Las protestas contra Lukashenko se extienden a las fábricas estatales de Bielorrusia
Las denuncias de brutalidad policial espolean las movilizaciones. "Me apalearon tanto que solo veía sangre. Amenazaron con violarme con un palo", cuenta un joven que fue detenido
Las fábricas estatales de Bielorrusia han sido durante años el orgullo de Aleksandr Lukashenko. Este viernes, indignados por el grado de represión y la violencia contra los manifestantes pacíficos, los trabajadores de algunas industrias y empresas estratégicas han abandonado sus puestos de trabajo para clamar contra las autoridades. Miles de empleados de la popular fábrica de tractores MTZ, uno de los gigantes que ha sobrevivido desde la era soviética y es uno de los símbolos del país, o de la planta de automoción de Minsk han marchado por el centro de la capital junto a ferroviarios, profesionales sanitarios, estudiantes, profesores, obreras, músicos, ingenieras de telecomunicaciones para exigir la liberación de los presos políticos, el fin de la violencia, la renuncia del presidente Lukashenko y la convocatoria de nuevas elecciones. Las movilizaciones contra el fraude electoral en los comicios del domingo que gran parte de la sociedad civil mantiene desde el domingo se han extendido a las fábricas, uno de los pilares del país, las bases de Lukashenko, y ponen contra las cuerdas al líder autoritario.
Después de años de represión, silenciamiento de las voces críticas y ataques contra los derechos humanos algo parece haber brotado en la sociedad bielorrusa. Este viernes, espoleados por las imágenes que afloran después de los cortes de Internet y los testimonios sobre la brutalidad policial que los detenidos que dejan en libertad están empezando a revelar, distintas grandes empresas de todo el país se han sumado a un paro laboral contra el régimen que puede suponer un boquete de miles de millones de rublos. “Vete”, gritaban a Lukashenko, con carteles con lemas como ‘Abajo’, muchos portando flores. Lukashenko, que aseguró que los manifestantes eran “ovejas manejadas desde el exterior” o “borrachos y drogadictos”, también ha tratado de minimizar la movilización diciendo que eran cuatro gatos. Los empleados de TMZ le contestaron en una pancarta: “No somos vacas u ovejas, somos trabajadores de MTZ, no somos 20; somos 16.000”. En un intento de aplacar los ánimos, los antidisturbios no han intervenido esta vez en las protestas que pueden marcar una nueva fase en el futuro de Bielorrusia, la antigua república soviética de 9,4 millones de habitantes y, para muchos en Occidente todavía “la última dictadura de Europa”.
Daniil Chejovich permaneció 80 horas junto a otros 30 hombres en una celda de diez. El bloguero de 20 años cuenta que ni siquiera estaba participando en las protestas sino acompañando a casa a su novia cuando le arrestaron. “Me patearon, me apalearon tanto en el suelo del autobús de los detenidos que solo veía sangre. Amenazaron con violarme con un palo y de hecho lo intentaron; dolió”, cuenta al borde de las lágrimas por teléfono desde Minsk. “Sobre todo torturaban a hombres jóvenes. Y la violencia psicológica a la que nos sometían… a un chico con el pelo largo se lo cortaron en el mismo autobús donde nos trasladaban a los detenidos porque decían que ‘parecía maricón”, relata Chejovich, que fue liberado esta mañana. Otra joven relató al portal independiente bielorruso tut.by cómo diez antidisturbios la aporrearon, le bajaron los pantalones y amenazaron con violarla.
Organizaciones de derechos civiles como Amnistía Internacional y Human Rights Whatch han documentado torturas y malos tratos contra los manifestantes. Oleg Gulak, veterano activista y jefe de la ONG Comité Helsinki de Bielorrusia, afirma que la violencia sobre los manifestantes y los detenidos “no tiene precedentes” en el país. Por la magnitud y por la crueldad. “Estamos evidenciando torturas masivas durante las detenciones, durante el transporte y en los propios centros de reclusión”, señala. Un manifestante murió durante las protestas y otro durante la custodia policial. Las autoridades han eludido hablar del segundo caso y aseguran que el primero falleció al estallarle un cóctel molotov, pero testigos citados por los medios locales aseguran que fue alcanzado por una granada aturdidora que lanzaron los antidisturbios.
Lukashenko, a quien la comisión electoral dio un 80% de los votos frente al 10% de su principal rival, Svetlana Tijanóvskaya, mantiene su discurso. También por el momento, y aunque está muy debilitado, el control del aparato estatal y del Ejército. “Para empezar: estoy vivo por ahora y no he salido del país”, recalcó irónico. “Ustedes y nuestros niños están siendo utilizados como carne de cañón”, recalcó insistiendo en que las movilizaciones son una “agresión contra Bielorrusia” orquestada dese el exterior. Mientras, la treintena de supuestos mercenarios rusos arrestados hace unas semanas en Minsk y acusados de planear disturbios para desestabilizar el país, que Lukashenko utilizó para engrasar su discurso sobre la “amenaza exterior” han sido devueltos a Moscú, según la fiscalía general de Rusia. Ucrania, que reconoció a algunos de los contratistas paramilitares por su participación en la guerra del Donbás, había reclamado su extradición para juzgarlos.
Las protestas no decaen pese a que Tijanóvskaya permanece refugiada en Lituania desde el martes, ante una potencial amenaza contra sus hijos; su esposo está preso en una cárcel bielorrusa desde mayo. En un movimiento que puede marcar la senda de las protestas, la líder opositora ha reaparecido este viernes con un mensaje de vídeo en el que exige un nuevo recuento electoral e insta al Gobierno a poner fin a la violencia e iniciar un diálogo con los manifestantes. “Los bielorrusos nunca querrán vivir bajo el Gobierno actual. Las autoridades han convertido las manifestaciones pacíficas en un baño de sangre”, remarcó Tijanóvskaya, que pidió ayuda a los países de la UE para mediar en el diálogo y anunció la creación de un comité de coordinación para ayudar a garantizar una “transición política del poder”. Un consejo en el que se incluirán representantes de la sociedad civil, bielorrusos respetados, profesionales de distintos campos.
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