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México impulsa su política exterior y amplía su presencia en organismos internacionales

López Obrador, sin apenas interés en lo que ocurre fuera de las fronteras, se apoya en el cuerpo diplomático, que trabaja para implicarse en la conversación global

Sonia Corona
López Obrador en una conferencia con el canciller Ebrard y el embajador Juan Ramón de la Fuente.
López Obrador en una conferencia con el canciller Ebrard y el embajador Juan Ramón de la Fuente.

A la sede de Naciones Unidas en Nueva York llegó una orquesta para interpretar dos símbolos indudablemente mexicanos: el Huapango de Moncayo y el Danzón no.2 de Arturo Márquez. La música clásica se convirtió esa tarde de octubre de 2019, una vez más, en uno de los vehículos diplomáticos de México para hacer una buena impresión ante 192 naciones y convencerles de que el país latinoamericano podía formar parte del Consejo de Seguridad. Ocho meses después, México ha conseguido un lugar en la mesa y ha marcado un punto de inflexión de la presencia del país en la escena internacional. No fueron solo los símbolos mexicanos, sino una estrategia impulsada desde la Secretaría de Exteriores que ha ido poco a poco alcanzando diversos foros y puestos directivos en organismos multilaterales en el último año.

Las condiciones de México han arrojado una combinación poco común en la política internacional: un presidente con poco interés en el mundo y un cuerpo diplomático trabajando a toda marcha para implicarse en la conversación global. La creciente presencia de México en los organismos internacionales contrasta con el aparente escaso interés que muestra el mandatario, quien ha insistido desde la campaña electoral que la mejor política exterior es una sólida política interior. En un año y medio de Gobierno, el mandatario no ha hecho una sola visita al extranjero y apenas ha recibido a algunos presidentes, entre ellos, a Iván Duque, de Colombia y al español, Pedro Sánchez, el primero que lo visitó poco después de su toma de protesta. Con España ha librado uno de los episodios diplomáticos más controvertidos, después de enviarle al Rey una carta en el que le reclamaba que pidiese perdón por los excesos de la conquista. Con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (T-MEC), prevista para el 1 de julio, el presidente mexicano sorprendió al barajar una visita a Washington y poder reunirse con Donald Trump, pero ha quedado cancelada ante el desarrollo de la pandemia.

A pesar de su aversión por el Exterior, López Obrador no ha reparado en presumir de los avances que la diplomacia mexicana ha logrado en los últimos meses. Para ello, asegura, ha depositado toda su confianza en el canciller Marcelo Ebrard, que ha asumido diversas tareas más allá de ser el arquitecto de la política internacional mexicana. La crisis sanitaria por el coronavirus, además, ha obligado a López Obrador a acercarse a otros mandatarios y al teléfono se ha puesto con Donald Trump, Xi Jinping y Justin Trudeau. Además, el país ha pedido en diversos foros el acceso universal y equitativo a la vacuna contra la covid-19 y se ha sumado a la Coalición para la Innovación en la Preparación de Epidemias (CEPI) en la búsqueda global por el fármaco que dé una tregua ante la pandemia.

Los planes para el nuevo asiento mexicano en el Consejo de Seguridad de la ONU pasan por una reforma al organismo internacional y la regulación de la venta de armas. La penúltima vez que el país latinoamericano participó en él, en 2003, México se opuso a la intervención de Estados Unidos en Irak, lo que devengó en un par de años accidentados en la relación bilateral. “Esta tiene que ser más una oportunidad que un riesgo para México”, explica Mauricio Meschoulam, analista y profesor de la Universidad Iberoamericana, “hay una tradición mexicana en la que nos importa lo que pasa en la agenda internacional. No se hace política exterior para hacer una linda imagen, es para influir en el sistema internacional y esa es la oportunidad. El riesgo es que, como ha ocurrido en otros momentos, México tenga que enfrentarse con Estados Unidos y eso le genere problemas”.

Con los riesgos asumidos, México se posicionó como el único candidato de América Latina y El Caribe para optar por un lugar en el Consejo de Seguridad. Juan Ramón de la Fuente, representante de México ante Naciones Unidas, ha reconocido tras la votación que el país logró el hueco en el foro sobre conflicto armados, principalmente, por el espaldarazo que obtuvo de los Gobiernos latinoamericanos durante 2019. Con ese respaldo de 33 países en el bolsillo, México se dedicó el resto de los meses a obtener el voto de naciones de Europa y Asia. “Fue gracias al apoyo de nuestra región que llegamos al Consejo sin mayores problemas a la hora de la votación final, aunque con una participación muy copiosa de otros países y a los países que tienen menos nivel de desarrollo, esta parte solidaria de no dejar a nadie atrás y de estar siempre de lado de los que están en una posición más desventajosa”, dijo De la Fuente, en una de las conferencias matutinas de López Obrador.

El avance de México en los foros internacionales se ha materializado desde que comenzó este año con la presidencia pro tempore en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac); luego con el nombramiento del diplomático mexicano Joel Hernández García como presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH); así como con la integración de México, también en Naciones Unidas, en el Consejo Económico y Social. “Tenemos una estrategia del fortalecimiento del multilateralismo, es decir que México tiene una apuesta por trabajar a través de organismos multilaterales en lugar de hacer solo negociaciones bilaterales”, apunta Martha Delgado, subsecretaria de Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos, de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

El nuevo papel de México bajo el Gobierno de López Obrador recuerda la implicación diplomática del país que durante el siglo XX funcionó como mediador en diversos conflictos internacionales –en el desarme nuclear durante la Guerra Fría o por la paz en Centroamérica con el grupo Contadora– y que poco a poco se fue relegando hasta centrarse en Estados Unidos, durante la presidencia de Enrique Peña Nieto (2012-2018). Su resurgimiento comenzó en Latinoamérica con el planteamiento de una salida negociada al conflicto político en Venezuela, el refugio para el expresidente boliviano Evo Morales al dejar el Gobierno de su país, y en el desarrollo al lado de Centroamérica, a través de El Salvador y Honduras, de programas sociales para disminuir la migración hacia Estados Unidos. “Todas esas posiciones [en organismos internacionales] visibilizan al país y México tiene la oportunidad de pelear por el liderazgo regional con Brasil. Es más que claro y natural que México establezca puentes con Latinoamérica (...) y es un buen momento para poner los valores que López Obrador promovió en su campaña con una visión de izquierda”, añade el politólogo Genaro Lozano.

La última apuesta de México en la escena internacional es la candidatura de Jesús Seade, el negociador mexicano del T-MEC, a la dirección de la Organización Mundial del Comercio (OMC), cargo al que también aspira la ministra de Exteriores de España, Arancha González Laya. El respaldo latinoamericano no ha demorado en llegar: dos días después del anuncio, el presidente argentino, Alberto Fernández, publicó un mensaje en Twitter para mostrar el apoyo de Argentina a la candidatura de Seade, argumentando que en sus manos la dirección de la OMC tendrá “una mirada latinoamericana”. Si la buena racha de México continúa, Seade despacharía los próximos cuatro años desde Suiza.

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Sobre la firma

Sonia Corona
Es la jefa de la redacción de EL PAÍS en México. Cubre temas de Política, Economía, Tecnología y Medio Ambiente. Fue enviada especial para las elecciones presidenciales de 2020 en EE UU. Trabajó en Reforma y El Huffington Post. Es licenciada en Comunicación por la Universidad de las Américas Puebla y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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