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Pensándolo bien
Columna
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Ni López Obrador puede contra López Obrador

La esperanza que abrigan las élites de que el candidato de Morena termine disparándose al propio pie es peregrina

Jorge Zepeda Patterson

Se ha dicho que el mayor obstáculo que tiene en su camino Andrés Manuel López Obrador para llegar a ser presidente es el propio Andrés Manuel López Obrador. Sus frases ingeniosas y coloquiales tienen la virtud de convertirse en titulares de prensa y, en ocasiones, en dichos populares universalmente adoptados: "Ni Obama tiene uno así" o "corrido en terracería y sin aceite", por ejemplo. Pero en otras ocasiones su desparpajo termina castigándolo. Aún ahora es imposible saber a ciencia cierta el daño que provocó en 2006 en vísperas electorales su exabrupto: "Cállate Chachalaca", dirigido al entonces presidente Vicente Fox, que muchos ciudadanos consideraron excesivo. Los adversarios montaron una eficaz campaña para acusarlo de grosero y rijoso para con una institución, la Presidencia, a la que se debe un mínimo de respeto sin importar quien la ocupe (al margen de que quien la ocupaba hacía todo lo posible por tundir al entonces candidato del PRD).

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Doce años después, a 50 días de la elección López Obrador lidera las encuestas de intención de voto por márgenes que fluctúan entre 12 y 18%, dependiendo de la casa encuestadora. Una ventaja que se ha mantenido prácticamente inalterable en los últimos meses a pesar de la inmensa batería de recursos empleados en su contra por la élite política y económica del país. La campaña de miedo y denuesto no ha funcionado, la guerra sucia en las redes no revierte tendencias y los candidatos designados para vencerle en las urnas no generan pasión entre los votantes. En estas últimas semanas, a las élites solo les queda encomendarse a un involuntario aliado: el propio Andrés Manuel. En los comederos elegantes del código postal 11000 (Las Lomas) se repite una y otra vez, como salmodio esperanzador, que López Obrador terminará disparándose al pie en la recta final, como lo ha hecho siempre.

Y ciertamente aproximaciones no han faltado. Los vaivenes en su posición con respecto a revisar o, de plano, suspender al faraónico aeropuerto que Peña Nieto construye para la Ciudad de México, la propuesta lanzada de amnistiar a los criminales sin precisar cómo y hasta dónde o el pleito innecesario en contra de la cúpula empresarial, se han transformado en combustible para alimentar la batalla mediática para tumbar al tabasqueño. Y si bien es cierto que estos misiles lanzados en su contra no parecen estar haciendo mella, también es cierto que revelan la tendencia de López Obrador a soltar granadas en medio de la habitación de manera gratuita e inesperada. La amnistía a criminales o su cuestionamiento a un puñado de mega empresarios no habría provocado tal reacción, si el candidato hubiera acompañado su dicho con un par de frases que precisaran los alcances. Algo que luego tuvieron que hacer sus asesores y más tarde él mismo, cuando la crítica en su contra ya era una campaña masiva.

Me pregunto si López Obrador ha llegado al punto en el que ya no está en condiciones de ser dañado ni siquiera por sí mismo. Los ataques del sistema en su contra simplemente confirman a sus simpatizantes que él es el candidato antisistema. Le basta captar el 40% de los votos para ser presidente (dado la fragmentado de la intención de voto) y ese 40% se ha transformado ya en un voto duro. Las campañas de miedo y difamación en contra del candidato impactan y polarizan a la mitad de la población que no va a votar por él y se encuentra cada vez más espantada (que si es un futuro Chávez o Maduro, que expropiará empresas, etc.). Pero entre sus votantes tales campañas simplemente confirman que es el candidato que las cúpulas no quieren.

Toda proporción guardada me recuerda el blindaje que alcanzó Donald Trump entre sus seguidores. El empresario llegó a decir "podría pararme en mitad de la Quinta Avenida y disparar a gente y no perdería votantes"; y muchos creímos que sus posibilidades de triunfo habían desaparecido cuando escuchamos el audio en el que Trump se mofaba de tocar los genitales de las competidoras de los concursos de belleza y salirse con la suya. No obstante, millones de mujeres terminaron votando por él. Entre Donald Trump y López Obrador hay un abismo de diferencia (en trayectoria, propuestas o calidad ética por decir lo menos), pero el comportamiento del electorado parecería tener algo en común: está galvanizado porque por encima de todo domina entre ellos el sentimiento de rechazo al sistema. En el caso de Trump un empresario de derechas proveniente del espectáculo y la especulación inmobiliaria; en el caso de López Obrador un luchador de izquierdas que empata con la exasperación y el desencanto de mucha gente.

En suma, me parece que la esperanza que abrigan las élites de que López Obrador termine disparándose al propio pie es peregrina. En todo caso, y si llega a hacerlo, creo que a estas alturas serán ya balas de salva.

@jorgezepedap

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