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La sombra de Berlusconi vuelve a agitar el tablero político italiano

El magnate es una figura central en las maniobras para formar un Gobierno de unidad en caso de crisis

Daniel Verdú
El ex primer ministro, Silvio Berlusconi, en un mitin el pasado enero, en Emilia Romaña.
El ex primer ministro, Silvio Berlusconi, en un mitin el pasado enero, en Emilia Romaña.Flavio Lo Scalzo (Reuters)

Los movimientos tectónicos han vuelto a la volátil política italiana. El Gobierno, presidido por Giuseppe Conte y compuesto por tres partidos en permanente tensión (Movimiento 5 Estrellas, Partido Democrático e Italia Viva), avanza con dificultad hacia un otoño turbulento. Nadie se fía ya de nadie. La idea de un Ejecutivo de concentración, como Italia ha vivido ya en otras épocas de crisis, coge fuerza estos días. En ese escenario, Silvio Berlusconi, 83 años y presidente de una Forza Italia debilitada, ha logrado colocarse en el centro de una red en la que vuelve a ser decisivo para la mayoría de movimientos.

Berlusconi vive alejado desde hace un tiempo del frente político. Algo delicado de salud, el cuatro veces primer ministro de Italia aparece en público solo lo necesario y prácticamente no interviene en el debate diario. Durante la pandemia abandonó su fortín de Arcore (Lombardía) y se retiró a la casa de su hija Marina, en la Costa Azul. El antiguo Cavaliere sigue siendo el presidente de la cada vez más residual Forza Italia (tiene una estimación de voto del 7,2% según el último sondeo de Ipsos). Ha perdido el liderazgo de la coalición de derechas y varios partidos se disputan su electorado. Pero a sus 83 años se dispone a afrontar una jugada política, quizá la última, en la que todos los escenarios ante una crisis de Gobierno le serían favorables.

El Ejecutivo italiano se tambalea. Las últimas decisiones políticas, como la posibilidad de retirar la concesión de las autopistas a Atlantia, propiedad de la familia Benetton, han terminado de agrietar las relaciones. El Ejecutivo ha recuperado finalmente el control del 88% de la concesión, pero se ha dejado demasiadas plumas por el camino en la discusión interna. Los tres principales partidos que lo componen (Movimiento 5 Estrellas, Partido Democrático e Italia Viva) son ya incapaces de entenderse y el único motivo para seguir unidos es llegar a 2022 para elegir al próximo presidente de la República y evitar unas elecciones en las que se impondría la coalición de derecha, formada por La Liga, Forza Italia y Hermanos de Italia.

La crisis de Gobierno, si se produjese, sería esta vez muy distinta a la de hace un año, cuando el líder de La Liga y entonces responsable de Interior, Matteo Salvini, se disponía a asaltar la presidencia del Consejo de Ministros. Hoy nadie ambiciona directamente el puesto de Giuseppe Conte. El horizonte de otoño es demasiado borroso. La perspectiva económica habla de una caída del PIB de hasta un 13%, una fuerte subida del paro y un compás de espera demasiado prolongado para recibir las ayudas de la Unión Europea. “La gestión de la pandemia fue dura. Pero navegar en esta crisis será mucho peor”, opina uno de los asesores del primer ministro. El propio Conte, cuya popularidad ha subido estos meses, lo sabe. Cunde la sensación de que alargará el estado de emergencia por la covid-19 hasta el 31 de diciembre, en parte, para prolongar un momentum político favorable y evitar el vértigo de la siguiente fase.

La crisis de Gobierno solo se produciría tras las elecciones regionales en seis regiones a finales de septiembre. La idea general, en ese caso, sería la de formar un Ejecutivo de concentración para hacer frente a la calamidad económica y financiera del país en otoño. Un periodo en el que deberán asignarse las partidas que lleguen desde Europa y en el que todo el mundo quiere figurar. Berlusconi, algo alejado de sus socios de la derecha, tiene un botín parlamentario y una posición relativamente neutral muy valiosa para jugar a varias bandas. Y casi todos los rebotes le benefician.

Forza Italia ya no esconde el interés en formar un nuevo Gobierno y ofrece su apoyo a los potenciales accionistas. Incluso si sus socios de la coalición de centroderecha (La Liga y Hermanos de Italia) deciden no participar en ella. Renato Brunetta, diputado y hombre de gran confianza del dueño de Mediaset, lo ve así. “El acercamiento soberanista ha fracasado. Vuelve el momento Berlusconi. Y eso lo están viendo todos. La actual mayoría de Gobierno ha agotado su impulso. Está indecisa y el Ejecutivo Conte II no está capacitado para gestionar la siguiente fase. Nosotros nos hemos abierto a una estrategia de unidad nacional con quien quiera unirse a ella. Eso significa elegir a un nuevo primer ministro y construir un programa de gobierno para las reformas del país”, apunta.

