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ABRIENDO TROCHA
Columna
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Arietes contra la corrupción

Los casos de Strache, Lozoya y Kuczynski son motivos para colocar como prioridad mundial el enfrentamiento a la corrupción

Diego García-Sayan
Emilio Lozoya Alonso Ancira, dirigente de la acerera Altos Hornos.
Emilio Lozoya, exdirector de Petróleos de México, y Alonso Ancira, dirigente de la acerera Altos Hornos.Juan Pablo Zamora

Los personajes y la locación pueden variar, pero la esencia de la trama es la misma: el mundo de la política revuelto con el poder político, construyéndose recíprocos beneficios ilegales. La lista es larga y los escándalos casi diarios. Desde el Lava Jato latinoamericano hasta el reciente caso Ibiza con un político austríaco.

En el caso Ibiza se repitió —esta vez en alemán e inglés— el patrón: tratativas de favores políticos desde el poder, a cambio de ingentes montos de dinero. Los actores: el ultraderechista Heinz-Christian Strache, hasta la semana pasada vice primer ministro austríaco, con la agraciada sobrina de un oligarca ruso. El escándalo no solo tumbó a Strache sino al Gobierno del democristiano Sebastián Kurz este lunes.

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Este lunes, también, el más alto tribunal rumano condenaba por corrupción —a 3 años y 6 meses de prisión— al líder del gobernante Partido Social Demócrata (PSD). Y esta misma semana estallaba la pata mexicana del Lava Jato con la Fiscalía disponiendo la detención de Emilio Lozoya, quien fuera un hombre de confianza del presidente Peña Nieto, y la de un poderoso empresario siderúrgico.

Hace poco más de un año, en Perú, la información sobre un sensible conflicto de interés del presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK), en su condición de propietario único de una consultora que asesoraba a constructoras brasileras en sus tratativas con el Estado cuando PPK era ministro de Economía. Éste, en tanto tal, suscribía convenios como ministro con compañías a las que su empresa asesoraba. Derivó en el colapso de su Gobierno y en su posterior sujeción a investigación penal.

Estas son solo algunas perlas de este sórdido universo en un contexto de sociedades más atentas y mejor informadas. Y con WhatsApp y otros medios que permiten poner en minutos en acción a decenas de miles de personas. La poca paciencia de la gente frente a indicios de corrupción en el poder es hoy poderoso ariete contra la propia corrupción.

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En paralelo, opera otro ariete: los jueces y fiscales. Sistemas judiciales que cuentan con operadores que son independientes en muchos lados, a diferencia de tradiciones, en algunos países, de crónica sujeción al poder político. Y que ha convertido —en países como Perú y Brasil— a estos jueces y fiscales en personajes decisivos ante la marea negra que envolvió el continente con la corrupción promovida por poderosas empresas de construcción.

De este accionar judicial se desprenden dos constataciones que hacen de estos procesos ejemplos a tener en cuenta. Primero, que en situaciones límite como ésta emergen individualidades dentro del Estado con capacidades y cualidades extraordinarias para enfrentar el abuso, la corrupción y la impunidad. Fue la experiencia peruana cuando la transición hacia la democracia en el 2000-2001 y la es ahora.

Segundo, la coordinación judicial internacional como aspecto decisivo. No es letra muerta ni retórica mención en tratados internacionales; está funcionando y permite enfrentar con procedimientos transnacionales eficaces a redes de corrupción también transnacionales. Hay señales de que, cuando se quiere, tratados como la Convención de la ONU contra la Corrupción no son papel mojado y funcionan como crucial herramienta contra la impunidad.

Todo esto coloca como una prioridad mundial el enfrentamiento a la corrupción y el impulso de sistemas judiciales independientes y eficientes para enfrentarla.

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