“Pase lo que pase ya no hay marcha atrás”
La Irlanda joven y urbanita celebra en Dublín que, sea cual sea el resultado, el tabú ha caído
A la salida de la iglesia, Gerry, un jubilado septuagenario, comparte con el visitante extranjero su resignación: “Esto solía ser un país católico, pero todo parece estar cambiando: nos hemos convertido en liberales. La Irlanda que yo he conocido ya no existe, y no va a volver”.
El réquiem por ese bastión del conservadurismo católico que entona Gerry no encuentra eco en las calles de Temple Bar, epicentro juvenil y turístico de Dublín, donde en los días previos al referéndum los autóctonos eran fácilmente identificables, entre las hordas de turistas despistados, gracias a las camisetas, sudaderas y chapas con el rechazo a la Octava Enmienda que casi indefectiblemente lucían.
Que aquí el tabú sobre el aborto hace tiempo que ha caído lo corroboran hechos como que, el pasado miércoles, tres actrices se turnaran para leer en voz alta, desde las ventanas de un centro cultural con altavoces a la calle, los personalísimos testimonios compartidos por mujeres que habían tenido que viajar al extranjero para interrumpir su embarazo. Algo impensable hace 37 años, explican quienes lo recuerdan, cuando los irlandeses aprobaron por un 67% la enmienda a la Constitución que prohibía el aborto.
En la tienda oficial de la campaña por el sí, el merchandising diseñado por jóvenes artistas locales desaparecía de las estanterías en un fluir constante de hipsters. “Yo llevo años implicada en el asunto del aborto, desde que estudié un curso de feminismo en la universidad. Pero en otros sectores de la sociedad hasta ahora no se había hablado del tema. Creemos que con las chapas y las camisetas, fomentamos la conversación”, explicaba Alison Connolly, de 27 años.
Los jóvenes urbanitas están liderando el cambio social en Irlanda. La alta afluencia a las urnas en Dublín, donde a cinco horas de abrir las urnas la participación era el doble que la de las elecciones generales de 2015, parece indicar que acudieron a votar en masa. Entre los 3,2 millones de personas registradas para votar, había el doble de nuevos votantes que en el referéndum sobre el matrimonio igualitario de 2015 y la mayoría eran votantes jóvenes.
Esta es la generación que protagoniza la ruptura con la Iglesia Católica. “En el último censo, de 2016, el 78% de los irlandeses se declaraba católico. Es un número elevado para los estándares de la Europa occidental, pero supone un descenso significativo desde el 84% en 2011”, explica Ben Ryan, del think tank Ethos. “Además, eso es la gente que se dice católica, pero es importante recordar que solo unos pocos acuden a la iglesia. La edad media de los católicos, y especialmente de aquellos que van a misa, ha subido sustancialmente. La identidad de los irlandeses está alejándose gradualmente de la religión”.
“Irlanda todavía no es poscatólica, la Iglesia sigue controlando aspectos importantes de la vida como la educación”, advierte Diarmaid Ferriter, catedrático de Historia Irlandesa Moderna. “Pero ya no goza de la misma credibilidad en cuestiones sociales. Resulta muy revelador que, en los últimos cuatro censos, se ha multiplicado por cuatro el número de personas que declara no tener religión”.
Es el caso de Lucy, de 35 años, que se ha pasado las últimas semanas volcada en la campaña por el sí. “Tengo un grupo de WhatApp con una docena de antiguas compañeras de colegio, y muchas han bautizado a sus hijas pero ninguna va a misa”, asegura. “Bueno, dos o tres igual van a misa cuando están en el pueblo visitando a sus padres. Algo grande ha sucedido. Si me hubieras dicho hace dos años que íbamos a estar aquí, no te habría creído. Irlanda ha cambiado mucho y, pase lo que pase, no hay marcha atrás”.
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