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Liberado después de tres meses un futbolista que fue de luna de miel a Tailandia y acabó en la cárcel

El joven, que estaba reclamado por Bahréin, regresará ahora a Australia, donde tiene estatus de refugiado

Hakeem al-Araibi, el pasado 4 de febrero.
Hakeem al-Araibi, el pasado 4 de febrero. LILLIAN SUWANRUMPHA (AFP)

La pesadilla del futbolista bahreiní Hakeem Al-Araibi dio este lunes un giro positivo inesperado; después de casi tres meses en una prisión de Bangkok, Tailandia ha decidido ponerlo en libertad y permitir su regreso a Australia, donde tiene condición de refugiado y vive desde 2014. Lo ha hecho después de que, presionado, Bahréin retirara una petición de extradición por un delito que Al-Araibi considera un pretexto para reprenderle por su vinculación con la primavera árabe y sus críticas al Gobierno.

“Hakeem Al-Araibi ha salido de la cárcel. Está de camino al aeropuerto”, anunciaba victorioso el primer ministro australiano, Scott Morrison, a la espera de que el joven de 25 años se reencuentre con su familia el martes en Australia.

Aunque Australia ha sido una de las principales fuentes de presión para la liberación de Al-Araibi, ese país también jugó su papel en el rocambolesco caso. Fue una “alerta roja” activada erróneamente por Australia la que advirtió a las autoridades tailandesas de que el joven, sobre quien pesaba una orden de arresto de Interpol interpuesta por Bahréin, se dirigía a Tailandia desde Australia el pasado 25 de noviembre.

Lo que estaba previsto como su luna de miel, se tornó por sorpresa en un infierno para Al-Araibi y su esposa. Nada más pisar el aeropuerto de Bangkok, el joven fue detenido y enviado a una cárcel de la ciudad, pese a que Australia retiró después la “alerta roja” e imploró a Tailandia que no atendiera la petición de extradición bahreiní y le permitiera regresar a Melbourne. El bahreiní juega al fútbol en un equipo de esa ciudad australiana, adonde llegó tras huir de su país en 2014. Australia le concedió el estatus de refugiado en 2017.

Al-Araibi huyó de Bahréin antes de que se celebrara un juicio en su contra por el asalto a una comisaría en 2014. El futbolista negó los cargos y alegó estar jugando un partido de fútbol televisado en el momento del supuesto ataque. En cambio, achacó los cargos a la persecución de la que afirma ser víctima por parte de Bahréin desde 2012, cuando fue detenido por primera vez y torturado por la implicación de su hermano en las protestas prodemocracia que desde finales de 2010 se expandieron por varios países árabes.

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“Bahréin es un país que no respeta los derechos humanos. Mi vida está en peligro”, declaró Al-Araibi a la organización Human Rights Watch (HRW) tras ser detenido en Tailandia, asegurando que sería torturado de nuevo si regresaba a su país.

Tailandia advirtió que no liberaría a Al-Araibi a no ser que Bahréin retirase la orden de extradición, lo que finalmente hizo este lunes. Pese a las renuencias iniciales, la presión sobre el país árabe y Tailandia ha jugado a favor del futbolista. Además de Australia o grupos como HRW, la misma FIFA tomó partido en el caso, divulgando un comunicado pidiendo su puesta en libertad.

 El propio Al-Araibi había pedido ayuda al a organización. En una entrevista al diario británico The Guardian en diciembre, el futbolista dijo creer que Bahréin también buscaba vengarse por sus críticas hacia Sheikh Salman al-Khalifa, miembro de la familia real de Bahréin, presidente de la Confederación Asiática de Fútbol (AFC) y vicepresidente de la FIFA, por su supuesta inacción durante la represión de Bahréin contra los atletas que participaron en las protestas prodemocracia de 2011 y 2012.

 “Quiero decir al presidente (de la FIFA) Gianni Infantino que tiene el poder de salvarme la vida”, dijo Al-Araibi a HRW, según un comunicado de esta organización.

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