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Rusia y Turquía frenan la tensión en la provincia rebelde siria de Idlib

Putin y Erdogan pactan crear una zona desmilitarizada patrullada por fuerzas de ambos países

Recep Tayyip Erdogan y Vladímir Putin se saludan, este lunes en Sochi (Rusia). En vídeo, declaraciones de Erdogan.Vídeo: Alexander Zemlianichenko (AP)
Juan Carlos Sanz

Tras el pulso de la cumbre del pasado día 7 en Teherán, el presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, acordaron este lunes rebajar la tensión en la provincia de Idlib, el último gran foco rebelde sobre el que el régimen de Damasco quería lanzar una ofensiva general. Ambos mandatarios pactaron en Sochi (Rusia), a orillas del mar Negro, la creación antes del 15 de octubre de una zona desmilitarizada en Idlib que será patrullada por soldados de ambos países para separar a las fuerzas gubernamentales de las de la oposición.

La nueva zona tapón, que ha sido aprobada por el régimen sirio, tendrá una anchura de entre 15 y 20 kilómetros a lo largo del frente de hostilidades. El acuerdo del área desmilitarizada prevé además la retirada del armamento pesado a partir del 10 de octubre, según informa France Presse. El pacto viene acompañado de un memorando firmado por los ministros de Defensa de Rusia, Serguéi Shoigu, y de Turquía, Hulusi Akar, para estabilizar Idlib. Turquía se ha comprometido además a colaborar con Rusia para acabar con los grupos armados radicales en la provincia fronteriza del norte de Siria.

La reunión de Sochi, en la que no participó el mandatario iraní, Hasan Rohaní, se prolongó durante más de cuatro horas en un clima de incertidumbre, a pesar de las declaraciones iniciales de buenas intenciones. Putin dio la bienvenida a Erdogan en su lugar habitual de veraneo con un llamamiento a “buscar soluciones donde aún no han sido halladas”, en alusión al desencuentro que ambos presidentes habían escenificado en la cumbre de Teherán. Rusia se mostró partidaria entonces de que el régimen del presidente Bachar el Asad desencadenara de inmediato la ofensiva militar que lleva semanas preparando a las puertas de Idlib para expulsar a grupos yihadistas que suman unos 30.000 milicianos, como Tahrir al Sham (10.000 combatientes), heredero de la filial de Al Qaeda en Siria y que controla un 60% del territorio provincial.

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Turquía respalda a movimientos de la oposición y milicias rebeldes de refugiados en Idlib tras haber sido expulsados de otros frentes por el régimen, pero asegura que no mantiene ninguna relación con los grupos yihadistas considerados organizaciones terroristas por Naciones Unidas, como el Estado Islámico o los que rinden lealtad a Al Qaeda. El memorando pactado en Sochi excluye su presencia en la zona desmilitarizada.

Pocas horas antes de negociar con Moscú, Ankara había reforzado su despliegue en torno a la provincia siria. “Hemos estado fortaleciendo nuestra presencia militar allí [en Idlib]. No podemos permitirnos la debilidad”, aseguró Erdogan a los periodistas que le acompañaron el pasado fin de semana en un viaje a Azerbaiyán, según informó el diario Hürriyet.

Puestos de observación

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Turquía mantiene destacados varios centenares de soldados en 12 puestos de observación en torno al reducto rebelde. Movilizó sus tropas en cumplimiento del acuerdo de distensión suscrito el año pasado con Rusia e Irán en las conversaciones del llamado proceso de Astaná, por haberse iniciado en la capital de Kazajistán. El presidente turco precisó que el envío de material militar incluye medio centenar de carros de combate.

Turquía ha argumentado que una ofensiva sobre Idlib —tres millones de habitantes, la mitad de ellos desplazados por la guerra de de otras partes de Siria— significaría una catástrofe para la población civil. La operación desencadenaría una nueva oleada de hasta 800.000 nuevos refugiados que buscarían refugio en suelo turco, donde tres millones de civiles sirios se han instalado tras huir de violencia a lo largo de más de siete años de conflicto. Erdogan dijo también que espera que se acuerden “decisiones positivas” en la Asamblea General de la ONU, cuyo inicio está previsto a finales de mes.

La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, ha acusado a Rusia y al régimen sirio de “castigar a los civiles que tuvieron el valor de levantarse frente al régimen de Damasco”.

“Cuando Rusia y el régimen de El Asad dicen que quieren luchar contra el terrorismo, realmente quieren decir que quieren bombardear escuelas, hospitales y casas”, señaló la diplomática estadounidense, citada por Reuters.

El duelo verbal que mantuvieron Erdogan —quien advirtió del peligro de que se produzca una masacre en Idlib— y el líder ruso —opuesto a un alto el fuego con los insurgentes— hace 10 días en la capital iraní hacía temer otro fracaso en Sochi.

Las aviaciones de combate siria y rusa han bombardeando posiciones rebeldes en Idlib desde el inicio de septiembre. El mediador de Naciones Unidas para Siria, Staffan de Mistura, ha llamado repetidamente a que se habiliten vías de salida para la población civil cercada.

Israel ha matado 140 iraníes y milicianos aliados en Siria

El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, ONG que recaba información sobre el terreno del conflicto civil en el país árabe, ha contabilizado la muerte de 113 combatientes iraníes y de milicianos aliados en ataques aéreos de Israel sobre territorio de Siria. La misma fuente eleva hasta 140 la cifra de fallecidos en las operaciones de la aviación hebrea si se amplía el plazo hasta comienzos de abril.

La mayoría de las víctimas se produjeron en ataques contra arsenales y polvorines o contra convoyes de transporte de armamento. Entre los objetivos citados por el Observatorio figura la base militar de Al Nayrab, situada cerca de Alepo (norte de siria); el aeropuerto castrense de Mezzeh, en las proximidades de Damasco; el aeródromo militar de Dabba, en la provincia de Homs (centro), y el aeropuerto T-4, en el sureste del país en el área de Palmira. También han sido blanco habitual de los ataques la provincia de Quneitra, aledaña a los Altos del Golán.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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