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May abre las puertas a un segundo referéndum si el Parlamento aprueba su nueva propuesta de Brexit

La primera ministra británica expone ante la Cámara "un nuevo acuerdo" mejorado para abandonar la UE

La primera ministra británica, Theresa May, en Londres. En vídeo, May habla sobre las condiciones para que se celebre el segundo referéndum.Vídeo: AFP | EPV
Rafa de Miguel

Theresa May ha vestido de generosidad y realismo un último intento desesperado por salvar su plan del Brexit. La primera ministra ha cedido este martes en su última línea roja, y ha prometido a los diputados que, si aprueban en primera lectura su renovada oferta de salida de la UE, propondrá en el trámite de enmiendas la opción de que el texto definitivo sea sometido a un referéndum confirmatorio. La primera ministra se lo juega todo a que un puñado de laboristas supla con sus votos a los euroescépticos conservadores que da por perdidos, pero la oposición sospecha que la nueva propuesta encierra trampa.

La búsqueda de un supuesto consenso entre el Gobierno y la oposición para intentar salvar el Brexit obliga a May a desvelar sus cartas, y el efecto que provoca es el contrario al deseado. Entre sus filas, desata nuevas olas de irritación. Entre los laboristas, la sospecha de que no tiene autoridad para cumplir sus promesas y la intuición de que está a punto de caer y no deben hacer otra cosa que esperar sentados su derrota. “Estudiaremos seriamente los detalles de la nueva oferta cuando sean publicados, pero no vamos a dar nuestro apoyo a lo que no es más que el viejo plan con un nuevo envoltorio. Está claro que este Gobierno débil y en fase de desintegración no puede cumplir con sus compromisos”, ha respondido de inmediato el líder de la oposición, Jeremy Corbyn.

 Y, sin embargo, May ha llegado más lejos de lo esperado en su nueva oferta. La Ley del Acuerdo de Retirada de la UE, que pretende someter a una nueva votación en el Parlamento a principios de junio, contiene cesiones a laboristas y euroescépticos conservadores. La más relevante, sin duda, la promesa de introducir en el trámite de enmiendas, si se aprueba su plan en una primera votación, la opción de que los diputados puedan decidir si se somete a un nuevo referéndum confirmatorio el texto resultante, con el compromiso del Gobierno de poner en marcha las medidas legales y logísticas que lo permitan.

El nuevo referéndum ha sido el órdago más impactante del discurso de May, pero no fue el único. La primera ministra abrió además las puertas a que el propio Parlamento decida en las próximas semanas si da su visto bueno a la unión aduanera temporal con la UE ofrecida al laborismo o a cualquier otra solución de compromiso que se pudiera forjar en Westminster. De nuevo, todo a cambio de que su plan sea por fin respaldado en una primera lectura. “O sea, que si aprobamos en una primera fase la Ley del Acuerdo de Retirada, permitiremos a un Parlamento lleno de partidarios de seguir en la UE que insista en un segundo referéndum y en una unión aduanera. Esto es escandaloso”, ha escrito el diputado conservador Simon Clarke, aliado y colaborador del euroescéptico Boris Johnson, en su cuenta de la red social Twitter.

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May intentó resumir en un decálogo con poco sabor a novedad sus ofertas para alcanzar un compromiso. Más allá de las promesas de introducir cambios legales para asegurar la equiparación con la UE en materia de derechos laborales o medioambientales —un cebo ya ofrecido en otras ocasiones a los laboristas—, los “diez mandamientos” de la primera ministra se redujeron a dos golpes de efecto y un traspaso de responsabilidad: la posibilidad de que Westminster se pronuncie de nuevo sobre otro referéndum o sobre una futura unión aduanera con la UE, y la promesa de que cualquier negociación con Bruselas sobre la nueva relación entre los dos bloques deberá contar con el beneplácito del Parlamento.

