Johnson frena al ala dura de los conservadores y mantiene el confinamiento
El primer ministro evita detallar una posible estrategia de salida en el Reino Unido
Boris Johnson ha echado mano de su mejor arma, la retórica, para rebajar la presión pública que a duras penas han soportado sus ministros mientras estaba ausente. A las puertas de Downing Street, ha reaparecido este lunes para pedir a la ciudadanía una dosis extra de paciencia en el “momento de máximo riesgo” y ha intentado zanjar de ese modo el debate político que erosionaba al Gobierno, en el que un sector presionaba para acelerar la desescalada. No es tiempo aún para detallar el cómo o el cuándo de la relajación del confinamiento, ha dicho el primer ministro, a la vez que prometía transparencia máxima cuando se tomen esas decisiones.
Cuando Johnson ingresó en la UCI, víctima de un agravamiento de los síntomas de la covid-19, las cifras diarias de muertos en el Reino Unido se aproximaban peligrosamente al millar. En su reaparición pública de este lunes, dispuesto ya a colocarse de nuevo al frente del esfuerzo del Gobierno, los fallecidos eran en torno a 360. “Estamos comenzando a darle la vuelta a la situación”, ha proclamado. “Si este virus fuera un combatiente físico, si se tratara de un inesperado e invisible atracador, y les puedo decir por experiencia propia que de eso se trata, este sería el momento en que todos juntos lo redujéramos en el suelo”. Más pronto que tarde deberá comenzar a diseñar una estrategia de salida que le reclaman con insistencia la oposición laborista, el ala dura de su Partido Conservador, el Gobierno autónomo de Escocia y todo el equipo económico del Ejecutivo, que teme un deterioro irreversible de la actividad del país. Johnson ha decidido alinearse claramente con su ministro de Sanidad, Matt Hancock, quien ha defendido casi en solitario durante tres semanas la necesidad de no bajar la guardia.
“Ya sé que sin nuestro sector privado, sin el empuje y el compromiso de todos los creadores de riqueza de este país, no habrá economía de la que hablar. No habrá dinero para pagar nuestros servicios públicos y no podremos financiar nuestro Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés). Puedo ver las consecuencias a largo plazo de este confinamiento tan claramente como todo el mundo, y comparto con todos la sensación de urgencia”, justificaba Johnson. Era el modo de acallar las dudas y sospechas que, siempre desde el anonimato, han manifestado en las últimas semanas algunos políticos conservadores.
El hecho de que el primer ministro hubiera sufrido personalmente los estragos del coronavirus hasta el punto de haber peligrado su vida, sugerían, iba a forzarle inevitablemente a mostrar más prudencia de la necesaria en un momento en que tiene que tomar decisiones arriesgadas. Johnson ha optado por compartir con los ciudadanos sus propios razonamientos, y establecer el “diálogo entre adultos” que le reclamaban sus críticos. “Ya sé que es duro, y quiero como el que más que la economía se ponga de nuevo en marcha, pero me niego a tirar por la borda todo el esfuerzo y sacrificio del pueblo británico, y arriesgarnos a un segundo estallido del virus que suponga una enorme pérdida de vidas y un NHS desbordado”, ha zanjado Johnson el debate.
La convicción general, durante el tiempo de su ingreso hospitalario y su convalecencia, ha sido que el equipo de ministros que ha estado al frente de la crisis -especialmente el de Exteriores, Dominic Raab- actuaba desde la mera interinidad, y que las grandes decisiones que el Reino Unido debería adoptar en el futuro inmediato recaían exclusivamente en Johnson. Su mensaje ha sido muy claro. Sabe lo que le corresponde, pero ha pedido a todos que dejen por el momento de insistir en la pregunta. “En todo este proceso deberemos tomar decisiones muy difíciles, pero ahora mismo no podemos detallar cuándo se producirán los cambios ni mucho menos con qué rapidez. Pero el Gobierno tendrá mucho más que decir al respecto en los próximos días”, prometía.
