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Condenado a muerte el hombre que torturó a su hijastro de ocho años hasta matarlo en California

"Esto no es conducta animal, los animales saben cuidar a sus hijos", dice el juez. La madre, que participó en el maltrato, condenada a cadena perpetua sin posibilidad de revisión

Gabriel Fernández, en una foto tomada de la página de Facebook Gabriel's Justice. En vídeo, la sentencia del juez George Lomeli.Vídeo: GABRIEL'S JUSTICE
Pablo Ximénez de Sandoval

El homicidio del pequeño Gabriel Fernández, uno de los casos más aterradores de maltrato infantil conocidos en California, se cerró este jueves con la condena a muerte del padrastro del niño. La madre fue condenada a cadena perpetua, sin posibilidad de revisión. Gabriel Fernández murió a los ocho años de edad en 2013 tras sufrir torturas inimaginables infligidas por su padrastro, con la complicidad de la madre. Antes de dictar la condena, el juez pronunció una reflexión personal: “Esto no es conducta animal, porque los animales cuidan a sus hijos”.

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El jurado había hallado culpable a Isauro Aguirre, de 37 años, de homicidio en primer grado con agravante de torturas el pasado noviembre. Un mes después, recomendó la pena de muerte, ratificada hoy por el juez. Esperará su ejecución en la prisión de San Quintín. Más de 700 personas se encuentran en el corredor de la muerte en California. Sin embargo, el Estado no ha realizado una ejecución desde 2006. La madre del pequeño, Pearl Fernández, de 34 años, se declaró culpable de homicidio en primer grado como parte de un pacto con la fiscalía para evitar la pena capital.

Gabriel Fernández fue hallado inconsciente en su domicilio de Palmdale, al noreste de Los Ángeles, a las 23:30 del 22 de mayo de 2013. Los bomberos acudieron a una llamada de emergencias acerca de un niño que no respiraba. Cuando llegaron, se dieron cuenta de que el niño tenía marcas de ataduras en los tobillos, golpes y quemaduras de cigarrillo. Tenía una fractura de cráneo, varias costillas rotas y magulladuras por todo el cuerpo. Los bomberos llamaron a los agentes del sheriff. Allí mismo, Isauro Aguirre confesó haber sido el causante de las heridas. Pearl Fernández admitió que ella estaba delante. Gabriel Fernández murió dos días después.

Isauro Aguirre (con mono naranja), y Pearl Fernandez (a la derecha), escuchan la sentencia este jueves en Palmdale, California.
Isauro Aguirre (con mono naranja), y Pearl Fernandez (a la derecha), escuchan la sentencia este jueves en Palmdale, California.AP

Durante el juicio salieron a la luz detalles estremecedores del infierno que vivió Gabriel Fernández en aquella casa. Aguirre maltrataba al niño porque pensaba que era homosexual. Disfrutaba haciéndolo. Obligaban al pequeño a dormir atado, con un calcetín en la boca y metido en una caja dentro de un armario. Le hacían pasar hambre y le castigaban obligándole a comer heces de gato y su propio vómito. Los insultos, golpes, puñetazos y patadas eran constantes. Le disparaban con perdigones, que tenía incrustados en el cuerpo la noche que lo hallaron incosciente. Todo fue ratificado en el juicio por uno de los hermanos, a los que también maltrataban, pero no como a Gabriel.

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Antes de la lectura de la sentencia, el juez George Lomeli abrió un turno para declaraciones de personas afectadas por la muerte de Gabriel Fernández. Su profesora en el colegio, Jennifer García, conmovió a la sala recordando al pequeño. “Sus asesinos no tendrán paz, como él”, dijo. “Tendrán una vida de sufrimiento. No soy la única que desea que sufran tanto como él”.

La vida de espanto de Gabriel Fernández no pasó desapercibida, no se produjo en secreto. La profesora García fue una de las personas que avisaron a los servicios sociales al darse cuenta de que el niño iba a clase lleno de moratones. El caso ha tenido un gran impacto no solo por los detalles escabrosos, sino porque se tarta de un escándalo administrativo que todavía que aún debe tener consecuencias. Cuatro trabajadores sociales se enfrentan un juicio por negligencia por no actuar a pesar de que se abrieron seis expedientes de malos tratos. Dos agentes del sheriff fueron suspendidos, porque no hicieron nada después de una visita a la casa.

Después de los testimonios, el juez hizo una reflexión personal antes de leer su condena. Dijo que en 20 años de ejercicio no recordaba un caso que le hubiera impactado tanto. Lo que hizo esta pareja fue “una conducta espantosa, inhumana, que solo se puede calificar como malvada”. Los condenados miraban con seriedad al frente cuando el juez les dijo: “Solo puedo desear que os despertéis en medio de la noche y penséis en las heridas de este niño. Lo deseo de verdad. Será otro tipo de tortura. Ese es mi deseo”.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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