Tzipi Livni, la líder que pudo gobernar Israel, abandona la política
La exministra centrista, candidata más votada hace 10 años, se hunde en los sondeos electorales
Hace apenas 10 meses, Tzipi Livni congregaba a la prensa internacional en Jerusalén para enviar al primer ministro, Benjamín Netanyahu, la señal inequívoca de que iba a volver a desafiarle en las urnas. “La sociedad está mayoritariamente a favor de la solución de los dos Estados, aunque no sabe cuándo se podrá alcanzar”, declaraba con convencimiento la exministra y diputada de centro-izquierda, “y solo unos pocos defienden un Estado binacional [la anexión de los territorios palestinos]”. Con las lágrimas a punto de aflorar en su mirada, en contraste con la leyenda de dama de hierro que ha marcado dos décadas de trayectoria política, reconocía este lunes que su programa no ha calado entre los votantes, y que su partido Hatnuah (El Movimiento, en hebreo) no supera el 2% en los sondeos de intención de voto para las elecciones legislativas del 9 de abril.
La mujer que mayor poder alcanzó en Israel –después de Golda Meir, jefa del Ejecutivo entre 1969 y 1974– abandona ahora el escenario público israelí, donde su discurso en favor de un acuerdo para la creación de un Estado palestino, como culminación de los Acuerdos de Oslo, ya no parece atraer al electorado.
Livni (Tel Aviv, 1958) derrotó formalmente en votos y escaños a Netanyahu en las elecciones de 2009 al frente del centrista partido Kadima, pero no pudo conformar un Gabinete de coalición a causa del veto que le impusieron las fuerzas conservadoras, nacionalistas y religiosas.
Al despedirse ante las cámaras de televisión, la que fuera vice primera ministra, ministra durante más de un decenio y líder de la oposición consideró que los últimos cuatro años, bajo la legislatura dominada por el Gobierno más derechista de la historia de Israel, “la paz se ha convertido en una palabra sucia y la democracia está en peligro”. Aludía a los casos de corrupción que planean sobre el primer ministro, acusado por la policía de fraude y soborno y pendiente de inculpación formal por el fiscal general.
Hija de dos destacados miembros del Irgun, el grupo armado clandestino judío que cometió atentados en la Palestina bajo mandato británico, que concluyó en 1948, la joven Livni ascendió hasta teniente en el Ejército y actuó como agente del Mosad (espionaje exterior) en París durante cuatro años.
Como integrante de la coalición de partidos que gobernó entre 2013 y 2015, encabezó las negociaciones de paz con los palestinos, impulsadas por la Administración del presidente Barack Obama, hasta que colapsaron hace ahora cinco años, pese a la presión de EE UU. “Dejo la política, pero no permitiré que Israel abandone la esperanza de la paz”, declaró emocionada ante la prensa.
Abogada especializada en derecho mercantil e inmobiliario en un bufete de Tel Aviv, Livni entró en política precisamente de la mano de Netanyahu, quien le ofreció un alto cargo en su primer Gobierno (1996-1999) y la catapultó después a la Kneset (Parlamento). En los gabinetes de centro-derecha de Ariel Sharon y Ehud Olmert ocupó sucesivas carteras ministeriales entre 2001 y 2009, entre otras las de Asuntos Exteriores y de Justicia.
Desde la deriva conservadora y nacionalista del Likud fue evolucionando hacia posiciones centristas y pragmáticas, proclives a la solución de los dos Estados. Su objetivo era preservar ante todo la existencia de Israel como Estado democrático.
Alianza con los laboristas
En las anteriores legislativas constituyó la alianza electoral Unión Sionista con el Partido Laborista. Esta asociación sirvió para recuperar el voto de centro-izquierda y situarlo como segunda fuerza en la Kneset. Pero el pacto se disolvió hace un mes, cuando el actual líder laborista, Avi Gabbay, rompió la coalición, en su presencia y sin previo aviso, durante en una intervención televisada en directo. Desde entonces Livni ha tratado de reagruparse con otras fuerzas de centro, pero ninguno de los candidatos en liza parece haber mostrado interés en contar con su partido.
La última representante de un Gobierno israelí que se reunió oficialmente con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, la líder más votada en las urnas hace una década, se ve obligada a decir adiós. Una expresión que en Oriente Próximo casi nunca es para siempre.
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