Asesor clave

Berlusconi, que ha recibido estos días el insólito reconocimiento público de históricos enemigos como Romano Prodi o el exeditor de La Repubblica Carlo De Benedetti, va en serio. El síntoma más claro de la nueva estrategia se produjo hace pocas semanas. Gianni Letta, de 85 años, el hombre al frente de la sala de máquinas de los cuatro Gobiernos de Berlusconi, volvió a escena. Fuera de los círculos políticos habituales, el asesor con mayor instinto y la mejor agenda de contactos de la última era política, se reunió en secreto con el ministro de Exteriores y líder de facto del Movimiento 5 Estrellas (M5S), Luigi Di Maio.

Un encuentro, revelado por La Stampa y enormemente estrambótico, dada la naturaleza de ambos políticos y la cuestión en discusión: el consejo de administración del ente independiente que regula la televisión pública. El M5S, cuya identidad se basó durante años en criticar la promiscuidad entre los negocios televisivos y la política de Berlusconi, ha accedido a que el excavaliere colocase ahí a una de sus personas de confianza y redactora de la denominada ley Gasparri (2003), una de las normas que más le benefició en el pasado parra expandir sus negocios.

Berlusconi, en el ocaso de su carrera, tiene inesperadamente una buena mano. “El Gobierno está hecho pedazos. Ha perdido la sensibilidad para los temas importantes”, apunta un diputado del PD, partido integrante de la coalición del Ejecutivo. “El momento es terrible, pero es evidente que alguien inteligente como él puede aprovecharlo. Tiene la llave a los problemas de muchos de los protagonistas de este momento”, insiste.

Conte, imbatible en los sondeos (es el político mejor valorado), tiene un problema en casa. El éxito cosechado en los últimos meses ha eclipsado completamente a Di Maio. “Luigi no soporta al primer ministro. Cree que está haciendo campaña dentro del partido contra él”, señala un miembro destacado de los grillinos. Y parte del M5S, fragmentado en una suerte de tribus políticas, ya no confía en él, prefiere agitar la coctelera del caos y preparar el futuro. De ahí, también, la reunión de Di Maio con Letta, en la que empezó el intercambio de favores y se habló de un hipotético futuro posterior a Conte.

La única figura que genera ahora mismo un consenso unánime en Italia es la del expresidente del Banco Central Europeo Mario Draghi. Si la situación económica y financiera del país se vuelve insostenible, la mayoría cree que sería la persona apropiada para coger el timón del barco en medio de la tormenta. Berlusconi le apoyaría, Italia Viva (el partido de Matteo Renzi), también lo ha manifestado ya. Incluso un ala del M5S, liderada por el propio Di Maio, lo vería con buenos ojos. Draghi es el único nombre que hace palidecer a Conte.

Gianni Letta, el tejedor de Berlusconi

Silvio Berlusconi aterrizó en la política en 1994. Frecuentador de los círculos del norte, el Cavaliere carecía de la llave de los palacios romanos. El periodista Gianni Letta (Avezzano, 85 años), curtido en el periódico Il Tempo y como asesor en Fininvest, el conglomerado de empresas del magnate, se convirtió en su asesor áulico y en uno de los jefes de Gabinete más poderosos de la Italia reciente. Berlusconi lo definió a menudo como “una bendición del cielo”. Su retorno es un reflejo clarísimo de la importancia que el dueño de Mediaset otorga al momento.

El impacto de Letta en la política italiana es enorme. Hombre discreto, tiene urticaria a la primera línea. Trabajador monstruoso hasta la madrugada, ha sido el tejedor del universo político berlusconiano: diplomáticos, banqueros, periodistas, jefes de Gabinete... “Es extremadamente educado, lo recuerda todo y si te puede ayudar lo hace. Ha hecho muchos favores… y se los deben también”, señala alguien que le conoce.

Letta, una suerte de democristiano moderado, domó el impulso revolucionario de Berlusconi, su vertiente más liberal. Por eso, opina el politólogo Giovanni Orsina, muchos de los fundadores de Forza Italia terminaron odiándole. Hoy esa moderación puede percibirse en el alejamiento de Berlusconi de las posturas radicales de sus socios de coalición.

 


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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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