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tierra de locos
Columna
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La desilusión: el nuevo enemigo de Macri

Se mantiene la insatisfacción hacia el presente. La mayoría de argentinos duda de que eso vaya a cambiar

Ernesto Tenembaum

En la Argentina, a alguna gente, muy poca, se la identifica por su nombre de pila. Si alguien nombra a "Diego", por ejemplo, todo el mundo sabe que es una referencia a Diego Armando Maradona, "Cristina" es la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner. Y cuando alguien menciona a "Mirtha", está claro que se refiere a Mirtha Legrand, una de las grandes estrellas de este extraño país.

Mirtha presume de ser un récord mundial y, ciertamente, lo es. Desde hace alrededor de cincuenta años, conduce uno de los programas más populares de la televisión argentina. Su formato es sencillo y, tal vez por eso, su mérito personal se agiganta. Mirtha reúne en una mesa a media docena de figuras destacadas de los rubros más diversos y, simplemente, conversa con ellos y logra que los otros conversen entre sí. En esa mesa almorzaron o cenaron, a lo largo de los años, todos los presidentes, los grandes escritores, actores, músicos y científicos. Ella, ahora, es nonagenaria pero sigue ahí, exitosa, popular y perenne, en el sentido más amplio de esta última palabra.

Polémica, admirada, resistida, querida, Mirtha Legrand ha sido además un símbolo del devenir político en estos años. Cuando gobernaba el kirchnerismo fue una tenaz opositora, a punto tal que en algunas manifestaciones, los seguidores de Cristina Kirchner colocaron una gigantografía con su imagen para que los asistentes tomaran envión y la escupieran. Por eso mismo, sobre el final de la última elección presidencial, convocó a los argentinos a votar por Mauricio Macri, el actual presidente de la Nación, quien luego la invitó varias veces a cenar a la residencia presidencial.

Símbolo de la oposición antes del 2015, símbolo del oficialismo a partir de entonces, Mirtha se ha transformado en los últimos días en símbolo de la desilusión:

—A mí me defraudaron. Yo hice mucho para que Macri llegara al poder. Me siento desilusionada— ha declarado.

La anécdota sería menor si no fuera por un dato de contexto. La desilusión de "la Legrand" se produce en el mismo momento en que todas las encuestas reflejan una caída sostenida, y al mismo tiempo abrupta, de la imagen del presidente Mauricio Macri. Además, la percepción de los argentinos acerca de su bienestar personal es la peor en muchos años.

Durante gran parte de los 30 meses en los que gobernó Macri, los estudios de opinión reflejaron que la mayoría de los argentinos estaba disconforme con su situación económica pero tenía confianza en que las cosas cambiarían en el futuro próximo. En los últimos meses, eso cambió: se mantiene la insatisfacción hacia el presente pero la mayoría duda de que eso vaya a cambiar y crece la cantidad de personas que teme que vaya a empeorar.

Algunos voceros del oficialismo atribuyen esta dinámica a un malentendido, a una cuestión de expectativas. Se desilusiona, dicen, aquel que estuvo exageradamente ilusionado, el que no registró que salir del "populismo" sería muy difícil. La responsabilidad, en este caso, no sería de Macri sino de las expectativas exageradas de quienes lo apoyaron. El problema es que quien más estimuló esas ilusiones fue el propio Macri. ¿O no fue él quien sostuvo que todo sería sencillo, que la fiesta arrancaría apenas Cristina Kirchner fuera corrida del poder?

Treinta meses después, los principales problemas no han sido resueltos: la inflación, que este año superará el 25%, es el más importante y el que más daña la popularidad de cualquier Gobierno. Encima, la crisis cambiaria de las últimas semanas debilitó fuertemente la autoridad del Gobierno, que parece aturdido, tanto como el resto de la sociedad.

Hace apenas seis meses, Macri logró una victoria muy amplia en las elecciones de medio término. La realidad parecía hincarse ante él. La oposición peronista estaba dividida, todos sus referentes habían sido derrotados, lo peor del ajuste económico parecía haber sido superado y solo faltaban retoques.

Un ventarrón financiero arrasó con ese sueño y otra vez aparecen las palabras de siempre: ajuste, déficit, Fondo Monetario Internacional, incertidumbre y, como corolario de todo, desilusión.

Las personas que saben de la vida dicen que lo único seguro respecto de la suerte es que siempre cambia. Ha cambiado en los últimos seis meses, puede cambiar de nuevo en los próximos. Pero por lo pronto, Mauricio Macri debe extrañar los tiempos en los que, hace tan poquito, sintió que su poder duraría muchos años.

Con un olfato popular a prueba del tiempo, Mirtha Legrand, esa bisabuela glamurosa, expresó una vez más lo que muchos de sus televidentes sienten:

"Daría la vida para que no vuelva el kirchnerismo, pero este Gobierno me defraudó".

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