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La presión de EE UU ahuyenta la creciente presencia de China en Israel

El Gobierno israelí aparta a una empresa china de un gran proyecto tras la reciente visita de Pompeo

Juan Carlos Sanz
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y el secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, el día 13 en Jerusalén.
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y el secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, el día 13 en Jerusalén.Europa Press

Entre su principal aliado militar y su segundo mejor socio comercial, Israel parece no haber vacilado en elegir a Estados Unidos, que le aporta cada año 3.400 millones de euros en armamento y ayuda castrense, frente a China, adonde en 2018 exportó bienes por unos 4.300 millones. Dos semanas después de la visita a Jerusalén del secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, el Gobierno israelí adjudicó el martes la construcción y gestión de una megaplanta desaladora en la costa mediterránea a la compañía local IDE en detrimento de la hongkonesa Hutchison. Gracias a sus competitivas ofertas, las empresas chinas se han hecho en tiempos recientes con proyectos sensibles en el Estado judío, como la reforma y administración de los puertos de Haifa y Ashdod, las dos grandes vías entrada de mercancías al país, en contra de los intereses geoestratégico de Washington.

Después de su encuentro con el primer ministro Benjamín Netanyahu, el jefe de la diplomacia norteamericana declaró el pasado día 13 a la televisión estatal hebrea que la creciente participación china en infraestructuras críticas de Israel podía “poner en peligro la cooperación con EE UU”. El grupo Hutchison ha perdido ahora una licitación en la que despuntaba como uno de los dos favoritos. Estaba en juego una inversión superior a los 1.800 millones de euros para incrementar en un 35% la capacidad de desalinización de agua marina en un país cada vez más afectado por prolongadas sequías.

La planta Soreq 2, que será a partir de 2023 la mayor desaladora de las seis que van a operar en Israel, se alzará junto a la base aérea de Palmachim (al sur del área metropolitana de Tel Aviv), donde resulta habitual la presencia de Fuerza Aérea de EE UU, y en las inmediaciones de un centro de investigación nuclear. El Ejército israelí ya había expresado hace un año su preocupación por la implantación de una empresa china junto a instalaciones de seguridad. Según el diario Haaretz, Netanyahu se interesó la semana pasada por el expediente del concurso y dejó claro a los ministros de Economía y de Energía que es el primer ministro quien define los intereses estratégicos del Estado.

“Aunque la adjudicación haya correspondido oficialmente a la empresa israelí por presentar la mejor oferta, la presión de Washington está presente en Israel”, considera Shira Efron, analista asociada del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional. Esta experta en las relaciones entre Israel y China precisa que Washington teme ante todo que Pekín “penetre en la burbuja tecnológica” del Estado hebreo y se dote de capacidades relevantes en áreas como el ciberespionaje o la tecnología militar. “La mayoría de las empresas chinas, además, están conectadas con su Gobierno, que mantiene relaciones directas con Irán”, advierte Efron, quien ha publicado la mayor parte de sus investigaciones en la Corporación Rand, laboratorio de ideas vinculado a las Fuerzas Armadas de EE UU.

Tras la adjudicación de la ampliación del puerto de Haifa, en cuya base naval fondea con frecuencia la Sexta Flota norteamericana durante sus patrullas por el Levante mediterráneo, Washington requirió al Gobierno israelí para que controlara la penetración económica de China. Una comisión especial de la Kneset (Parlamento) examina desde hace dos años todos los proyectos de inversión de sus empresas. Los conglomerados de la construcción del gigante asiático están también presentes en proyectos como el de la red de metro ligero de Tel Aviv o en los planes estatales de edificación masiva de viviendas. Para ello, el Ejecutivo de Netanyahu concedió en 2017 permiso de trabajo a más de 20.000 obreros chinos.

En este clima de presión para ahuyentar la creciente presencia de China, el embajador de EE UU, David Friedman, pidió el mismo martes al Ministerio de Comunicaciones que bloquee los movimientos de los inversores chinos que aspiran a desarrollar la red 5G de telefonía móvil en Israel. El Gobierno de Netanyahu debe decidir en las próximas semanas sobre la compra de material destinado a poner en marcha la nueva red de datos de alta velocidad, en la que las compañías chinas son punteras. También tiene que resolver si el grupo hongkonés Hutchison puede hacerse con el control de Partner, el segundo mayor operador de móviles israelí. Como abogado que trabajó para las compañías inmobiliarias del presidente Donald Trump, el embajador Friedman se precia de tener línea directa con la Casa Blanca.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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