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Una familia contra todo el poder que esconde una isla

Los tres hijos de la periodista asesinada Daphne Caruana Galizia llevan dos años luchando en Malta para evitar la impunidad y preservar su memoria

Manifestación en La Valeta para pedir justicia por el asesinato de la periodista Daphne Caruana Galizia, el 3 de diciembre. En vídeo, el resumen del caso.Vídeo: AFP | EPV
Silvia Blanco

En la calle de la República, en el corazón de la capital maltesa, brillan estos días las luces de Navidad. La temperatura ronda los 20 grados. La música de los villancicos que sale de los altavoces se mezcla con el murmullo de los turistas y los malteses que caminan con aire despreocupado. Las joyerías suceden a las perfumerías, los bancos a las heladerías y las tiendas de ropa hasta llegar al edificio de los juzgados, uno de los escenarios de la tenebrosa trama que ha sumido a la pequeña Malta en su mayor crisis en décadas. En las salas del edificio de inspiración neoclásica, con sus columnas y su frontón, se han escuchado en los últimos días los testimonios de los dos personajes clave involucrados en el asesinato de la periodista Daphne Caruana Galizia a los 53 años. Solo ahora, dos años después de que le colocaran una bomba en el coche, empieza a destejerse la intriga que hizo posible el atentado, sustentada en los vínculos entre unos matones a sueldo y la élite política y económica de la isla, salpicada por la corrupción.

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Justo enfrente de los juzgados, brilla la llama de otras luces, la de cuatro velitas en fila. Están ahí para recordar a la periodista que investigaba los principales casos de corrupción que afectan a los poderosos de Malta, sobre todo al Gobierno. Junto a su foto, hay carteles con citas de sus artículos y mensajes para pedir justicia. Siguen ahí porque todavía no se sabe quién está detrás del asesinato, y hablan de una lucha, la que ha tenido que emprender su familia, contra la impunidad y el olvido. Es difícil entender la atención internacional que ha recibido el caso y la presión que ha habido para que avance sin contar con la implacable actitud de denuncia y la unidad de su marido y sus tres hijos, Matthew, Andrew y Paul, de 33, 32 y 31 años. La batalla es feroz: además de con el dolor, han tenido que lidiar con una investigación casi estancada hasta ahora, llena de irregularidades, y con una campaña de odio vertida sobre la memoria de la periodista y sobre ellos mismos. Una pequeña muestra de que esa lucha no ha terminado se ve en esos juzgados y también en este lugar cada noche, cuando los servicios de limpieza retiran las velas, las flores y los carteles por orden de las autoridades. Cada día, sin embargo, un grupo de activistas se turna para volverlos a colocar.

El día que mataron a su madre, el 16 de octubre de 2017, Matthew Caruana Galizia estaba trabajando frente al ordenador en la mesa de madera del salón de su casa. Él formaba parte del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) y en ese momento colaboraba en desentrañar la información de los llamados Papeles del paraíso, una enorme filtración de documentos sobre inversiones en refugios fiscales. Recuerda que ella se iba al banco, regresó porque olvidó unos cheques y le dijo: “¡Ciao! Cuando vuelva puedes usar el coche”. Minutos después, su hijo escuchó la explosión. “Me di cuenta de que era una bomba inmediatamente. Salí a la calle descalzo y vi todo el fuego. El claxon sonó sin parar hasta que el fuego consumió todo el coche. No quedó nada, solo los pedazos de metal”, cuenta en el salón lleno de jarrones, figuritas y fotos de la familia en una boda, en unas vacaciones. En la puerta de su casa, rodeada de un cuidado jardín con olivos y mirto, hay un coche de policía que hace guardia 24 horas desde ese día. La vida que tenía hasta entonces quedó en suspenso. Dejó el trabajo y se dedicó en exclusiva a reclamar justicia.

Él y su familia siempre han estado convencidos de que quienes mataron a Daphne estaban en el Gobierno o tenían vínculos con él, después de que ella hubiera investigado casos de corrupción que involucraban a varios ministros. Matthew dice que mientras veía arder el coche de su madre pensó en Keith Schembri, el hasta hace una semana jefe de Gabinete, amigo y más estrecho colaborador del primer ministro de Malta, Josep Muscat. “Estaba seguro de que estaba involucrado”, explica Matthew, “pero al mismo tiempo no quería pensarlo porque es demasiado horrible que el asesinato de mi madre fuera planeado por la oficina del primer ministro. Todo el mundo está en shock porque estamos descubriendo que es cierto”, dice Matthew indignado. “Cuando lo pienso, me parece una locura. Ahora todo tiene sentido, por eso no avanzaba la investigación”.

Ha sido en las últimas tres semanas cuando, de manera vertiginosa, ha sido posible empezar a unir los puntos, aunque todavía nadie ha sido juzgado. La detención del taxista -en realidad, lo arrestaron por lavado de dinero, y una vez detenido y a cambio de inmunidad, dijo que tenía información relevante del caso Daphne- hizo que todo se precipitara: dimitió un ministro y el jefe de Gabinete, miles de personas salieron a la calle y el primer ministro Muscat, acorralado, anunció su dimisión para enero.

