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La pista ignorada de la yihadista huida

El caso de Hayat Boumeddiene, juzgada en ausencia por los atentados de París, refleja el papel infravalorado de las mujeres en el terrorismo islamista

Fotografías de Hayat Boumeddiene y su pareja, Amedy Coulibaly, distribuidas por la policía francesa tras los atentados de enero de 2015
Fotografías de Hayat Boumeddiene y su pareja, Amedy Coulibaly, distribuidas por la policía francesa tras los atentados de enero de 2015- (AFP)
Silvia Ayuso

La única mujer entre las 14 personas juzgadas por los atentados contra la revista satírica Charlie Hebdo y el supermercado judío Hyper Cacher no se sienta en el banquillo de los acusados. Hayat Boumeddiene, pareja de Amedy Coulibaly, autor del ataque al supermercado judío el 9 de enero y del asesinato de una agente de policía un día antes, lleva un lustro desaparecida. Sin embargo, su sombra se proyecta, larga, en el juicio que se celebra en París. Como un recordatorio, afirma la abogada especializada en terrorismo Samia Maktouf, de uno de los grandes errores de la lucha antiterrorista: haber infravalorado el papel de las mujeres yihadistas.

“El elemento femenino es muy importante, pero hubo que esperar hasta 2015 para que nos interesáramos en la implicación de las mujeres”, lamenta en una entrevista con el grupo LENA la letrada Maktouf, que participa como acusación particular en el juicio por los atentados de enero de 2015.

Boumeddiene fue uno de los detonantes de ese cambio.

La mujer de hoy 32 años y que se radicalizó pronto es, subraya Maktouf, “una de las grandes actrices del proceso”. Se le considera uno de los nexos clave entre los atentados contra Charlie Hebdo perpetrado por los hermanos Chérif y Said Kouachi y el ataque al supermercado judío de su pareja. “Aunque no aparecen contactos telefónicos directos, las investigaciones demuestran que Chérif Kouachi y Amedy Coulibaly pudieron estar en contacto gracias a los teléfonos de sus mujeres, que se conocían bien”, según la instrucción judicial. Más de 500 llamadas solo en 2014. Acusada de “reunir o gestionar fondos, valores o bienes sabiendo que iban a ser utilizados para cometer un acto de terrorismo”, Boumeddiene afronta cargos por “participación en una organización criminal terrorista” y “financiación de terrorismo”, por los que podría ser condenada a 20 años de cárcel en el juicio en el que está siendo juzgada in absentia.

“Antes, las mujeres no eran investigadas. Se beneficiaban de lo que podemos llamar un sesgo de género. Es decir, la mujer solo podía ser débil, solo era la esposa, no era una actora, no toma la iniciativa. Y fue un error en toda la estructuración de la lucha contra el terrorismo en Francia y en Europa”, sostiene Maktouf, que también participó en el juicio de 2017 contra Abdelkader Merah, hermano del primer yihadista autóctono de Francia, Mohammed Merah, que mató a siete personas en marzo de 2012 en la región de Toulouse. También en ese caso se infravaloró el papel de una mujer clave, la hermana mayor, Souad. “Como Hayat Boumeddiene, Souad Merah compró los billetes de avión para su hermano, lo veía después de cada atentado para comer pizza y preparar el siguiente ataque. Hizo todo eso y ahora está tranquilamente en Egipto o Siria”, lamenta Maktouf. Y eso que lo de yihadistas activas no era tan nuevo: la estadounidense Colleen LaRose, Jihadi Jane, fue condenada en 2014 a 10 años de cárcel por participar en un complot de Al Qaeda para asesinar a un dibujante sueco por una caricatura de Mahoma.

Pese a esos antecedentes, Boumeddiene, una de las principales figuras del yihadismo femenino en Francia, se benefició del prejuicio sexista.

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Su pista se pierde en el aeropuerto de Estambul, a su llegada en un vuelo procedente de Madrid el 2 de enero de 2015 —hasta donde la llevó Coulibaly en coche—, acompañada de los hermanos Mehdi y Mohamed Belhoucine, los otros dos inculpados en el juicio también huidos y de los que se cree que fallecieron en Siria. Pero Boumeddiene estaría viva. Fuentes policiales la sitúan en el noroeste de Siria, donde se ha vuelto a casar y es madre de varios niños, según la prensa francesa.

La Fiscalía Antiterrorista volvió a abrir una investigación en abril, después de que una yihadista retornada a Francia asegurara haberla visto en el campo de Al Hol, en el noreste de Siria, en octubre de 2019. El viernes, su hermana mayor reconoció que habló con ella en esa fecha. Pero cuando se activó su búsqueda era, otra vez, demasiado tarde. Boumeddiene había vuelto a huir.

“Francia ha perdido una oportunidad de capturarla viva y de traerla a Francia para que sea juzgada y responda por todos los actos criminales que ha cometido. Fue algo político porque París, por desgracia, no quería entrar en el debate de repatriación de terroristas. Ahora es demasiado tarde”, critica Maktouf.

Las autoridades francesas no son las únicas que no vieron o no supieron calibrar la amenaza yihadista femenina. La Audiencia Nacional española emitió hace un año sendas órdenes de detención contra las españolas Luna Fernández, Yolanda Martínez y Lubna Mohamed Miludi, así como contra la marroquí Loubna Fares, casada con un yihadista de nacionalidad española. Las cuatro están confinadas en dos campos de detención a cargo de las milicias kurdas, Al Roj al norte de Siria, junto a la frontera sirio-turca, y el de Al Hol, donde también estuvo Boumeddiene. Aunque todas afirman que viajaron a Siria siguiendo a sus maridos, las investigaciones, aún bajo secreto, revelan un papel mucho más activo de las mujeres —con algún detalle escabroso— en la organización del grupo terrorista, según ha podido saber EL PAÍS. Un año más tarde, su extradición a España sigue siendo incierta.

“El yihadismo también es cosa de mujeres”, afirmó Maktouf en tribuna reciente en The Huffington Post. “Hacer justicia es también reconocer esta forma más sombría de igualdad de sexos negada por la sociedad”.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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