Escuela para presidentes
A López Obrador le corresponde encontrar la verdad oculta en cada planteamiento, el interés inconfesable en cada sugerencia, el verdadero motivo en cada propósito
López Obrador ganó las elecciones presidenciales mexicanas en términos incontestables. Tendrá en el puño de su mano el control del país como en los años interminables de la Dictadura Perfecta encabezada por el PRI de muy triste recuerdo. Sin embargo, justo es reconocerlo, el virtual presidente electo de México ha comenzado a tender puentes entre sus adversarios u opositores mostrando un rostro nuevo y cálido carente de la violencia verbal que exhibió durante la campaña. Ahora aparece como un político conciliador que no amenaza ni preocupa a los inversionistas ni a los mercados ni las empresas calificadoras extranjeras. Basta con decir que el peso mexicano se ha revaluado. Hago votos porque así continúe en los próximos seis años.
Eisenhower declaró cuando llevaba dos años como jefe de la Casa Blanca: “¡Cuánto trabajo me ha costado aprender a ser presidente de Estados Unidos!”. Y no le faltaba razón. No hay otra escuela para presidentes que el ejercicio del poder. Los aciertos y errores, las consecuencias y los beneficios de tan difícil aprendizaje habrá de padecerlos o disfrutarlos la nación. Los éxitos y los fracasos de un presidente los gozan o los sufren los gobernados. Sus decisiones no son solo medibles en términos de pesos y centavos, sino en vidas humanas, en salud y en el desarrollo de millones de personas.
¿En qué universidad podría tomar clases un presidente para convencer a la delincuencia del daño social de su catastrófica existencia, o se le debe convencer a balazos o mediante la inteligencia financiera? ¿Cuál es el camino para educar aceleradamente a un país de reprobados? ¿Cómo condicionar la entrega de recursos federales a las autoridades estatales en la medida que éstas últimas aumenten su recaudación local? ¿En qué manual práctico se pueden encontrar las claves para convencer a Trump de las inmensas ventajas recíprocas de contar con un vecino como México, un poderoso cliente, además de un formidable aliado para combatir el narcotráfico, entre otros objetivos, sobre la base del respeto mutuo? Cuando algunos presidentes han escrito sus memorias para dejar constancia de su experiencia política, sus textos han sido ignorados por subjetivos o falaces. No se aprovecha la experiencia anterior.
¿A dónde va un presidente sin un gran conocimiento de sus semejantes? México ha cambiado y los manuales para tratar a los mexicanos ya son caducos, más aún con la existencia de las redes sociales. No hay escuela para administrar este México emergente que busca su dignidad a través de la erradicación de la corrupción. No, no hay escuela para políticos… ¿Cómo se logra construir un Estado de derecho, imponer el orden y el respeto sin dar el primer paso con el ejemplo? ¿Cómo recuperar la confianza perdida de la ciudadanía? ¿Cómo disparar el crecimiento económico? ¿Cómo devolverle la sonrisa a la nación? ¿Cómo tranquilizar a la inversión local y a la extranjera? ¿Cómo construir el capital político?
¿Un presidente debe desconfiar de todos y confiar en todos? ¿En qué escuela se aprende a tratar a los banqueros extranjeros, hoy dueños de casi toda la banca mexicana, para reiniciar los préstamos a los sectores productivos? ¿Cómo mejorar las relaciones con la prensa sin comprarla? ¿Cómo crecer al 7% anual? ¿Cómo rescatar de la miseria a más de 50 millones de mexicanos sin reñir con el sector productivo y su capacidad para crear empleos?
Todos: banqueros, funcionarios, intelectuales y columnistas, políticos y empresarios, caricaturistas, curas y periodistas se presentan ante el presidente de la República vestidos de domingo. El baile de las mil máscaras no tiene fin. A AMLO le corresponde encontrar la verdad oculta en cada planteamiento, el interés inconfesable en cada sugerencia, el verdadero motivo en cada propósito. En ninguna cátedra se aprende a conocer a los hombres y mucho menos a los inversionistas o titulares de grandes capitales que vendieron su alma al diablo a cambio de unos centavos.
Las actividades más importantes de la vida no se pueden aprender en la escuela. No hay escuela para maridos ni para esposas ni para padres de familia ni para presidentes de la República. Sólo que en el último caso 127 millones de mexicanos pagamos el costo del aprendizaje o lo disfrutaremos...
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