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La islamización del Gobierno no cala en la sociedad turca

Pese a las grandes sumas dedicadas por el Ejecutivo de Erdogan a promover la devoción, el número de los turcos más religiosos ha descendido en la última década. Los teólogos lo achacan al uso político del islam

Andrés Mourenza

En los dieciséis años de gobierno del partido islamista de la Justicia y el Desarrollo (AKP) y de su líder, Recep Tayyip Erdogan, la religión ha ganado terreno en el espacio público, la política y la educación de Turquía. De hecho, el hoy presidente turco admitió en 2012 que su objetivo era “crear una nueva generación devota”. Pero, ¿lo ha conseguido? Los expertos sostienen que no.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, saluda a un grupo de personas tras el rezo del viernes en una mezquita recién inaugurada Estambul, el 1 de febrero.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, saluda a un grupo de personas tras el rezo del viernes en una mezquita recién inaugurada Estambul, el 1 de febrero. MURAT CETINMUHURDAR (Anadolu (Getty Images))

Según un estudio publicado este mes por la compañía demoscópica Konda, en los últimos diez años el número de ateos y no creyentes ha pasado del 2% al 5% de la población turca, y eso a pesar de que “ateo” es una palabra que Erdogan utiliza continuamente junto a la de “terrorista”. Quienes se definen simplemente como creyentes en Dios son el 34%, tres puntos más que una década atrás. Se ha reducido, en cambio, el número de los que se definen como religiosos (del 55% al 51%) o como devotos (del 13% al 10%). Dado que las variaciones no son muy grandes y casi entran en el margen de error de una encuesta como ésta, hecha con 5.793 personas, no se puede concluir que se trate de un sustancial cambio sociológico; pero precisamente esa ausencia de un cambio significativo hacia posiciones más religiosas sí demuestra que el proyecto del Gobierno islamista no ha calado entre la sociedad turca.

“Los estudios demuestran que en Estados con gobiernos religiosos como Irán, Arabia Saudí o Turquía aumenta el ateísmo porque la gente ve a gobernantes corruptos que utilizan la religión como instrumento de opresión y se dice 'Si esto es la religión, yo me salgo'”, explica el teólogo progresista Ihsan Eliaçik, quien ha sido perseguido judicialmente por sus ideas.

El director de Konda, Bekir Agirdir, ha señalado que quienes más se alejan de la religión son los jóvenes. Las “contradicciones” de los propios textos religiosos y los debates acerca del islam están llevando a los jóvenes a cuestionarse su fe y “tender hacia el deísmo” (la creencia en un Dios creador a la vez que se rechazan los dogmas y normativas de las religiones establecidas), concluía el informe de un simposio de profesores de religión celebrado el pasado abril en la provincia de Konya, en el que, además, se señaló con cierta preocupación: “No pocos estudiantes de instituto ven la homosexualidad como algo normal y hasta con simpatía, no la consideran una perversión sino una elección sexual fruto de la libertad”.

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Alarma conservadora

El informe generó alarma entre los círculos islamistas, porque de quienes se hablaba eran de los alumnos de los imam-hatip (colegios religiosos), que habitualmente proceden de familias profundamente conservadoras. Originalmente diseñados para formar al clero musulmán, estos centros públicos han terminado convertidos en colegios de instrucción religiosa. Desde la llegada de Erdogan al gobierno, la cifra de imam-hatip se ha multiplicado y el número de estudiantes matriculados ha pasado de 65.000 en 2002 a cerca de 1,2 millones en la actualidad.

“El deísmo es una trampa [diseñada] para alejar a nuestros jóvenes del islam y convertirlos a otras religiones”, denuncia en un comunicado Diyanet, la Dirección de Asuntos Religiosos del Gobierno turco, encargada de las mezquitas y la enseñanza religiosa y cuyo presupuesto, bajo el Gobierno del AKP, ha aumentado exponencialmente: es ya de 1.750 millones de euros, superior al de los ministerios de Cultura, Exteriores, Medio Ambiente o Tecnología, entre otros. Para otros teólogos, en cambio, las causas de este alejamiento de la religión oficial son más profundas: el refugiarse en “glorias pasadas”, la “dogmatización” de la teología islámica, la “mentalidad escolástica” que “ve toda crítica como una herejía” y la falta de apertura a otras ideas y filosofías, sintetiza Mustafa Öztürk en el diario islamista liberal Karar.

Los datos presentados por Konda coinciden con los de estudios anteriores. Pese a que las mujeres con velo islámico han ganado visibilidad en la calle y la Administración, los sondeos de diferentes compañías indican que el número de las que se cubren el cabello (entre el 58% y el 63% según la encuesta) apenas ha variado o ha descendido ligeramente en la última década. También se ha reducido (del 77% al 65%) el número de quienes ayunan en Ramadán, y se ha mantenido (en torno al 42%-43 %) el de quienes rezan con regularidad.

Todo ello pese a que dentro del currículum de las escuelas se han doblado las horas dedicadas a la religión, se han introducido optativas como “La vida del profeta Mahoma” o “El Corán” (que en algunos centros son las únicas materias elegibles por falta de profesores de otras asignaturas) y se ha eliminado la enseñanza de la evolución en Biología. “Por mucho que intenten atar a los niños al Diyanet, no podrán sacarles de WhatsApp y las demás redes sociales. Esta juventud no sigue Diyanet TV, sino a los youtubers”, afirma Tayfun Atay, antropólogo y experto en religión.

“La religión es una cuestión individual y por eso hay cierto rechazo hacia que el Gobierno o el Estado te diga en qué creer. En Turquía el sentimiento religioso mayoritario es tradicionalista, busca un equilibrio entre la religión y la modernidad, y no islamista, que ve el islam como una ideología y forma de vida”, opina el sociólogo Mustafa Sen. Por eso el Diyanet ha tenido tan poco éxito en su lucha contra supersticiones y prácticas populares como el culto a ciertos santos, la adivinación del futuro o la creencia en espíritus.

De hecho, los turcos que se definen socialmente como “conservadores tradicionalistas” han aumentado en los últimos diez años (del 37% al 45%) mientras que quienes se etiquetan como “conservadores religiosos” han descendido siete puntos hasta el 25% según los datos de Konda. Siguen siendo, con creces, superiores a quienes se definen como “modernos” (29%). Lo cual, trasladado al voto, no es ninguna novedad en Turquía: la derecha conservadora ha ganado 15 elecciones generales desde 1950, el centroizquierda sólo cuatro. Lo que sí ha notado Eliaçik es una creciente “intolerancia” entre los más conservadores, derivada de la polarización social y política que vive el país. Lo corrobora una investigación de la Universidad Bilgi de Estambul: casi el 70% de los turcos no querría ver a sus hijos trabar amistad con los de alguien que apoyase al partido contrario.

“El Gobierno es islamista, e intenta imponer su visión religiosa conservadora, pero al mismo tiempo en Turquía hemos experimentado una rápida adaptación al capitalismo neoliberal, la mercantilización y la cultura de consumo. La psicología de una persona se adapta al modo de vida, y si las condiciones sociales te llevan a vivir de un modo que entra en contradicción con tus ideas religiosas o bien reduces tu religión a una simple marca vacía de contenido, es decir, a un aspecto externo que te sirve como identificador con otros del mismo grupo, o terminas por abandonarla”, dice Selçuk Candansayar, antropólogo y psiquiatra: “Sin darse cuenta, con sus políticas, el gobierno del AKP está elevando el potencial del laicismo, como ocurrió en España [con el nacionalcatolicismo]”.

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