Salida del poder

La primera ministra sabe que su permanencia en Downing Street tiene los días contados. Si por algún milagro logra sacar adelante su plan, ella misma se comprometió a dimitir a continuación. Si su plan fracasa por cuarta vez, su propio partido se encargará de desalojarla del poder.

En las últimas semanas, los tories apenas hablan del Brexit, mucho menos de unas elecciones al Parlamento Europeo, previstas para el 23 de mayo, en las que dan por descartada una derrota estrepitosa. Concentran todas sus energías en decidir cuál es el candidato capaz de rescatar de sus cenizas al Partido Conservador, y ninguno de los que se postulan lo hace con un programa moderado y realista.

Todos compiten por ofrecer la versión más despiadada del Brexit, convencidos de que es el único remedio para recuperar a los miles de electores que se han pasado a las filas del ultranacionalista Nigel Farage. Y muchos tories se resignan ya a la idea de que el elegido debe ser el histriónico Boris Johnson, el más popular en todas las encuestas. “Miren lo que este debate ha provocado en nuestro sistema político”, se lamentó ayer May. “Extenderlo durante meses abre la puerta a un futuro de pesadilla con una permanente polarización”. “La primera ministra ha negociado consigo misma para ceder a su izquierdismo bruselense frente a su lado conservador”, le ha respondido el líder euroescéptico Jacob Rees-Mogg.

La oferta provoca un rechazo general

El último intento de Theresa May por sacar adelante su plan del Brexit puede acabar explotándole en la cara y precipitando su salida. La catarata de comentarios despectivos, casi rozando la acusación de traición a sus filas, que ha provocado la renovada oferta de la primera ministra —un guiño forzado a la oposición laborista—, sugiere la posibilidad de que los conservadores frenen incluso su intento de llevar el nuevo texto al Parlamento.

Mucho más si se tiene en cuenta que, antes de que eso suceda, se habrán celebrado unas elecciones al Parlamento Europeo que, según todas las encuestas, van a suponer una derrota estrepitosa para los tories y parece muy claro a quién señalarán como culpable. "He escuchado con atención el discurso de la primera ministra sobre los intentos de renovación del texto del Brexit. No puedo apoyar una ley que se ha convertido en el vehículo para un nuevo referéndum o para una unión aduanera con la UE. Cada una de esas opciones frustrará, más que impulsará, el Brexit, y destroza nuestros compromisos electorales", escribía Dominic Raab, el exministro para la Salida de la UE y hoy firme candidato a suceder a May, en su cuenta de Twitter.

“No cabe la menor duda de que la primera ministra, con su discurso, ha empeorado la situación”, advertía Steve Baker, el número dos del lobby de euroescépticos conservadores, el Grupo para los Estudios Europeos.

El líder de los liberales demócratas, Vince Cable, el único partido que defiende abiertamente la idea de revertir el resultado del referéndum de 2016 y que el Reino Unido permanezca en la UE, fue especialmente duro con May. “El último intento de la primera ministra está condenado al fracaso. Su autoridad está yéndose por el desagüe. A no ser que el Gobierno acceda de antemano a que se incluya una consulta en la ley, no contará con nuestro apoyo”, escribió Cable.

“Tendremos que esperar a la publicación íntegra del texto legal para ver qué significan realmente estas propuestas, pero el hecho es que los errores fatales del primer borrador siguen existiendo”, anticipó Nigel Dodds, portavoz de los nacionalistas norirlandeses del DUP, que sostienen la mayoria de May.

Conservative Home, la página web de lectura obligada para todos los conservadores euroescépticos —que a estas alturas supone decir todos los conservadores— inflamó desde el primer minuto las arengas contra la primera ministra con un titular desgarrador: “May se arroja en brazos de la piedad de los laboristas al airear la posibilidad de un segundo referéndum”. Los comentarios a la noticia —“la democracia británica ha muerto”; “capitulación total”— daban una pista del clima al que se enfrenta May.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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