El nuevo líder de la oposición laborista, Keir Starmer, ha adoptado una estrategia de incremento gradual de su presión al Gobierno. Ha hecho llegar este fin de semana una carta a Johnson en la que le reclama con urgencia que inicie un diálogo con el resto de partidos y cuente con ellos para perfilar la futura estrategia. “Se trata de una crisis nacional y por lo tanto requiere de una respuesta nacional. En las próximas semanas será necesario un esfuerzo de preparación y planificación por parte del Gobierno. Ya hemos visto las consecuencias de unos preparativos y planes pobres. Es algo que no puede volver a ocurrir”, advertía Starmer.
Ambos se verán cara a cara en la sesión de control de la Cámara de los Comunes del próximo miércoles, que se ha reanudado con estrictas medidas de distancia social y con la mayoría de los diputados presentes a través del vídeo desde los salones de sus hogares. “Vamos a intentar construir el mayor consenso posible con los empresarios, los Gobiernos autónomos y los partidos políticos, y buscaremos incorporar en el esfuerzo a la oposición todo lo que sea posible”, aseguraba Johnson. “Es lo mínimo que espera de nosotros la ciudadanía británica”.
El Gobierno asegura que ya ha comenzado a elaborar planes de relajación de las medidas estrictas impuestas, que se alejan en su rigor de las desplegadas en otros países, como España, pero que también han paralizado casi por completo la actividad del Reino Unido. Algunas empresas y comercios comienzan a activar estrategias para una vuelta a la normalidad muy distinta al periodo anterior a la llegada del virus.
En su escalonado regreso a la tarea, Johnson ha vuelto a aferrarse a los clásicos. “La salud de la ciudadanía es la ley suprema”, dijo el viernes a sus ministros citando a Cicerón. El primer ministro ha vuelto a escena con su habitual oratoria, pero fue también el político de la antigua Roma quien dijo que “no hay nada tan increíble que la oratoria no puede volver aceptable”. Corresponderá a Johnson calibrar hasta cuándo estará la ciudadanía británica dispuesta a aceptar únicamente palabras.
El Gobierno de Johnson ha decidido incorporar una pregunta diaria de los ciudadanos en la rueda de prensa que cada tarde ofrece con los últimos datos sobre la pandemia del coronavirus. Un total de 15.000 personas han volcado sus dudas en la página web oficial habilitada al respecto, según explicaba este lunes Hancock. Una empresa demoscópica seleccionará la pregunta sin que los ministros puedan conocer su contenido de antemano. “¿Podré volver a abrazar a mis nietos cuando se cumplan las condiciones establecidas y comience a levantarse el confinamiento?”, preguntaba Lynne, desde la localidad de Skipton.
Hancock ha decidido derivar una respuesta que a la fuerza tenía que ser decepcionante al director médico oficial del Gobierno, Chris Whitty, un habitual en las comparecencias diarias. “Todo dependerá de las circunstancias personales”, ha respondido. Y si se trata de una persona mayor, con patologías previas, ha intentado explicar, “la respuesta debe ser que conviene ser prudente y no poner en riesgo su vida. Es importante que los más vulnerables se sigan protegiendo sean cuales seas los siguientes pasos que adopte el Gobierno”, concluía Whitty, obligado a dar explicación técnica y prudente a las dudas emocionales que están sufriendo muchos ciudadanos.
Era el ministro de Sanidad quien se encargaba a continuación de ofrecer la respuesta política: “Nos hacemos cargo del impacto que supone no ser capaz de abrazar a sus familiares más cercanos. Simplemente confiamos en que sea posible regresar a ello lo más pronto que sea posible. Está claro que las consecuencias directas sobre nuestra salud y sobre nuestra economía que supone intentar aplanar la curva y frenar esta terrible enfermedad son enormes”. Lynne, a diferencia de los periodistas, no tuvo ocasión de repreguntar, ni mucho menos de aclarar cuál de las dos respuestas, si alguna, le había tranquilizado más.
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