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La economía profundiza la pugna entre Duque y Petro en Colombia

Los modelos productivos son el factor que más aleja a los candidatos que el domingo se disputan la presidencia

Francesco Manetto
Un mural en apoyo a Gustavo Petro en Bogotá.
Un mural en apoyo a Gustavo Petro en Bogotá. Mauricio Dueñas Castañeda (EFE)

Casi 37 millones de colombianos están llamados el domingo a elegir al sucesor de Juan Manuel Santos entre dos candidatos sin apenas coincidencias. Los proyectos del derechista Iván Duque, impulsado por la alianza de los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, y el izquierdista Gustavo Petro, que planea darle la vuelta al sistema tradicional, están en las antípodas. Sin embargo, la economía y la gestión del sector público son dos de los factores que más separan a los dos aspirantes, quizá incluso más que las diferencias sobre los acuerdos de paz con las FARC.

El exsenador uribista y antiguo consejero del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) quiere adelgazar el Estado, bajar impuestos y promover el emprendimiento y las llamadas industrias creativas. El exalcalde de Bogotá se propone cortar la dependencia del petróleo y el sector extractivo, promete firmeza frente a los grandes empresarios —aunque asegura que no pretende “hacerles la guerra”— y apuesta por las energías renovables como uno de los atractivos para la inversión extranjera. En definitiva, se trata de una pugna sin muchos matices entre un modelo fiel al canon neoliberal y otro que en Colombia aún no se ha conocido y que sus detractores comparan con la revolución bolivariana o el socialismo de Nicolás Maduro.

Esta confrontación se produce en un contexto favorable desde el punto de vista macroeconómico: el Fondo Monetario Internacional (FMI) mantuvo para este año una previsión de crecimiento del 2,7% y la elevó al 3,3% en 2019, mientras calcula que la inflación no superará la barrera del 3,5%. No obstante, el organismo advirtió en abril de los riesgos de la incertidumbre política con respecto a la reorientación de las agendas económicas, al igual que ocurre en países como México o Brasil.

Entre los retos urgentes destaca uno: la reducción de la desigualdad. En vísperas de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, celebrada el pasado 27 de mayo, Colombia ingresó en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y obtuvo una línea de crédito de más de 11.400 millones de dólares sin condiciones. Pero estos datos chocan con la realidad de millones ciudadanos para quienes la movilidad social es un espejismo. La misma OCDE dio a conocer este viernes un estudio que estima que un niño con pocos recursos necesita 11 generaciones para alcanzar un nivel medio de ingresos. En España, el promedio es de cuatro generaciones.

Con esta premisa, la economía y las promesas de recuperación han centrado los discursos de los candidatos y se han mezclado con otras urgencias como el proceso de paz o la lucha contra la corrupción. La disputa ideológica ha llevado a los gremios de los principales sectores —industrial, servicios, agropecuario, financiero y comercial, agrupados en el Consejo Gremial Nacional— a manifestar su apoyo a Duque.

Se trata de una decisión inédita antes de unos comicios que ha contribuido a alejar la imagen de su adversario, Petro, de las élites tradicionales. Este, en cualquier caso, logró impulso precisamente gracias a una eficaz estrategia antiestablishment. Si le valió un creciente apoyo de las clases populares y de los jóvenes, no consiguió desactivar el fantasma del populismo y el chavismo que le persigue por su amistad con el expresidente venezolano fallecido Hugo Chávez y por su pasado como militante de la organización guerrillera M-19, desmovilizada hace casi tres décadas. En las últimas semanas, ha tratado de moderar sus planes, ha negado que tenga en mente expropiar tierras –“la palabra expropiación no está en nuestro vocabulario”, afirmó en una entrevista- y ha dejado claro que, en caso de llegar a la Casa de Nariño, no promoverá una Constituyente.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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