Un pistolero mata a cuatro personas durante una misa en una catedral católica en Brasil
Un hombre ha entrado al templo católico de la ciudad de Campinas, a 100 kilómetros de Sao Paulo, y se ha suicidado tras disparar contra los feligreses
Un hombre de 49 años mató este martes al menos a cuatro personas en una catedral de Campinas, una ciudad a 100 kilómetros de São Paulo, e hirió a otras tantas antes de suicidarse ante la policía en el altar. Euler Fernando Grandolpho tenía 49 años e iba armado con dos pistolas, una de ellas un revólver del calibre 38, las cuales usó para disparar hasta 20 veces en una de las matanzas más inusuales del Brasil de los últimos meses
Las balas empiezan a venir de los asientos más cercanos a la puerta. Allí donde se había sentado, diez minutos antes, el hombre de 49 años que había entrado al final de la misa de mediodía en la Catedral Metropolitana de Campinas, una ciudad de unos 1.200.000 habitantes a cien kilómetros al noroeste de São Paulo. A punto de dar la una de la tarde, el hombre se levanta y empieza a disparar con sus dos armas, una de ellas un revólver del 38. A los que tiene más cerca primero, y luego hacia la bancada de enfrente, indiscriminadamente, sobre la docena de feligreses que recibían la misa. En cuestión de 30 segundos, ya no queda en la catedral ninguno que todavía esté en condiciones de salir. Solo, el hombre deambula por entre los bancos, rumbo al altar. Y ahí termina el espeluznante vídeo registrado por las cámaras de seguridad de la Catedral.
Lo último que se ve en el metraje es a los agentes de la policía militar entrando en la catedral. Disparan sobre el hombre, el cual, según contarían ellos después, se suicidó con un último tiro. Había matado a cuatro personas y herido a otras tantas, que fueron trasladadas a diversos hospitales de la región, en función de su gravedad.
Incluso en un Brasil cada día más violento, la matanza de ayer en la catedral de Campinas, resulta fuera de lo común. No fueron disparos en un contexto de narcotráfico, ni de guerra de bandas en las favelas, como la mayoría de homicidios que engrosan las estadísticas de un año para otro, sino cuatro víctimas supuestamente inocentes en un templo católico en pleno centro de la tercera ciudad del Estado de São Paulo.
BREAKING: A Gunman opened fire inside a Catholic cathedral in Campinas, on the outskirts of Sao Paulo #Brazil shot dead four people before killing himself, four others were injured in the shooting incident. pic.twitter.com/sTnrLXrX7S
— News_Executive (@News_Executive) December 11, 2018
Queda tan solo un mar de incógnitas sobre lo que pretendía el pistolero, de dónde sacó las armas y si obraba en nombre de alguna organización. La única gran pista que había dejado al cierre era una mochila con documentos que le identificaban como Euler Fernando Grandolpho, analista de sistemas de 49 años.
“Para mí que [el pistolero] lo que quería era una matanza”, valora a las puertas de la catedral Pedro Rodrígues, de 66 años, uno de los feligreses que salió con vida del tiroteo. “La misa estaba acabando cuando este hombre, que estaba a unos seis bancos de mí de distancia, apuntó a una pareja que había sentada detrás de él y empezó a disparar. Para mí que el fuego no estaba dirigido solo a esa pareja. Había mucha gente de mediana edad”.
Al margen de las intenciones de Grandolpho, su insólito tiroteo acabará influyendo casi inevitablemente uno de los grandes debates nacionales de del año: el acceso a las armas, algo que ya de por sí tiene poca complicación en el abultado mercado negro brasileño. El presidente electo, Jair Bolsonaro, lleva meses prometiendo que al asumir la presidencia el mes que viene, facilitará todavía más el acceso legal al asumir la presidencia el mes que viene. Según el ultraderechista, más armas conllevan más seguridad y por tanto, un freno a la sangría –más de 63.000 homicidios en 2017, más que en cualquier país en guerra– de la que Brasil se demuestra incapaz de salir.
Y el país parece querer darle la razón. Brasil es un país más armado cada día y este año se espera que vuelva a batir su propio récord: hasta el 22 de agosto, según datos del Ejército, se habían vendido en el mercado civil 34.731 armas. En 2016 se vendieron en total 40.000 y en 2017 el número subió a 47.000. No todas pertenecen a la seguridad privada. En enero de este año, había 328.893 personas armadas. Un estatuto de 2003 complicó el acceso a armas de fuego: hace falta tener más de 25 años, ocupación lícita, residencia fija, no tener antecedentes, justificar la necesidad de armarse y hacer un psicotécnico. Ahora Bolsonaro quiere derribar ese estatuto, para el horror de sus detractores, que insisten en que más armas solo significan más tiros y más casos como el del analista de sistemas que tiñó de sangre las paredes de una catedral.
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