Matthew Caruana Galizia, de 33 años, hijo de la periodista asesinada.
Matthew Caruana Galizia, de 33 años, hijo de la periodista asesinada.S. B.

Tanto el empresario acusado de encargar y pagar 150.000 euros por el asesinato, como el taxista que le sirvió de intermediario con los sicarios mencionan a Schembri en su relato ante el juez. El primero, para revelar que el jefe de Gabinete era su amigo y le mantenía informado de los pasos que iba dando la policía en la investigación del asesinato. Supo por Schembri que le habían pinchado el teléfono, por ejemplo. El segundo, el taxista intermediario en el crimen, dijo que recibió una llamada para que se pasara por la sede del Gobierno antes de que se cometiera el asesinato. Allí lo recibió Schembri y se hizo un selfi con él. Luego dijo que empezó a cobrar durante unos meses un salario ministerial por un trabajo que jamás realizó.

El blog de Daphne Caruana Galizia, Running Commentary, era el más leído de la isla. En él había construido una voz implacable e incómoda para los corruptos, con un tono a veces de burla contra los políticos. Llevaba años sufriendo amenazas, y tenía 46 querellas en contra cuando la mataron, querellas que en Malta se heredan y por las que tienen que pleitear. Matthew recuerda cuando, al volver del colegio, se encontraron a su perro muerto con un corte y sangre alredor. O la vez que les quemaron la puerta de la casa.

Un año antes del asesinato, su madre había descubierto en los papeles de Panamá que el entonces ministro de Energía y el jefe de Gabinete -que acaban de dimitir- tenían sociedades pantalla en ese paraíso fiscal. Lo publicó, pero eso no llevó a ninguna investigación por corrupción por parte de las autoridades. Lo que sí ocurrió, cuenta Matthew, es que “el partido político de Muscat y sus seguidores empezaron a atacarla usando toda la infraestructura propagandística del Gobierno. Destruyeron su vida”, dice. Relata varios episodios en los que la acosaron por la calle llamándola bruja, o cuando un portavoz del Gobierno, en un blog, dijo que pronto su madre iba a desaparecer y que después "el país podrá volver a la normalidad sin ella". "Fue una guerra propagandística. Yo me levantaba cada mañana, encendía el teléfono y veía todas esas cosas terribles que decían de ella. Fue horrible”.

El acoso se intensificó en los meses anteriores al asesinato, relata Matthew. Dos años después, el odio se dirige hacia el recuerdo de Daphne Caruana Galizia y también hacia quienes lo mantienen vivo, sus hijos y su marido. Entre ellos, Matthew es la cara más visible de esa lucha contra la impunidad. Saca el teléfono y muestra los mensajes en Facebook que recibe a diario. Los mandan personas con nombre y apellidos. “En uno de ayer me mandan la imagen de un puzle con la cara de mi madre”. Lo busca y lo traduce del maltés: “¿Regalo de Navidad? Edición limitada… Le faltan muchas piezas… Quien las quiera puede encontrarlas en el campo. Dénse prisa porque las hormigas se las van a comer”. En otro, enviado hace una hora, le dicen: “¿Por qué no paras de hablar? ¿Por qué no te cortas la lengua? Eres una mierda de elefante. ¿Por qué no dices que tú eres parte del grupo de personas que mató a tu madre?”.

Junto al memorial de la periodista se palpa la tensión que genera el caso en la isla. La reacción de los turistas cuando pasan por allí y ven las velas y los carteles es acercarse a leerlos y hacerle fotos. La de una decena de malteses interrogados al azar muestra que el asesinato se ha convertido en objeto de pugna entre partidos políticos. Nadie quiere dar su nombre. Un par de amigas, estudiantes de 22 y 23 años, se muestran escépticas ante la información que publica la prensa sobre la implicación del Gobierno. “Entendemos que la familia se manifieste y que haya protestas, pero controladas”, dice una. “[Daphne] hizo mucho daño a mucha gente con sus palabras, aunque no estoy justificando que la mataran”, dice otra. Ambas están molestas porque el recuerdo a la periodista esté en este lugar principal de La Valeta.

En otras ocasiones, los entrevistados obvian el asesinato en sí y defienden la gestión de Muscat, como un par de adolescentes (18 y 17 años), que aseguran que “que todos los políticos son corruptos”. Solo una estudiante de 20 años está a favor de las protestas y de que el primer ministro dimita, aunque ella dice no estar "tan implicada en política como para manifestarse". Una dependienta afirma que el caso está haciéndoles "perder ventas". Una señora, al oír el nombre de la periodista asesinada, se da media vuelta y se va.

