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Estrategas rusos para el noticiero más popular de Bielorrusia

El aparato represor de Lukashenko extrema el control de los medios: frena la impresión de periódicos, bloquea webs y contrata a personal de Moscú para los medios estatales

Protesta contra Lukashenko, este martes en Minsk.
Protesta contra Lukashenko, este martes en Minsk.Sergei Grits (AP)
María R. Sahuquillo

Mientras los antidisturbios perseguían y apaleaban a los manifestantes por las calles de Minsk hace dos semanas, en el apogeo de las protestas contra el fraude electoral, el principal informativo de Belarus Uno, el canal más importante de la televisión estatal, abrió con una noticia sobre el precio del aceite de colza. “Los agricultores trabajan mejor que nunca, tenemos carne, sal y mantequilla”, comentó Aleksandr Lukashenko, el líder bielorruso, durante una reunión de su Gabinete que difundió ese programa. El popular noticiero, la fuente de información mayoritaria para las personas más mayores en Bielorrusia, también habló de las protestas. Sin embargo, no mencionó a los miles de manifestantes que en ese momento permanecían detenidos en condiciones lamentables, según han documentado las organizaciones de derechos humanos. Sus presentadores se centraron en comentar que las movilizaciones se orquestan desde el exterior para desestabilizar el país, como sostiene Lukashenko, mientras difundían imágenes editadas con supuestos disturbios en las calles e inquietantes testimonios de manifestantes esposados que prometían no volver a protestar.

En Bielorrusia, uno de los países con los índices más bajos de libertad de prensa, según la organización Reporteros Sin Fronteras, el control de los medios estatales por parte de Lukashenko y su equipo es total. Ahora, cuando el país de Europa del Este vive las mayores protestas de su historia, el aparato represor ha afinado sus técnicas y llega a entorpecer la impresión de los periódicos. Mientras, los pocos medios independientes que existen afrontan desde hace años todo tipo de trabas y represión; incluido el bloqueo de sus páginas web.

Cuando los casos de brutalidad policial empezaron a aflorar y la ira ciudadana iba en aumento por las evidencias de manipulación de las elecciones presidenciales, cientos de periodistas y técnicos de la televisión estatal desafiaron a Lukashenko y se declararon en huelga. Algunos pusieron su carta de dimisión sobre la mesa. Otros muchos que se unieron al paro laboral o respaldaron las protestas fueron despedidos.

El líder bielorruso prometió resolver la situación. Y lo hizo. Ahora, los puestos de algunos de los que renunciaron o fueron despedidos los cubren profesionales rusos llegados para respaldar la Administración de Lukashenko, según ha reconocido el mandatario bielorruso. “Son sobre todo técnicos y estrategas políticos; propagandistas”, explica Pavel Bikovski, veterano periodista y consultor de medios. También han pasado a formar parte del selecto grupo de informadores que acompaña al dirigente.

Tras la polémica, Lukashenko aseguró que no suponen ningún coste para las arcas del Estado, mermadas por la crisis económica. “¿Acaso no puedo encontrar amigos en Rusia para pagar a seis o nueve personas?”, planteó. Algunos cambios ya se han notado, explica Bikovski. “La propaganda, la línea editorial, se ha vuelto más activa, más clara. Respalda el discurso del Kremlin de que fuerzas externas quieren destruir Rusia y Bielorrusia, de que Occidente está en contra de los valores tradicionales y las familias”, apunta. “Nuestra televisión ha empezado a usar vídeos de RT, más activos, o transmisiones en vivo de sus operadores. Se ha usado el término Bielorrusia y no Belarús, que es como los bielorrusos, incluso los rusoparlantes, se refieren al país. Eso ha causado una gran indignación”, señala.

