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El Movimiento 5 Estrellas rechaza el pacto con el centroderecha

El presidente de la República, Sergio Mattarella, deberá ahora poner en marcha otras vías para buscar un acuerdo que evite la repetición electoral

Daniel Verdú
Luigi Di Maio, líder del Movimiento 5 Estrellas, abandona la reunión con la presidenta del Senado italiano.
Luigi Di Maio, líder del Movimiento 5 Estrellas, abandona la reunión con la presidenta del Senado italiano.Angelo Carconi (AP)

Italia seguirá sin Gobierno alguna semana más. La presidenta del Senado, Maria Elisabetta Casellati, no ha logrado limar las asperezas entre La Liga y el Movimiento 5 Estrellas y la pelota vuelve este viernes al tejado del presidente de la República, Sergio Mattarella. La posición de los grillinos ha quedado vista para sentencia: firmarían un acuerdo de gobierno con Salvini hoy mismo, pero jamás con el resto de sus socios de coalición, especialmente, con Silvio Berlusconi.

Maria Elisabetta Casellati, presidenta del Senado y tercer cargo del Estado, miembro fundador de Forza Italia y berlusconiana hasta el tuétano, se había comprometido el miércoles con Mattarella a analizar la situación y a buscar acuerdos entre el centroderecha y el Movimiento 5 Estrellas (M5S) lo más rápidamente posible. Esa misma tarde empezó a reunirse con los grupos políticos. Pero el presidente sabía que era casi imposible que volviese este jueves al Quirinal con una solución a un rompecabezas que dura ya casi 50 días y sobre el que planea la sombra de la repetición electoral.

La jugada estaba pensada con otras finalidades. Especialmente para constatar públicamente que es imposible un acuerdo entre la coalición de centroderecha (Forza Italia, Hermanos de Italia y Liga) y el M5S. Si esa es la realidad, Mattarella necesitaba que Casellati ejerciese de notario para poder abrir las otras vías —la del PD, hasta ahora reacio a dejar de ver los toros desde la barrera— y que no pareciese una arbitrariedad del presidente de la República. Y todo ha sucedido según lo previsto.

A la salida de su reunión de este miércoles con Casellati en el palacio Giustiniani, Luigi Di Maio confirmó esa sensación. Dijo no. Pero, como acostumbra a hacer su partido con las promesas que conciernen a las alianzas, fue una negativa ambigua. El apoyo de Forza Italia a un posible gobierno podría ser externo, apuntó. Algo que evitaría al M5S la foto con Berlusconi y tranquilizaría al ex Cavaliere sobre la posible hostilidad del futuro Gobierno contra sus empresas. Esa es la única novedad respecto a las sesiones anteriores. “No podemos ir más allá de determinadas barricadas o fronteras. He dicho a Casellati que tenemos la disponibilidad de firmar un contrato de gobierno a la alemana con Matteo Salvini. Luego ese Gobierno puede ser sostenido externamente por sus socios. Pero la interlocución tiene que ser con él”, señaló.

Pero la posición que no convence al centroderecha, que sigue esgrimiendo que es la fuerza más votada (37%) y tiene derecho a negociar unido. Especialmente a Forza Italia, que se vería descabalgada por primera vez de cualquier posibilidad de influir y que este miércoles tachó de “inmaduro” a Di Maio certificando el callejón sin salida en que se encontraría el posible acuerdo.

Pero a medida que avanzan las negociaciones, aumenta también la sensación de que todo consiste ahora en ganar tiempo. Salvini, en pleno crecimiento electoral y político, prioriza absorber a los votantes de Forza Italia y convertirse en el líder real del centroderecha en Italia antes de dejar caer a sus socios. De modo que preferiría esperar a las elecciones regionales en Friuli y Molise en las próximas semanas antes entregar la cabeza de Silvio Berlusconi al M5S. El ex Cavaliere caerá tarde o temprano, pero sin Forza Italia, Salvini tiene ahora mismo solo el 18% de los votos y se pondrían en brazos del M5S como un socio júnior.

El propio Mattarella, que hubiera deseado un Ejecutivo formado entre el M5S Estrellas y el PD o uno en el que participasen todas las fuerzas políticas —el governissimo—, da la impresión de no encontrar la solución mágica que se esperaba. La prueba más evidente de ello es el nombramiento de Casellati como intermediadora de una posible solución que él ha sido incapaz de encontrar.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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