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López Obrador: “No tengo derecho a fallar al pueblo de México”

El presidente de México dibuja su sexenio con una agenda anticorrupción que rechaza juzgar los delitos del Gobierno de Peña Nieto

López Obrador recibe la banda tricolor.
Luis Pablo Beauregard
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Quién es quién en el nuevo Gobierno

La denominada cuarta transformación ha puesto en marcha su reloj en México. Andrés Manuel López Obrador se convirtió oficialmente en presidente este sábado a las 11.20 de la mañana. La ceremonia de traspaso de poderes culminó un largo camino que el político de izquierdas comenzó en julio de 2005 y que incluyó dos intentos fallidos de hacerse con el poder. Más de 13 años después, y al fin con la banda tricolor sobre el pecho, el líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) dibujó en su primer discurso un proyecto que pretende enterrar décadas de neoliberalismo. “La crisis de México se originó no solo por el fracaso del modelo neoliberal aplicado en 36 años, sino también por el predominio de la más inmunda corrupción pública y privada… Lo digo con realismo y sin prejuicios, la política económica ha sido un desastre, una calamidad para la vida pública del país”.

El primer mensaje del político, desde la tribuna de la Cámara de Diputados de San Lázaro, en el centro de la capital mexicana, fijó su hoja de ruta para un Gobierno de seis años. Fue un largo discurso que abarcó desde su programa social hasta la promesa de poner fin al fracking y a los transgénicos. No obstante, en el centro del mensaje está la promesa de poner fin a la corrupción y dar un cambio ejemplar en el reflejo que el poder da a la ciudadanía en un país acostumbrado a ver a sus políticos rodeados de opulencia y riqueza. “Nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes y la minoría que ha lucrado con el influyentismo”, afirmó el mandatario. Minutos después agregó: “¡No tengo derecho a fallarle al pueblo de México! Nada material me interesa y no me atrae la parafernalia del poder. Soy consciente de la gran expectativa que tienen los mexicanos”.

“No inicia un cambio de Gobierno, es un cambio de régimen político. Una transformación política y ordenada, pero al mismo tiempo pacífica y radical”, siguió. A pocos minutos de iniciar su gestión, López Obrador se autoproclamó protagonista de un momento estelar de la historia de México. Este momento seguiría, según el ganador de los comicios de julio con 30 millones de votos, a la Independencia de México (1810-1821) “que luchó por abolir la esclavitud y alcanzar la soberanía”; la Reforma (1858-1866) “en la que predominó el poder civil y restauró la república”; y la Revolución (1910-1921) “donde se luchó por la justicia y la democracia”. López Obrador prometió convertir la honestidad y fraternidad en forma de vida y Gobierno.

El líder de Morena arrancó su discurso con un breve agradecimiento a Enrique Peña Nieto por no haber intervenido “como hicieron otros presidentes” en las elecciones. “Hemos padecido ese atropello antidemocrático”, afirmó el político originario del sureste de México, quien fue candidato de la izquierda en los comicios de 2006 y 2012.

"México no es un país de una sola voz"

Antes de que López Obrador se convirtiera en presidente de México, los partidos políticos fijaron su postura ante el nuevo Gobierno. Poco se oyó de oposición a un partido, Morena, que domina con holgura ambas cámaras con la ayuda de sus aliados (tiene 314 diputados de 500 en Diputados y 70 de 128 senadores). Movimiento Ciudadano fue el primero en criticar lo que considera preocupantes decisiones: "consultas a modo, régimen centralista de concentración del poder y el riesgo de que México se convierta en el país de un solo hombre". "México no es un país de una sola voz", advirtió el senador Clemente Castañeda.

El legislador dijo que el poder Legislativo no es solamente una ventanilla de trámites donde se resuelven los designios del presidente. Algo similar afirmó minutos después Mauricio Kuri, del PAN, quien presumió que su partido gobierna 12 de los 32 Estados de México y controla cerca de 500 municipios en el país (de más de 2.000). "La omnipresencia del Estado no es la solución, es el problema", afirmó.

