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Tribuna
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Por el bien de Colombia (Hotel de la Ópera, Bogotá)

En qué país cabe que los expresidentes sigan gobernando

Ricardo Silva Romero

Que levante la mano –para darle las gracias por su servicio a la patria– la persona que el jueves pasado se inventó el meme de “Si nos dejan…” a partir de la foto patética de aquellos tres expresidentes de Colombia reconciliados e irreconciliables. Explico: luego de años de odiarse sin formas ni piedad, como probando que aquí el Estado ha sido el peor enemigo del Estado, los expresidentes Gaviria, Pastrana y Uribe se reunieron en el Hotel de la Ópera de Bogotá a dar por superadas sus insuperables diferencias. Por el fin de la corrupción. Por el presidente Duque. Por el país. Jajajajajá: no hubo lágrimas de emoción en los ojos de nadie, no, nadie estaba necesitando esa bella reconciliación, pero en cambio apareció ese meme en el que aquel trío de prohombres es retratado como un trío musical que canta “Si nos dejan… los vamos a joder toda la vida”.

Es que en qué país cabe que los expresidentes sigan gobernando. Es que estos tres –vaya usted a saber si por bajos o por cortos– en los últimos años no han hecho mucho más aparte de enlodarse los unos a los otros como exgerentes de una fábrica en crisis. Gaviria a Uribe: “Este gobierno suyo es un asco”, “mentiroso”, “dictador”. Uribe a Gaviria: “Escondió los audios del proceso 8.000”, “gobernó con criminales”, “quebró al país”. Pastrana a Uribe: “El único colombiano que nunca le dio la posibilidad de la paz a Colombia”, “pactó en secreto con los paramilitares”, “su consejero más cercano era el consigliere de Pablo Escobar”. Uribe a Pastrana: “Consintió a los delincuentes”, “entregó el país literalmente secuestrado”, “aliado de las FARC”. Pastrana a Gaviria: “Eslabón perdido del 8.000”. Gaviria a Pastrana: “Loco de atar”.

Sólo políticos así, como estos tres hombres elegidos entre el hastío, vuelven tan campantes de semejantes condenas. Quizás si se hubieran retirado, como el Bush que pinta perritos, sería menos difícil responder de qué manera sus gobiernos transformaron a Colombia para bien y para mal, pero su legado sigue siendo un misterio porque no han sido capaces de dejar atrás el poder. Tal vez si se hubieran marchado a pensar en lo suyo, como actores demasiado viejos para encarnar a Hamlet, hoy serían Gaviria el reformista, Pastrana el pacifista y Uribe el pacificador, pero a fuerza de seguir metidos en las minucias de todos los gobiernos –no como observadores leales e imperturbables: como lobistas, como titiriteros entre bambalinas, como vampiros– hoy es posible ponerle a cualquiera de los tres el epíteto de “el entorpecedor”.

El Hotel de la Ópera, vecino del Teatro Colón en la Bogotá vieja, ya fue caballeriza colonial, seminario del siglo XIX, tienda de objetos religiosos, librería e inquilinato. Su belleza y su prestigio sobrevivirán a la foto y al meme de estos tres expresidentes que no se van a ir: estos tres tristes tigres que, en vez de andar por ahí defendiendo las causas que defienden los viejos –el planeta, la paz, los derechos–, siguen gastándose los días en maniobras de electoreros, en cálculos de clientelistas, en ruedas de prensa llenas de palabras vacías. Su reunión del jueves habría sido una “cumbre”, como se dijo en los medios, si los estuviera uniendo algo mejor que el pánico a la irrelevancia y la adicción al poder y la condescendencia con Duque y el odio por Santos, el expresidente premiado e ingrato que fue ministro en los gobiernos de los tres.

Quizás alguien les crea que se vieron en ese hotel para unir a Colombia; para servirle a un presidente que tendrá que salírseles de las manos; para acabar con su propia medicina: la tal polarización.

Claro que los tres están en todo su derecho de seguir cantando, “Si nos dejan…”, pero quién dijo que estamos obligados a escucharlos.

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