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Caos en Londres, chantaje en Roma

Un análisis de la actualidad internacional a través de artículos publicados en medios globales seleccionados y comentados por la revista CTXT

Victoria Carvajal
Theresa May tras la reunión del Gabinete el miércoles.
Theresa May tras la reunión del Gabinete el miércoles. Dan Kitwood (Getty )

De las promesas de grandeza hechas por los brexiters a la capitulación de Londres ante Bruselas. Y como resultado, el caos político. En el Financial Times, el director del Consejo Editorial, Philip Stephens, compara lo conseguido por Theresa May en Bruselas con la fallida expedición del primer ministro Anthony Eden, en 1956, para recuperar el control del canal de Suez, que forzó a Gran Bretaña a mirarse al espejo y ver la cruda realidad. En lugar del poderoso imperio que creían ser, eran una nación que luchaba en vano por recuperar la gloria del pasado. Stephens ve el mismo desequilibrio entre lo que los partidarios del Brexit alardeaban que iban a conseguir y lo impuesto finalmente por Bruselas. Por ello recomienda al Parlamento que rechace el “acuerdo podrido” de May, ya que, en su opinión, no es leal a la voluntad expresada por los británicos en el referéndum y porque convertiría al Reino Unido en un país más pobre, más débil y menos seguro. La solución, propone, sería celebrar una nueva consulta, un voto que compare el statu quo con las condiciones ofrecidas al Reino Unido por Bruselas si se queda fuera de la UE.

La crisis de Gobierno abierta tras las dimisiones de dos de sus ministros (ya van 13 desde que May llegó a Downing Street, cuatro de ellos se encargaban del Brexit,) y el cada vez más probable rechazo del acuerdo en el Parlamento, amenaza con sumir al Reino Unido en una crisis institucional de difícil salida. Algunos creen que la solución podría ser un segundo referéndum. David Allen Green, en la revista Prospect, afirma que nadie favorable al Brexit aprobará el acuerdo de May, especialmente porque Londres ha aceptado que, tras su salida de la UE, en marzo de 2019, seguirá acatando las reglas de Bruselas y mantendrá temporalmente la unión aduanera para que dé tiempo a pactar un nuevo acuerdo comercial que permita resolver el escollo de la frontera irlandesa. En ese plazo, hasta finales de 2020, Londres estará obligada a obedecer a Bruselas sin tener derecho a voto. Una cesión de soberanía inaceptable para la gran mayoría. Muy crítico con las negociaciones poco rigurosas de May, Green también cree que se ha traicionado el mandato recibido en las urnas y aboga por un nuevo referéndum.

Corbyn bajo presión

¿Cuál sería la hoja de ruta para convocar esta segunda consulta? La ha diseñado la plataforma People’s Vote, formada por diputados conservadores, liberales, laboristas, verdes, y nacionalistas escoceses, que defienden que la ciudadanía tiene que votar cualquier acuerdo final sobre el Brexit. Muchos de los que se manifestaron en la marcha organizada por esta plataforma hace dos semanas en Londres, en la que participaron casi un millón de personas, son votantes del partido Laborista. Sobre todo los jóvenes. La presión sobre su líder, el euroescéptico Jeremy Corbyn, para que apoye esta iniciativa desde el Partido Laborista aumenta. Según señalan Peter Walker y Heather Stewart en The Guardian, el Partido Laborista podría ganar 1,5 millones más de votos si apoyara un referéndum sobre el acuerdo del Brexit. Números que darían a los laboristas la posibilidad de recuperar el Gobierno. Pero Corbyn, entrevistado recientemente por Der Spiegel, insiste en que no hay nada que se pueda hacer para parar el Brexit. Ante el caos generado tras conocerse el acuerdo, Corbyn se preguntaba en su cuenta de Twitter cómo la primera ministra podía aspirar a que el Parlamento aprobara un acuerdo que no tiene ni tan siquiera el apoyo del Gobierno.

Pero ni una palabra sobre la cuestión de plantear una nueva consulta.

Roma Caput Mundi

Incluso con el Gobierno de May al borde del colapso, Europa parece decidida a excluir la posibilidad de reabrir unas negociaciones que se han prolongado más de lo deseado. Su atención está puesta ahora en Italia. Rome Alone. Así titulaba The Economist un extenso artículo sobre la negativa de Roma a modificar sus Presupuestos pese a exigírselo la Comisión Europea. Con un PIB de 1,6 billones de euros (el 15% del PIB de la eurozona), Italia no es Grecia y su desafío a la disciplina fiscal de la Unión Europea puede animar a otros países a seguir su ejemplo.Los partidos que forman la coalición de Gobierno en Italia quieren cumplir sus promesas electorales. El populista Movimiento 5 Estrellas de Luigi Di Maio, una renta básica; la ultraderechista Liga del Norte, encabezada por el xenófobo y ultraderechista Matteo Salvini, una bajada de impuestos. Su plan es multiplicar por tres el déficit, del 0,8% al 2,4% del PIB.