Sin embargo, no fue ese el mayor gesto que el nuevo mandatario tuvo con su antecesor. Peña Nieto, quien deja la presidencia con una aprobación de 20%, escuchó a un metro de distancia a López Obrador prometer inmunidad para su gestión, marcada por los escándalos de corrupción en su gabinete y en algunos exgobernadores de su partido, el Partido Revolucionario Institucional (PRI). “Esta nueva etapa la vamos a iniciar sin perseguir a nadie porque no apostamos al circo ni a la simulación. Si abrimos expedientes, nos dedicaríamos a buscar chivos expiatorios: tendríamos que empezar por los de mero arriba en el sector público y privado. No habría juzgados ni cárceles suficientes. Meteríamos al país en una dinámica de fractura”, dijo el presidente, quien pidió a la ciudadanía poner punto final y comenzar una nueva historia.

Esto provocó reacciones de la oposición. En un acto sorprendente, la bancada de derechas del Partido Acción Nacional (PAN) comenzó a hacer un conteo del 1 al 43 en memoria de los estudiantes normalistas desaparecidos en Ayotzinapa en septiembre de 2014. El gesto ha sido utilizado en diversas manifestaciones —nunca convocadas por el PAN— que piden no olvidar uno de los delitos más atroces sucedidos en el Gobierno que llegó a su fin. Legisladores de otros partidos mostraron mensajes que pedían enjuiciar a Enrique Peña Nieto. “Ni perdón ni olvido” y "Peña, bombón, te espera la prisión", decían otros textos en manos de senadores de la oposición.

El nuevo Gobierno mexicano arrancó con varios invitados extranjeros presentes. Destaca el rey de España Felipe VI y los presidentes de Cuba, Miguel Díaz Canel; Bolivia, Evo Morales; Ecuador, Lenín Moreno; Perú, Martín Vizcarra; Colombia, Iván Duque, entre otros. El Gobierno de Estados Unidos envió al vicepresidente Mike Pence y a la hija de Donald Trump, Ivanka, cuyo esposo, Jared Kushner, fue condecorado por el Gobierno de Peña Nieto en el último día de su mandato por sus gestiones en las negociaciones del nuevo tratado de libre comercio. Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela, no estuvo en el recinto legislativo. A pesar de ello, fue repudiado por la bancada de derechas del PAN, que colgó una manta que decía "no eres bienvenido". Maduro, sin embargo, sí acudirá a Palacio Nacional.

Defensa del Ejército

Tras una larguísima transición de cinco meses en la que no se ocultó un solo día, el primer discurso como presidente de López Obrador quedó un poco deslucido tras el desgaste del día a día. El presidente hizo referencia en la Cámara de Diputados a su polémica propuesta de la Guardia Nacional, un cuerpo de nueva creación con entrenamiento y elementos militares que ayudarán a pacificar México justo en el año más violento de su historia reciente. Y lo justificó con ocho preocupantes palabras: “ No tenemos policías para cuidar a los ciudadanos”.

López Obrador aceptó en septiembre no estar completamente convencido con la creación de este cuerpo. “Es un tema polémico, pero tengo el derecho de expresar mi punto de vista”, dijo este sábado ya como comandante en jefe de las fuerzas armadas. A estas palabras siguió una férrea defensa del Ejército, que junto con la Armada, han sido los encargados de encabezar la guerra contra el narcotráfico y la delincuencia organizada.

“El Ejército nunca ha dado un golpe de Estado a una autoridad civil. Se ha nutrido del pueblo raso, es pueblo uniformado… En México no se sabe de militares que formen parte de la oligarquía y tiene el respaldo de la opinión pública”, defendió López Obrador, quien sazonó su discurso con algunos datos históricos, como que la última rebelión al interior de la milicia se vivió en 1938.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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