Costa remodela el Gobierno portugués tras la salida del ministro de Defensa
António Costa cambia a los ministros de Defensa, Salud, Economía y Cultura, pese a que le sonríen las encuestas de intención de voto de cara a los comicios de 2019
António Costa hace más ruido que la oposición. Horas después de que el Gobierno aprobara el último presupuesto de la legislatura portuguesa, Costa ha cambiado a cuatro ministro, casi la mitad del Ejecutivo. Si la oposición le exigía desde hace tiempo el cese de los ministros de Defensa y Salud, el primer ministro ha decidido ir más allá para encarar el año preelectoral sin lastres.
Durante la medianoche del sábado al domingo, en un Consejo de Ministros de 12 horas, el Ejecutivo aprobaba el último presupuesto de la jerigonza —Gobierno socialista en minoría, con apoyo parlamentario del PC y Bloco de Esquerda—, el más social de todos. Un presupuesto con apenas un 6,3% de desempleo, 0,2% de déficit, un 2,2% de crecimiento, bajadas del 5% en el recibo de la luz, en las jubilaciones anticipadas y en el IVA cultural, un salario mínimo por encima de los 600 euros y otras medidas que contaban con el beneplácito de PC y Bloco. Además, las encuestas le seguían dando al Gobierno una intención de voto del 39%, muy por encima de los socialdemócratas de lPSD.
En ese escenario favorable, Costa ha dado el primer gran golpe de timón de su Gobierno: ha acabado con los ministros polémicos. Entre los primeros, el ministro de Defensa, José Azeredo, que ha sido sustituido por Joao Gomes Cravinho. Este era un cambio obligado después del vodevil del robo de armas del polvorín de Tancos y posterior sospechosa recuperación de más de las robadas; al final, en toda la trama, y su ocultación, están presuntamente implicados mandos militares y hasta del Ministerio. El cese era un clamor en la oposición, aunque días antes Costa cometía la imprudencia de decir que era un puntal de su equipo. Al final, ha caído.
Otra víctima de las polémicas es el Ministro de Salud, Adalberto Campos, sustituido por Marta Temido. Los servicios públicos de salud y educación han sido los grandes paganos de la crisis. El aumento de inversión en los años de Costa no han sido suficientes para paliar las críticas a las deficiencias de los hospitales, con grandes listas de espera, 100 días de huelga de los enfermeros en este año y dimisiones en oleadas de los directores médicos. El ministro es víctima también de la reducción de la jornada laboral de médicos y enfermeros de 40 a 35 horas semanales sin que se aumentara el personal.
Los otros dos ceses son por otros motivos: falta de protagonismo. El ministro de Economía, Manuel José Caldeira, sustituido por Pedro Siza Vieira, nunca ha sido santo de devoción del ministro de Finanzas, el hombre fuerte del Gobierno, Mário Centeno —presidente del Eurogrupo—. Pese a que la economía del país marcha bien, el éxito se lo ha cobrado todo Centeno, con un Caldeira siempre en la sombra.
Pero el caso más extremo de escapismo es el del ministro de Cultura, el poeta Filipe Castro Mendes, sustituido por Graça Fonseca. Castro había ocupado tres años el cargo sin resolver nada. Creó un lío con las compañías teatrales, ha sido incapaz de cerrar la ley de las subvenciones al cine y tiene a las televisiones generalistas en pie de guerra por su falta de reacción ante la llegada de los canales de las plataformas telefónicas, ajenos al cumplimiento de las leyes locales.
Con estos cuatro cambios del domingo, Costa quiere cohesionar a su equipo ante el año preelectoral. El presupuesto parece encarrilado y ahora trata de reeditar el éxito de las municipales, en las próximas europeas y, sobre todo, en las generales de octubre de 2019, donde puede acercarse a la mayoría absoluta.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.