Un grupo de mujeres protesta frente a la sede de la televisión estatal de Bielorrusia, en Minsk, el pasado lunes.
Un grupo de mujeres protesta frente a la sede de la televisión estatal de Bielorrusia, en Minsk, el pasado lunes.TATYANA ZENKOVICH (EFE)
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Los medios estatales han ofrecido tradicionalmente una información “sesgada”, apunta la presentadora Anna Shalyutina, que renunció hace unas semanas. Han coreado las visitas de Lukashenko a las granjas, las reuniones de su equipo, sus reprimendas a funcionarios díscolos. Cuando la semana pasada, durante una visita a la fábrica de tractores de Minsk cientos de trabajadores se encararon con Lukashenko y le reclamaron que desaloje el poder, esos gritos no se escucharon en las informaciones emitidas por los canales públicos.

El aparato censor funciona como un engranaje bien sincronizado, explica una informadora que aún continúa trabajando en uno de los canales estatales. Explica que en cada uno de los medios, la sección de Política es un grupo muy cerrado de unas seis u ocho personas que no comparte datos con el resto de la redacción y que tiene línea directa con la Administración presidencial. Si hay algún asunto en las secciones de Cultura o Sociedad que toca tangencialmente algo político, los redactores jefe lo comentan con ese equipo. Ahora, explica la informadora, entre sus filas se encuentran asesores políticos y de marketing llegados desde Rusia para tratar de limpiar la imagen del presidente según su nueva estrategia de enfocarse en los líderes de la oposición como los cabecillas de una “revuelta” impulsada y “pagada” por Occidente, y presentar a Lukashenko como el único hombre dispuesto a salvar el país.

“Siempre hemos sabido en qué país vivimos. Es irreal decir que la gente en los medios se acaba de dar cuenta, pero el nivel de brutalidad policial ha tenido un impacto inmenso”, comenta Anna Shalyutina.

Quienes firmaron la petición para ofrecer “noticias honestas” en los medios estatales se han visto señalados. Muchos, como el periodista Nikita Dementiev, han sido despedidos. “Reclamábamos poder mostrar las noticias sin censura, lo que está sucediendo en el país desde distintas perspectivas, no solo las declaraciones del presidente sino grupos de personas que tienen puntos de vista distintos”, cuenta. Al día siguiente se les unieron empleados de otras compañías estatales. “La gente vio que realmente podía cambiar algo. Creímos que podíamos. El tercer día pusieron vallas, torniquetes en la entrada de la sede de la televisión. El personal ya no pudo entrar. Al cuarto día todo había terminado. La policía custodiaba la entrada y tenía una lista con personas ‘no deseadas’”, explica. “Yo dije públicamente que amaba mi trabajo. Que quería quedarme y seguir adelante, pero trabajar de forma adecuada, periodística, sin avergonzarme. Al día siguiente de decirlo mi pase fue bloqueado”, cuenta.

Rotativas estropeadas misteriosamente

La censura es habitual, pero ahora ha adoptado nuevas caras. Durante las últimas dos semanas, las rotativas de la empresa estatal en la que se imprimen las principales cabeceras del país han tenido “problemas técnicos”. Y varios periódicos que han informado sobre las protestas, como Komsomolskaya Pravda Belarus, que dio en primera página la fotografía de manifestantes agredidos y testimonios de víctimas de la violencia policial, o Narodnaya Volia no han podido salir durante varios días. La última afectada es Belgazeta, una destacada publicación semanal de análisis e información en ruso. Kirill Zhyvalovich, su director, explica que el lunes fueron informados de que había “ciertas reclamaciones” sobre algunos de sus textos. Después, la Casa de la Imprenta, la compañía estatal, aludió “problemas técnicos”.

“Hoy experimentamos la censura más dura de la última década. Generalmente recibimos una advertencia por nuestras informaciones del Ministerio de Información cada tres semanas, pero lo que está sucediendo ahora, unido a estos problemas de impresión, se asemeja a la imposición de una ley marcial en el país”, señala Zhyvalovich.

