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EE UU ejecuta con la silla eléctrica a un preso que rechazó la inyección letal

Edmund Zagorski prefirió unos segundos de “dolor insoportable” a una larga agonía

El alcaide de la prisión de Riverbend (Tennessee, EE UU) muestra la sala de ejecuciones en 1999. En vídeo, los testimonios de la abogada de Edmund Zagorski y la periodista de AP que presenció la ejecución.Vídeo: Mark Humphrey
Yolanda Monge

El reo del corredor de la muerte de Tennessee Edmund Zagorski murió a las 7.26 de la tarde (1.26 de la madrugada en la españa peninsular). Zagorski, 63 años, había solicitado ser electrocutado en lugar de morir por inyección letal, el método que se ha ido imponiendo como más compasivo en los Estados que mantienen la máxima pena. Según sus abogados, el reo se vio forzado a tomar “una terrible decisión”, ya que el cálculo que habían hecho era espeluznante: con la inyección letal podía vivir “los últimos 10-18” minutos de su vida “en una terrible agonía”, mientras que con la silla eléctrica solo sentiría “un dolor insoportable” durante unos 15 o 30 segundos. Lo único que podía salvar al preso era que el Tribunal Supremo de Estados Unidos retrasase la ejecución. No era nada probable, ya que la máxima autoridad judicial del país había rechazado ver el caso de Zagorski a principios del pasado mes de octubre.

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El relato de la puesta en escena y ejecución de Zagorski no es digno de un país del primer mundo. Contado por tres periodistas locales del diario Tennessean, el preso estaba sentado en la silla eléctrica cuando se descorrieron las cortinas que cubrían el cristal de la habitación adyacente donde se encuentran las familias de las víctimas, abogados y autoridades. La imagen que pudieron ver fue la de un hombre que les sonreía y cuyas últimas palabras fueron "que empiece el rock and roll". A partir de ahí, agentes de la prisión le fueron aplicando una esponja mojada en agua salina sobre su cabeza recien afeitada para a continuación colocarle un casco. Zagorski continuaba sonriendo mientras miraba a su abogada, que le sonreía de vuelta mientras con su mano se golpeaba el corazón. Era una consigna que habían acordado de antemano preso y letrada para despedirse. "Cuando haga eso significará que te llevo en mi corazón", relato Kelley Henry a la prensa tras certificarse la muerte de su cliente.

A continuación, se cubrió con una capucha negra la cabeza del hombre que iba a morir, para que los testigos no pudieran ver su rostro desfigurado por el dolor cuando su cuerpo comenzara a abrasarse. Entonces el alguacil dio la orden y se efectuó la primera descarga eléctrica. Atado a la silla, Zagorski levantaba la mano derecha en lo que parecía un intento de saludar para a continuación cerrar con fuerza ambos puños mientras 1.750 voltios de electricidad recorrían su cuerpo durante 20 segundos. Durante un breve espacio de tiempo pareció que el preso respiraba. Eso fue muy poco antes de que se le aplicara una descarga final que duró 15 segundos y acabó con su vida. Un médico certificó su muerte. Las cortinas se cerraron.

De los 50 Estados de la Unión, 30 mantienen la pena de muerte

En la actualidad, 30 de los 50 Estados de la Unión mantienen la pena de muerte (aunque en varios de ellos existe una moratoria) y 20 la han abolido. Nueve Estados tienen la silla eléctrica como alternativa a la inyección letal. Tennessee se convirtió en 2014 en el primer Estado que declaró obligatorio el uso de la silla eléctrica si no era posible obtener los compuestos necesarios para la inyección letal. Según la ley de este Estado, cualquier preso condenado a muerte antes del 1 de junio de 1999 puede elegir cómo morir: electrocutado o por una mezcla de sustancias que en estos momentos es de dudosa calidad y procedencia desde que las farmacéuticas dejaron de proveer a las prisiones con el anestésico que seda al preso antes de que se le apliquen las dosis que le provocan la parada cardiorrespiratoria.

Edmund Zagorski.
Edmund Zagorski.AP

A partir del año 2012, la crisis de abastecimiento que causó esa decisión de las empresas farmacéuticas ha puesto en peligro esta horrenda seña de identidad estadounidense. Texas ha llegado a usar tan solo pentobarbital (un barbitúrico que se suele usar para sacrificar animales) para acabar con la vida de los residentes de su corredor de la muerte. En Arizona, la agonía de Joseph Wood duró casi dos horas, lo que llevó al Estado a dejar de usar midazolam, el fármaco que supuestamente deja inconsciente al reo en las ejecuciones y cuyo uso levantó tal polvareda legal que en 2015 el Tribunal Supremo tuvo que emitir un fallo sobre él. La máxima autoridad judicial estadounidense sentenció que el uso del midazolam no violaba la octava enmienda de la Constitución (la que prohíbe un trato cruel e inhumano) y podía seguir usándose en las ejecuciones. A principios de este año, a un condenado se le inyectó midazolam en Oklahoma pero en lugar de perder la consciencia tuvo convulsiones e incluso llegó a hablar durante su agonía de 43 minutos.

En la búsqueda desesperada, e imposible, de lograr un método de ejecución humanitario, el Estado de Utah incluyó como alternativa a la inyección letal en 2015 el fusilamiento. Tennessee solo ha usado una vez la silla eléctrica desde 1960. En 2007, Daryl Holton prefirió este método a la inyección. Zagorski es la primera persona en Estados Unidos en morir electrocutada en cinco años. Virginia ejecutó con este método a un reo en 2013.

En el caso de Tennessee, Fred Leuchter, el hombre que construyó la silla eléctrica hace más de 30 años, tiene serias reservas sobre su funcionamiento: “Estoy preocupado porque la silla puede causar problemas. No creo que la ejecución vaya a tener nada de humanitaria”, explicó.

El hombre que diseñó la silla eléctrica de Tennessee tiene dudas de que vaya a funcionar correctamente

Leuchter fue entre 1979 y 1990 una figura muy reconocida dentro del sistema penitenciario por su trabajo en el diseño de cámaras de gas, sillas eléctricas, horcas o el protocolo de la inyección letal, pero cuando se sumó a los negacionistas del Holocausto y rechazó la existencia de las cámaras de gas en Auschwitz, un escrutinio más a fondo de su persona reveló que ni era ingeniero, como pretendía, ni estaba cualificado para el trabajo que había venido realizando.

A pesar de las dudas de Leuchter, el gobernador del Estado aseguró tener total confianza en que el departamento de prisiones tendría a punto el mortal instrumento.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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