El artículo reconoce la necesidad de que Italia aumente el gasto para impulsar su débil crecimiento, estancado a diferencia del resto de economías de la eurozona, que han salido con más vigor de la crisis gracias en parte a los estímulos del Banco Central Europeo. Sugiere que la UE debe ser más flexible en sus planteamientos fiscales y amplíe al resto de la eurozona este criterio para conseguir así sortear el peligroso momento político al que puede conducir la negativa italiana a modificar sus cuentas públicas.

Los dos partidos que forman la coalición de Gobierno quieren seguir en el euro pero no cumplir las reglas, un planteamiento que Bruselas no acepta. Italia juega con el tamaño de su economía y con la posibilidad de establecer un peligroso precedente. Quien debe estar muy satisfecho del desafío de Italia a la UE es el líder mundial más admirado por Salvini, Vladimir Putin. De las relaciones entre el Gobierno italiano y el presidente de Rusia se ha escrito mucho. En un extenso artículo sobre Rusia publicado en la revista Foreign Affairs, el ex vicepresidente estadounidense Joe Biden y el profesor Michael Carpenter, experto en los Balcanes y Rusia, advertían hace meses que el Gobierno ruso estaba asaltando descaradamente los pilares de la democracia occidental. Los autores sostienen que cualquier partido antisistema o de la extrema derecha en Europa, como las fuerzas aliadas del Gobierno italiano, ha encontrado siempre el apoyo del Kremlin, principalmente en lo que se refiere al uso de las redes sociales.

George Soros también ha denunciado las estrechas relaciones del Gobierno italiano con Putin. El financiero, fundador de la organización Open Society, va más allá y airea en La Repubblica sus sospechas de que Rusia ha contribuido económicamente a la campaña de Salvini, cosa que este niega.

Mafia y Estado

Las crónicas sobre el eje Roma-Moscú son fascinantes y escurridizas, un espejo de esa Italia que es mitad laboratorio político de vanguardia, y mitad depósito de grandes misterios sin aclarar. Mientras la policía científica analiza los restos de huesos de mujer hallados en el subsuelo del ministerio de Exteriores del Vaticano, que podrían pertenecer a Emmanuela Orlandi, una joven desaparecida en 1983 a la que se relacionó con las altas instancias vaticanas, Rossella Guadagnini se hace amplio eco en la revista Micromega de la presentación del libro El pacto sucio, el pasado 14 de noviembre en Roma. Escrito por el fiscal Ninno Di Matteo, el hombre que se atrevió a juzgar al Estado italiano, y por el periodista Saverio Lodato (La Repubblica), el libro narra la negociación secreta entre diferentes poderes del Estado y la mafia siciliana en los años 90, después de que el capo Totó Riina decidiera asesinar a los jueces Falcone y Borsellino y dijera: “Hace falta desencadenar la guerra para poder negociar la paz”.

Una frase de Guadagnini resume las consecuencias de aquella negociación mafia-Estado: “Después del juicio Mani Pulite, que mandó a casa a los exponentes de los viejos partidos, y del paso de la Primera a la Segunda República, manchado con la sangre de los atentados, la mafia se pondría el traje gris, optando por infiltrarse en la economía y las finanzas, los ganglios políticos más sensibles del país para lograr una fuerza cada vez más invisible y persuasiva”.

Para acabar con el Vaticano, unas gotas de feminismo: algunos analistas creen que cada vez es más urgente una profunda reforma de la Iglesia católica que suponga una revisión de su cultura patriarcal. John Gerhring, autor de un libro sobre el reto radical que ha supuesto la llegada del Papa Francisco para la Iglesia católica estadounidense, escribe en The New York Times un artículo en el que, como católico, expresa y comparte el enfado y la repugnancia de muchos creyentes ante los escandalosos casos de abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia y la extendida complicidad institucional que los han ocultado. En su opinión, la profunda crisis de legitimidad que vive la Iglesia no sólo es producto de sus “depredadores sexuales”. No puede ser que siga excluyendo a las mujeres del sacerdocio o evite reconocer las diferentes sexualidades u opciones de género. ¿Cuánto habrá que esperar para que esto ocurra? Como dice una de las víctimas de abusos citada en el artículo: “Al Papa Francisco se le juzgará por sus hechos, no por sus intenciones”.

Y para rematar, y siguiendo con el feminismo, una nota positiva. El Financial Times quiere que sus reporteros citen igualmente a hombres y mujeres. El periódico, que cubre sectores dominados por los hombres, sobre todo la financiera, ha descubierto que sólo el 21% de las fuentes citadas en le periódico son mujeres. Y quiere equilibrarlo. Bienvenida sea la iniciativa.

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