Lukashenko en un encuentro con miembros de las fuerzas de seguridad el pasado viernes en Minsk.
Lukashenko en un encuentro con miembros de las fuerzas de seguridad el pasado viernes en Minsk.Andrei Stasevich (AP)

La Administración tiene la sartén por el mango: la imprenta estatal es la única tipografía del país. No hay rotativas independientes y la única opción es imprimir en Rusia o Lituania, pero eso, explica el director de Belgazeta, implica algunos problemas logísticos. EL PAÍS no pudo comunicarse con la Casa de la Imprenta.

De momento, la web de Belgazeta sigue operativa, aunque en los últimos días la Administración ha bloqueado más de 70 páginas vinculadas con la oposición, organizaciones de derechos civiles o medios independientes; algunos ya se han restablecido. Pero si antes de las protestas históricas que vive Bielorrusia el uso de los canales de Telegram para información era grande, la actividad de la app se ha disparado en las últimas semanas. El acoso y represión a los periodistas también se ha agudizado. Setenta y dos periodistas fueron detenidos mientras cubrían las protestas, apunta Boris Goretsky, vicepresidente de la Asociación de Periodistas de Bielorrusia.

“Desafortunadamente la estrategia de la Administración ha funcionado”, se lamenta Andrej Makajonak, que presentaba un programa de entretenimiento en la televisión estatal y decidió marcharse hace unos días, durante la primera oleada de protestas. “¿Cómo podía decir ‘buenos días’ en mi programa o sonreír a la cámara? Parecía una provocación cuando todo el mundo está hablando de heridos o muertos durante las protestas”, cuenta Makajonak. “Ahora veo a algunos colegas verdaderamente devastados porque renunciaron a sus puestos y a su salario para mostrar su postura pensando que nadie iba a hacer su trabajo y fueron reemplazados en un instante por personal ruso”, dice.

Opositores, condenados

Belarusian opposition activist Olga Kovalkova waves with flowers during a protest rally in Minsk, Belarus, Saturday, Aug. 22, 2020. Police in Belarus have detained several leading opposition activists who helped spearhead a wave of protests demanding the resignation of authoritarian President Alexander Lukashenko. The Coordination Council established by the opposition to negotiate a transfer of power said Monday Aug. 24, 2020, police detained members Sergei Dylevsky and Olga Kovalkova in the capital of Minsk. (AP Photo/Evgeniy Maloletka, File)
Belarusian opposition activist Olga Kovalkova waves with flowers during a protest rally in Minsk, Belarus, Saturday, Aug. 22, 2020. Police in Belarus have detained several leading opposition activists who helped spearhead a wave of protests demanding the resignation of authoritarian President Alexander Lukashenko. The Coordination Council established by the opposition to negotiate a transfer of power said Monday Aug. 24, 2020, police detained members Sergei Dylevsky and Olga Kovalkova in the capital of Minsk. (AP Photo/Evgeniy Maloletka, File)Evgeniy Maloletka (AP)

Lukashenko ha cambiado de libro de jugadas. El líder autoritario ha aparcado, por el momento, su política de detenciones multitudinarias y arbitrarias y se centra ahora en una estrategia más moderna que se basa en arrestos selectivos. Ahora han aumentado la presión sobre los líderes de la oposición. Dos de sus cabezas más visibles, Sergei Dylevsky, sindicalista, y Olga Kovalkova, estrecha colaboradora de la opositora Svetlana Tijanóvskaya, fueron arrestados el lunes y condenados este martes a diez días de cárcel o arresto domiciliario por “organizar una protesta no autorizada”.

Mientras, el resto de miembros del consejo coordinación, que trata de organizar el diálogo de transición y reclama nuevas elecciones y la liberación de los presos políticos, están imputados por “tratar de tomar el poder”, según Aleksandr Lukashenko. Este miércoles tendrá que declarar la premio Nobel de Literatura, Svetlana Alexiévich, que más que un puesto activo está en el consejo como una especie de ‘autoridad moral’.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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