La rabia que Matthew tenía por la campaña de desprestigio contra su madre cuando vivía, se incrementó tras el asesinato. Él cree que ese sentimiento, unido a la desesperación, fue el motor para pasar a la acción y “para comprender el asesinato”. Días después del crimen, hubo un detonante que hizo a la familia tomar la decisión de empezar a hablar con periodistas para preservar su memoria y la propia investigación del asesinato. En medio del luto y el dolor, leyó en un periódico italiano que detrás del asesinato de Daphne estaba la mafia de traficantes de gasolina en el Mediterráneo. Las fuentes mencionadas: el Gobierno de Malta. “Lo leí y pensé: Están intentando desviar a la prensa. Esto es mentira porque mi madre no estaba investigando ese asunto en Malta ni en Libia”, explica Matthew. “Estábamos todos sentados en esa mesa y dijimos: tenemos que empezar a hablar con periodistas, porque si no, quienes están en el Gobierno y que probablemente están envueltos en el asesinato van a intentar desviar a la prensa. No podemos dejar ese hueco [informativo] para que lo llenen ellos”. Ahí empezó otro de los frentes que se ha encontrado esta familia, el de la información y la propaganda. “Yo sé cómo funcionan los medios”, explica Matthew, “porque mi madre era periodista y toda mi carrera la he desarrollado con periodistas [él estudió ingeniería de software]”.

Meses después del atentado, un periodista francés, Laurent Richard, les habló de su idea de desarrollar una red de reporteros dedicada a continuar con las investigaciones de periodistas asesinados o que están en la cárcel, explicaba Matthew hace unos meses a este periódico aquí en su casa. Así nació el Daphne Project, en el que participaron periodistas de Le Monde, La Repubblica, Reuters, The Guardian, The New York Times… La prensa internacional se lanzó a indagar en las historias inacabadas de Daphne, y todavía siguen tirando de esos hilos. Es la forma de lograr que su asesinato no silenciara su trabajo, lo que ella pretendía exponer y por lo que la mataron.

Algunos incluso arrojan luz sobre su propio asesinato, como el caso de 17Black, una compañía radicada en Dubái que iba a transferir dinero a sociedades pantalla a nombre de Schembri y otro ministro. Reuters logró establecer que el dueño de 17Black era Yorgen Fenech, pero no si el dinero, supuestos sobornos, se envió. Hasta ahora, la policía no ha interrogado a ninguno de los políticos que ella señalaba por corrupción en su blog. Matthew era el que mejor conocía el trabajo de su madre, y pasó un mes explicándoles a sus hermanos los distintos y muy complejos casos que ella tenía entre manos. Luego hizo lo mismo con la red de periodistas. “Nos hicieron muchas preguntas, y yo pasé un año viajando de un país a otro para apoyar a esos periodistas y para reunirme con políticos, con ONG…”, dice en el español que aprendió durante los tres años que vivió en Costa Rica trabajando para el ICIJ. “Usé mis habilidades para convertir toda esa rabia en algo positivo: el activismo contra la impunidad en el asesinato y el periodismo”.

Matthew cuenta que ella le aconsejaba ser “muy persistente” con los casos de corrupción, sabiendo que “pueden pasar meses en los que nada te sale bien”. “Ella decía que es difícil, que va a costar mucho, pero que es útil. Siempre me recordaba que aunque lo que publicamos ahora no llegue a nada, el primer trabajo del periodista es documentar lo que está pasando. Puede que no tenga consecuencias hoy, pero quizá esa información pueda servir mañana”.

Matthew y su familia se reunían con los eurodiputados que iban a Malta alarmados por la falta de avances en la investigación y los casos de corrupción que la policía tampoco seguía. Fue a la ONU. Habló con la hija del político ruso asesinado Boris Nemtsov, quien le guió para contactar con el Consejo de Europa que, a su vez, se involucró en el caso. La presión que ha ejercido este organismo que se ocupa de proteger los derechos humanos, la democracia y el Estado de derecho ha sido fundamental para que se establezca, en paralelo a las pesquisas penales, lo que en Malta se llama una investigación pública: una comisión formada por dos jueces en activo y otro emérito que, llamando a testigos, expertos y funcionarios, trata de establecer la responsabilidad del Estado en el asesinato y si pudo haberlo evitado.

Solo lograr que el primer ministro Muscat autorizara su puesta en marcha -el único que puede hacerlo- fue una batalla en sí que duró meses. El viernes empezó un proceso que durará nueve meses y cuyas conclusiones se presentarán ante el Parlamento. Matthew Caruana Galizia fue el primer testigo. Entró en la sala con su padre, abogado, y el equipo de letrados que les han ayudado en el frente legal en este tiempo. En una sala forrada de paneles de madera, donde hay un crucifijo, y que está llena de periodistas, expuso el caso y denunció “el completo fracaso del sistema judicial, de arriba abajo” en el asesinato de su madre. Ella, que era el centro de la familia, como la describe Matthew, les dejó una lección cuando la amenazaban, cuando les quemaron la puerta de casa y mataron al perro, recuerda Matthew. “Su actitud no fue volver a casa y llorar. Fue hacer más periodismo y alzar la voz”.

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Sobre la firma

Silvia Blanco
Es la jefa de sección de Sociedad. Antes ha sido reportera en El País Semanal y en Internacional, donde ha escrito sobre migraciones, Europa del Este y América Latina.

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