_
_
_
_

El vendedor callejero de ‘likes’ y ‘followers’

Yilmaz Fikriderin ofrece en las calles de la ciudad turca de Adana 1.000 seguidores de Instagram, 50 comentarios o un millar de 'me gusta' por menos de un euro

Andrés Mourenza
Yilmaz Fikriderin, junto al cartel que anuncia sus servicios.
Yilmaz Fikriderin, junto al cartel que anuncia sus servicios. @t24comtr

No hay cosa más típica de las calles de Turquía que la venta ambulante. Ningún barrio que se precie carece de su mercadillo semanal, en el que se venden frutas y verduras, ropa interior y camisetas imperio. A todos los que vivimos aquí nos ha despertado alguna vez la insoportable melodía de la empresa de gas butano, cuyos camiones se pasean por las calles de Estambul repartiendo bombonas, o el chatarrero, que empuja el carro gritando: "¡¡Hurdaci!!". Plastificadores de carnets, vendedores de simit (roscas de pan con sésamo), de maíz hervido, de albóndigas a la brasa, vendedores de melones y sandías o, según la época, también de anchoas... Todos pueblan la geografía urbana de este país. En el pasado, existían incluso los rellenadores de instancias que, colocados frente a una oficina de la Administración y armados con una máquina de escribir, servían para guiar al profano en los vericuetos de la burocracia turca.

No en las vías urbanas, sino en las de la información, otra cosa llama la atención sobre los turcos: tienen una cantidad increíble de seguidores en las redes sociales. Pareciera que nacen con, al menos, 17.000 followers de serie. Pese a sus andanadas contra Twitter, el presidente turco @RT_Erdogan, por ejemplo, tiene 13,3 millones de seguidores, trece veces más que el jefe de Gobierno español, @sanchezcastejon, cuatro más que el francés, @EmmanuelMacron, seis más que el ruso, @PutinRF. Y algo más de la mitad que el estadounidense @POTUS, pese a que los habitantes de Turquía son cuatro veces menos que los de EE UU. En Instagram suceden tres cuartos de lo mismo.

Hay quien dice que esta inflación de seguidores tiene que ver con bots (cuentas automatizadas), ejércitos de trolls y compra de followers; y probablemente tenga razón.

Más información
Antes de subirse al burro pase por la báscula
Victoria de las feministas indias: el Supremo permite la entrada de mujeres al templo hindú de Sabarimala
Los hoteles CR7 seguirán adelante pese a las acusaciones de violación contra Cristiano Ronaldo

Así que, uniendo estas dos tradiciones tan turcas, Yilmaz Fikriderin, se ha lanzado al negocio en las calles de Adana, una ciudad en el sur del país, y se ha convertido en, probablemente, el primer vendedor ambulante de likes y followers. Su foto, sentado en la calle con el cartel que promociona su negocio, ha hecho furor en las redes: “Instagram. 1.000 seguidores, seis liras (85 céntimos de euro)”. 1.000 likes cuestan cinco liras; 1.000 visionados, cinco liras; 50 comentarios, cinco liras. “También damos servicio para Twitter”, anuncia.

“Hay gente que se sorprende, que lo encuentra divertido o absurdo. Pero tengo muchos clientes que necesitan seguidores”, explica este emprendedor de 38 años por teléfono a EL PAÍS: “Me di cuenta de que hay gente que quiere convertirse en un fenómeno social y quienes ofertan sus productos en internet. Y vi que hay muchas webs que venden seguidores, likes y comentarios online. Así que me dije, ¿por qué no hacer lo mismo?”. Fikriderin comenzó su propio negocio de venta online, pero luego se le ocurrió llevar su negocio a la calle: “Aunque el uso de internet se ha extendido mucho en los últimos años, en Turquía hay todavía algunas barreras que no hemos superado. Hay mucha gente que no se siente segura al dar su dinero a través de la Red. A la gente le gusta sentir el producto, tocarlo, mirarlo comprobar que funciona”.

La respuesta ha sido muy buena. Comenzó vendiendo entre 20.000 y 30.000 seguidores y likes al día, y tras la publicidad que le ha supuesto salir en las noticias, ha doblado las ventas. Claro que Fikriderin ya tenía experiencia en la venta callejera. “Antes vendía otras cosas. Y la gente se siente mejor cuando compra mirando a los ojos del que vende, cara a cara”. Además, defiende la calidad de su producto: él no vende bots ni otro tipo de seguidores basados en cuentas falsas. “Son seguidores reales. Claro que, por eso, algunos pueden dejar de seguirte al cabo de un tiempo, pero la mayoría son seguidores permanentes y los comentarios y los likes que hacen no desaparecen”. Palabra de vendedor ambulante.

Síguenos en Twitter y en Flipboard

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_