Bernard Lewis, estudioso del islam, intelectual de los ‘halcones’ de Bush
Este profesor vivió en primera persona muchos de los acontecimientos que cambiaron Oriente Próximo durante el siglo XX
Pocas veces un intelectual relevante ha tenido una influencia tan directa en la realidad política inmediata y pocas veces esa influencia ha tenido consecuencias tan nefastas. Bernard Lewis, profesor de Princeton y estudioso de Oriente Próximo, fallecido el sábado a los 101 años, fue el pensador de cabecera de los halcones de la Administración Bush cuando fraguaban la invasión de Irak. Como recuerda The New York Times, dio numerosas charlas informativas en la Casa Blanca cuando George W. Bush era presidente, en la residencia del vicepresidente Dick Cheney y en el Pentágono cuando mandaba Donald Rumsfeld, en los momentos críticos posteriores a los atentados del 11 de septiembre de 2001 y cuando se preparaba la invasión de Irak, en 2003.
Lewis fue un académico de primera fila, con una carrera larguísima en el mundo universitario, autor de obras que todavía se leen y discuten como El lenguaje político del islam, Los árabes en la historia o Los asesinos: una secta islámica radical (en el ISBN español figuran ocho libros suyos traducidos por diferentes editoriales) y un gran políglota, que hablaba 15 idiomas, entre ellos turco, persa, hebreo y árabe. Tanto por los que se mostraron a favor como por los que se posicionaron en contra, sin su obra resulta muy difícil entender los estudios orientales a lo largo del siglo XX cuyos protagonistas, desde el rey Husein de Jordania hasta Golda Meir, conoció.
Su teoría principal, que plasmó en su influyente ensayo ¿Qué ha fallado? El impacto de Occidente y la respuesta de Oriente Próximo (2002), era que el mundo islámico sufría un enorme retraso y que, por eso, las manifestaciones más radicales del extremismo habían encontrado allí un caldo de cultivo inigualable. Creía que la modernización podía ser impuesta por la fuerza. Su lema sobre la política estadounidense en Oriente Próximo era “ponte duro o vete”. Esa visión apocalíptica del mundo árabe le valió críticas muy duras, entre otras del gran intelectual palestino Edward Said, autor del clásico Orientalismos. Otros, en cambio, destacaron por ejemplo sus furibundas críticas al trato que recibían las mujeres en las sociedades islámicas más radicales. The Washington Post recuerda una frase que pronunció sobre sí mismo: “Para algunos soy un genio, para otros la encarnación del mal”.
Cuando nació, Lawrence de Arabia todavía combatía contra los turcos en una región cuyo mapa se estaba dibujando entonces. Cuando falleció, Estados Unidos acababa de trasladar su embajada en Israel a Jerusalén y 60 palestinos había muerto por disparos de soldados israelíes en Gaza. Se le atribuye, además, la creación del concepto de “choque de civilizaciones”, en los años cincuenta, mucho antes de que lo popularizase Samuel P. Huntington. Durante su vida se produjo el final del Imperio Otomano, el descubrimiento del petróleo en Arabia o el nacimiento del Estado de Israel, en 1948.
Bernard Lewis nació el 31 de mayo de 1916 en Londres, durante la Primera Guerra Mundial, en el seno de una familia judía. Cursó estudios orientales en la Universidad de Londres y comenzó a viajar muy pronto por Oriente Próximo. Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó para los servicios secretos británicos y, al final del conflicto, fue fichado por la universidad estadounidense de Princeton. Aparte de su discusión con Edward Said, que pasó por las páginas de The New York Review of Books, protagonizó otra gran polémica cuando fue acusado en Francia de minimizar el genocidio armenio. Su modelo político para el futuro del Islam fue la Turquía laica y nacionalista.
Tras el 11-S, cuando tenía más de ochenta años, se convirtió en un personaje clave de la política estadounidense y, en cierta medida, en el ideólogo del núcleo duro de la Administración que planificó y lanzó la invasión de Irak con el pretexto de las inexistentes armas de destrucción masiva. Como recuerda la agencia Associated Press, rechazó siempre haber sido el padre espiritual de la invasión, aunque escribió un célebre artículo en The Wall Street Journal en el que afirmaba: “Un cambio de régimen puede ser peligroso, pero a veces los riesgos de la inacción son mayores que los de la acción”. Resulta imposible, en cualquier caso, trazar una versión en blanco y negro de la vida y la obra de Lewis, que escribió y recorrió Oriente Próximo cuando todo cambió en esta región. También es un ejemplo, uno más, de lo complejo que resulta siempre, incluso para las mentes más brillantes, convertir décadas de pensamiento en una acción política acertada.
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