Malasia estrena nuevo primer ministro tras una grave crisis política
Muhyiddin Yassin jura el cargo y es acusado de “traición” por parte de su predecesor, Mahathir Mohamad
Malasia tiene un nuevo primer ministro. No es Mahathir Mohamad, quien dimitió la semana pasada de forma inesperada tras supuestas maniobras golpistas en las filas de su Gobierno; tampoco Anwar Ibrahim, llamado a suceder al nonagenario Mahathir, según acordaron ambos al ganar las elecciones de 2018. Se trata de Muhyiddin Yassin, un político nacionalista malayo hasta ahora de perfil bajo que, ayudado por la antigua formación en el poder y los islamistas, se ha convertido en el octavo dirigente del país del sureste asiático.
Con Muhyiddin, la vieja Malasia regresa con fuerza, si es que alguna vez se ha marchado del todo. Las carambolas políticas de los últimos diez días han dejado al país patas arriba y roto la promesa de cambio que supuso la victoria de Mahathir hace dos años, cuando la oposición venció por primera vez en la historia a la Organización Nacional de los Malayos Unidos (UMNO). “Me siento traicionado, sobre todo por Muhyiddin. Ha tramado esto durante mucho tiempo y finalmente ha triunfado”, aseguró Mahathir este fin de semana.
El curso de los acontecimientos es aún confuso. Mahathir dimitió hace una semana, en principio porque no estaba de acuerdo con que algunos de sus socios de Pakatan Harapan (PH), la coalición gubernamental, establecieran contactos con UMNO y otros partidos de la oposición para establecer una nueva alianza. Aunque en principio se interpretó que Mahathir estaba detrás de las artimañas con el objetivo de sacar de la coalición a los partidarios de Anwar, con quien mantiene una relación de suma rivalidad desde hace años, este dijo después que el nonagenario no había tenido nada que ver.
Anwar aseguró que el exdirigente desconocía la estratagema, que dimitía y se retiraba de Bersatu (formación dentro de PH) porque no quería aliarse con UMNO. Este partido estuvo en el poder durante seis décadas consecutivas y perdió en gran parte las elecciones de 2018 por el mayor escándalo de corrupción de la historia de Malasia: el desvío, durante el Gobierno de Najib Razak (2009-2018), de 2.600 millones de dólares del fondo estatal 1Malaysia Development Berhanrd (1MDB).
Tras la dimisión de Mahathir y la salida de Bersatu de PH, el sultán Abdullah Ahmad Shah –que nombró primer ministro interino al nonagenario– inició una ronda de contactos con los 222 miembros del parlamento para determinar quién podría concentrar mayoría de apoyos en la cámara baja. Aunque la mayoría de las apuestas se inclinaban por que fuesen Mahathir, Anwar o su rival Azmin Ali quienes consiguieran el respaldo mayoritario, el sábado se produjo la sorpresa.
El monarca aseguró que Muhyiddin, exministro de Asuntos Interiores y fundador de Bersatu junto a Mahathir, aunaba apoyos suficientes gracias a UMNO y al islamista PAS. El mismo domingo, Muhyiddin, de 72 años, juraba el cargo en el Palacio Nacional. “Me gustaría dar las gracias a Alá por haber sido nombrado octavo primer ministro”, dijo el nuevo primer ministro de Malasia, país de mayoría musulmana, vestido en un traje negro tradicional.
Aunque en política malasia las certezas no existen, entre las versiones más plausibles está la de Mahathir, que Muhyiddin le “traicionara” realmente y llevase tiempo granjeándose apoyos en las filas de UMNO y PAS para desbancarle, propiciando su dimisión. Pero también que Mahathir haya tenido un error de cálculo: reacio a ceder el testigo a Anwar, podría haber secundado la idea de formar una nueva coalición que le dejara fuera, sin esperar que otro fuera después a liderarla.
El pasado de Mahathir y Anwar sugiere que todo es posible. Los dos comenzaron como mentor y discípulo cuando el primero gobernó Malasia por primera vez (1981-2003), hasta que Anwar, veinte años más joven que Mahathir y entonces viceprimer ministro, despuntó. El exdirigente le acusó entonces de sodomía, un crimen en Malasia y una acusación que Anwar y sus aliados consideraron un ardid político para retirarle de la escena política. Anwar pasó años en prisión ―fue acusado dos veces del mismo cargo―, y fue liberado a través de la mediación de Mahathir después de la victoria electoral de 2018. Entonces, ambos decidieron aliarse para vencer a Najib y acordaron que Anwar sucedería a Mahathir a mitad de la legislatura de cinco años, sin establecer fecha clara.
Pero Mahathir, de 94 años, ha ido posponiendo el relevo, que según el último acuerdo entre ambos iba a suceder tras la celebración de la cumbre de la Asociación para la Cooperación Económica de Asia-Pacífico (APEC) en Malasia en noviembre. La irrupción de Muhyiddin inicialmente lo imposibilita. Su juramento como primer ministro fue recibido con protestas en Kuala Lumpur por parte de quienes creen que va a favorecer a la población malaya (el 69%), mayoritariamente musulmana, frente a la china (24%) y la india (7%), como se critica que ocurrió durante décadas con UMNO en el poder. En el pasado, Muhyiddin ha asegurado ser “malayo” antes que malasio.
También se teme que su nombramiento pueda favorecer el retorno de políticos actualmente juzgados por corrupción y abuso de poder por el 1MDB, entre ellos el propio Najib. Su pacto con PAS, partido islamista que ha impuesto en el estado de Kelantan, donde gobierna, la lapidación a adúlteras, entre otras medidas radicales, tampoco es bien recibido por los sectores liberales.
Cuando en 2018 ganó Mahathir, que fue parte de UMNO y gobernó con mano de hierro durante su primera legislatura, fue bajo la promesa de traer cambios a Malasia, combatir la corrupción y defender el carácter multirracial del país. Unos cambios que han caído, de momento, en saco roto. “He cometido errores. Decidí dimitir porque perdí el apoyo de mis diputados. No tenía opción”, dijo el nonagenario, quien no descarta volver a intentarlo. Ya ha advertido que piensa presentar una moción de confianza contra Muhyiddin, su nuevo archienemigo, sin fecha aún concreta.
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