Bahamas se enfrenta a la tragedia tras el azote del huracán Dorian
El Gobierno de las islas advierte de que el número final de fallecidos será “estremecedor”
Conforme las aguas empiezan a bajar, los cadáveres emergen en Bahamas. Así ocurrió hace dos años con el huracán Harvey en Texas, hace 14 con Katrina en Nueva Orleans, y ahora con esta antigua colonia británica, unos de esos paraísos del Caribe, que afronta un desastre descomunal. La cifra oficial de fallecidos como consecuencia del ciclón Dorian se sitúa en la cuarentena, pero el Gobierno advierte de que el balance final será “estremecedor” y que el número de desaparecidos en las islas más azotadas se cuenta por “centenares, hasta miles”. Ahora convertido en tormenta, Dorian ataca Estados Unidos.
El huracán se cebó con las islas noroccidentales del Caribe durante dos días eternos para una población acostumbrada a las tormentas propias de la época, pero que no había visto en la historia reciente un ciclón tan potente. Tocó Bahamas el domingo con categoría 5, la máxima en la escala Saffir-Simpson, que clasifica estos fenómenos, lo que supone vientos de al menos 252 kilómetros. Arrasó las islas de Ábaco y Gran Bahama, con unos 70.000 residentes, y destruyó alrededor del 45% de los hogares, según las cifras aportadas por Cruz Roja.
Las ayudas han empezado a llegar a la zona. También montones de bolsas mortuorias. “El público debe empezar a prepararse para una información inimaginable de cifras de muertos y sufrimiento humano”, dijo el ministro de Sanidad de Bahamas, Duane Sands, en unas declaraciones a Guardian Radio 96.9 recogidas por la cadena de televisión CNN. Antes, el director general de Turismo y ministro de Transporte, Joy Jibrilu, ya había advertido de que “literalmente, centenares, hasta miles de personas se encuentran aún desparecidas”.
Las imágenes aéreas mostraban un paisaje devastado allá donde el imaginario colectivo sitúa un paraje de ensueño. Ábaco está formada por dos islas y múltiples cayos dedicados esencialmente a la pesca y con tan solo 13.000 habitantes, entre los que se encuentra un gran número de haitianos refugiados de sus propios desastres naturales. Gran Bahama, con 52.000 habitantes, sí es un enclave turístico y alberga la segunda mayor ciudad del archipiélago, Freeport.
Los ciudadanos se movilizan para tratar de encontrar a sus seres queridos, en buena parte a través de las redes sociales. Una página web, DorianPeopleSearch.com, fue creada el domingo para poner en contacto a esas personas que no saben nada de otras desde el fin de semana y se han multiplicado las búsquedas a través de Facebook. Al mismo tiempo, cunde el pavor. “Hueles los cuerpos descomponiéndose a medida que caminas por Marsh Harbour [una de las ciudades de Ábaco]”, declaró Sandra Sweeting, de 37 años, en una entrevista con AFP.
El chef español José Andrés, desplazado a la zona con su organización de ayuda alimentaria World Central Kitchen, que prevé repartir 20.000 comidas diarias, describía por teléfono a este periódico lo que veía. “La destrucción está en todas partes, las carreteras han sido barridas y los barcos han sido expulsados fuera del agua, un agua que ahora cubre todo, hasta las casas”.
Uno de los ciclones más virulentos
Los meteorólogos han confirmado que Dorian avanza hacia el norte y entrará en el Estado de Massachusetts a principios de este sábado. Se trata del segundo huracán más violento desde que hay registros, en 1950, al mismo nivel que otros dos de 1988 y 2005 por la velocidad máxima alcanzada de sus vientos, con picos de 295 kilómetros registrados el domingo. El récord corresponde a Allen, que en 1980 alcanzó los 305 kilómetros por hora, según datos de AFP.
Dorian es el quinto huracán categoría 5 desde 2016. Entre 2003 y 2007 hubo ocho, entre ellos el Katrina. “Nuestros modelos climáticos prevén cada vez más huracanes de categoría 4 ó 5 en la medida en que el clima se caliente”, dijo a la AFP Kristy Dahl, de la Union of Concerned Scientists, una gran ONG estadounidense.
El efecto que Dorian ha causado en Bahamas guarda paralelismos con los destrozos que Harvey causó sobre Houston en 2017, cuando una enorme masa de lluvia se quedó clavada encima de la ciudad durante días y dejó inundados miles de hogares. En cuatro días cayeron 72.000 millones de litros de agua. El balance de Dorian es aún incierto.
Los testimonios que recogen las agencias de noticias sobre el terreno son pavorosos. Una estación de radio local recibió más de 2.000 llamadas con mensajes de auxilio. Uno suplicaba ayuda para un niño de cinco meses atrapado con su madre en un tejado. Un agujero en el tejado salvó la vida de una abuela y seis de sus nietos tras inundarse su hogar.
Bahamas es más rica y desarrollada que otros archipiélagos del Caribe, pero el azote de un huracán de esa magnitud durante dos días, concentrado en el mismo punto, ha destrozado muchas de sus infraestructuras, como centros médicos, lo que agrava las dificultades. En la mañana del viernes tocó tierra en Estados Unidos ya muy debilitado, en categoría 1, pero aún con capacidad de destrucción. Dorian elegía el cabo Hatteras como el punto terrestre donde aterrizar, exactamente el mismo lugar que utilizaron los hermanos Wright para realizar los primeros vuelos exitosos y sostenidos con motor a principios del siglo XX y dotar así al Estado de Carolina del Norte del apodo del “primero en volar”.
Según el Centro Nacional de Huracanes (NHC, siglas en inglés), el ciclón avanza con vientos de 155 kilómetros por hora y ha aumentado a categoría dos de camino a Canadá. La tormenta desató varios tornados en el sureste estadounidense que redujeron a escombros algunos hogares, pero que no produjeron víctimas mortales. Sin embargo, al menos cinco personas han muerto en EE UU como consecuencia de los preparativos para enfrentarse a Dorian. Se trata de hombres en Florida o Carolina del Norte que fallecieron por caídas o electrocutados mientras cortaban árboles o preparaban sus casas para protegerlas del desastre.
La mayoría de los residentes de la costa de los Estados afectados por el paso de Dorian acataron las órdenes de evacuación mientras que aquellos que eran demasiado mayores para abandonar sus hogares o tenían miedo de hacerlo decidieron resistir el asalto de la naturaleza protegiendo sus viviendas con tablones y refugiándose en zonas seguras.
“Estábamos preparados para lo peor y eso no ha sucedido”, declaró un vecino de Wilmington (Carolina del Norte), Ross Page, a la agencia Associated Press mientras paseaba esta mañana a sus perros. En Bahamas sí tienen asumido que se enfrentan a lo peor, pero aún no saben siquiera cuál es la magnitud de ese desastre.
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