo que ha sido un discreto, pero progresivo acercamiento entre Israel y Arabia Saudí tras años de cooperación clandestina. Aunque el Reino del Desierto todavía insiste formalmente en la Iniciativa de Paz Árabe de 2002 (promovida por el fallecido rey Abdalá y que exige el fin de la ocupación israelí y un Estado palestino viable), ha dado su visto bueno a la normalización de sus vecinos con medidas tan significativas como abrir su espacio aéreo a los vuelos con Tel Aviv tanto de las aerolíneas de Emiratos y Baréin como de las israelíes. Dos semanas antes de la cita de Manama, se filtró una visita sin precedentes del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, al príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salmán.

El príncipe Turki, que en la actualidad no tiene ningún cargo político, pero a quien se considera próximo al rey Salmán, dejó claro que hablaba a título personal. Sin embargo, su opinión tiene el peso de una larga trayectoria al servicio del Estado: además de sus dos décadas al frente de los servicios secretos (1979-2001), fue embajador en Londres (2003-2005) y Washington (2005-2006) y el hombre que durante años se reunió con los israelíes de manera extraoficial.

Más que contradecir la retórica oficial saudí, su actitud refleja las discrepancias que reconocer a Israel suscita dentro de la familia real, y también entre las monarquías de la península Arábiga. En parte es una cuestión generacional. Turki representa a la vieja guardia, encabezada por el rey Salmán, que insiste en la fórmula de paz por territorios y teme que renunciar a esa reciprocidad debilite el liderazgo saudí en el mundo musulmán.

Al otro lado, el heredero y gobernante de hecho de Arabia Saudí, quien comparte con su homólogo de Emiratos, el jeque Mohamed Bin Zayed, el deseo de abrir un nuevo capítulo en las relaciones regionales, y la necesidad de desarrollar económica y tecnológicamente su país. Detrás de ese interés, alentado con entusiasmo por la Administración Trump, está sin duda la percepción de que es Irán y no Israel la principal amenaza para el reino, pero también la frustración saudí con los palestinos ante la falta de resultados de sus esfuerzos diplomáticos y económicos (Riad afirma haberles ayudado con 6.000 millones de dólares en lo que va de siglo).

Esa postura quedó patente cuando, a principios de octubre, el príncipe Bandar Bin Sultán, un sobrino de Turki que también ha sido embajador en EE UU y jefe de los servicios secretos, calificó de inaceptables las críticas de los dirigentes palestinos a EAU y Baréin por reconocer a Israel. “Estamos en un momento en que más que preocuparnos por cómo hacer frente a los desafíos israelíes para servir a la causa palestina, debemos prestar atención a nuestra seguridad e intereses nacionales”, defendió Bandar en la televisión estatal, lo que sugirió que contaba con el visto bueno de la Corte. Muchos analistas vieron además otro signo de que el reino estaba preparando a la población para un eventual acuerdo con Israel. Como la falta de confirmación oficial de la visita de Netanyahu a MBS puso de relieve, todavía no ha llegado el momento.

“Me parece que los israelíes y la Administración Trump han exagerado los avances en este asunto, cada uno por sus necesidades políticas internas”, asegura a EL PAIS el comentarista saudí Ali Shihabi. “Y si el reino está ciertamente abierto a más diálogo con los israelíes, necesita (a diferencia de los demás) algo substantivo a cambio de que se produzca el paso hacia la normalización. Este afán de Netanyahu por sacarlo todo fuera de proporción obviamente ha molestado a Riad”, añade.

Shihabi, considerado próximo al heredero saudí, minimiza las diferencias en la cúpula gobernante. “El príncipe Turki, aunque hablaba claramente como ciudadano privado, también expresa una opinión (dentro de una gama de ellas) en la familia real y el Gobierno que tiene cierto peso”, señala.

Tras el reconocimiento por parte de Marruecos el pasado jueves, Jared Kushner, yerno y consejero de Trump empeñado en impulsar los vínculos árabes con Israel, calificó de “inevitable” que Arabia Saudí siga ese camino. Bajo dicho empeño subyace que, como dio a entender el príncipe Turki, la normalización no será completa sin Riad.

En el reino, el debate no es si establecer o no relaciones, sino a cambio de qué. De momento, se desconoce si el obstáculo radica en las exigencias del heredero o en que, como afirman algunos observadores, ese paso no será posible en vida del rey Salmán. “Creemos que Israel tiene su lugar en la región. Pero para que eso ocurra y sea sostenible, necesitamos que los palestinos consigan su Estado”, zanjó el ministro de Exteriores saudí, el príncipe Faisal Bin Farhan, en la propia conferencia de Manama. Los acuerdos firmados hasta ahora no han resuelto ese conflicto.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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