Buteflika, una salida humillante que abre espacio a la regeneración
El papel del Ejército será una de las claves del periodo que comienza
Abdelaziz Buteflika levantó sus 20 años de poder —de “reinado”, apuntan sus críticos— sobre la palabra estabilidad. Llegó en 1999 apadrinado por el Ejército, después de que el país se desangrara en la década de los noventa con más de 150.000 muertos en el enfrentamiento entre el Ejército y los islamistas. Y a base de amnistías para terroristas, de cesiones de poder a líderes religiosos, consiguió instaurar una paz que ya había sido encaminada por su antecesor, Liamín Zerual (1995-1999). De hecho, los críticos de Buteflika sostienen que él se apropió del trabajo que había emprendido Zerual.
Sin embargo, su afán —o el de sus hermanos Said y Nacer— por permanecer en el poder en contra del deseo del pueblo ha llevado al borde del precipicio en las últimas seis semanas. Viernes tras viernes, millones de argelinos han salido a las calles de forma pacífica sin saber si los iban a detener y si las protestas terminarían en un baño de sangre .
Buteflika probablemente querría haber permanecido en el poder hasta su muerte. Y haber inaugurado la mayor mezquita de África, levantada desde 2013 por cientos de obreros chinos en Argel. Esa iba a ser su obra magna, un templo religioso. Sin embargo, puede que su verdadera obra sea la de haber inspirado las mayores reivindicaciones de apertura democrática en Argelia desde su independencia, en 1962.
Y ahora, ¿qué? ¿Cómo se articula ese movimiento pacífico? ¿Quién pilotará el periodo de transición? ¿Alguna cara conocida del régimen, como el presidente del Senado, Abdelkáder Bensalá, que tiene 77 años, lleva 17 en el mismo puesto y ha sido fiel a Buteflika hasta el último día? La calle ya ha dicho no a Bensalá. Pero, ¿quién es la calle? Ella misma tendrá que responder a esa pregunta en los próximos días. Y no es fácil hacerlo.
La sociedad argelina es compleja y diversa. Decenas de mujeres feministas ya se vieron violentadas en la manifestación del último viernes, simplemente por pedir la modificación del Código Familiar, que deja a las mujeres en desigualdad de derechos. Los hombres las expulsaron alegando que no era el momento de plantear esa reivindicación, que podía romper la unidad del movimiento de protestas. “Esto de ‘no es el momento, pero' suena a ‘yo no soy racista, pero…”, alegaba una internauta. La periodista Daikha Dridi se preguntaba: “¿Cómo una nación que ha sentido vergüenza ante un quinto mandato presidencial de Buteflika no lo hace de tratar a las mujeres como subciudadanas?” Es solo una muestra de lo difícil que será responder a la pregunta de quién es la calle.
Y ahora, ¿qué papel desempeñarán los islamistas en un posible proceso de transición? Y, sobre todo, ¿cómo actuará el Ejército? El jefe del Estado Mayor, Ahmed Gaid Salah, asegura que pretende devolver el poder al pueblo. Y el pueblo no querrá conformarse con cualquier cosa. La caída de Buteflika la daban muchos por descontada. Ahora llega el momento de saber cuántos van a seguir su camino.
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