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Los ríos de Europa: una larga historia expuesta al cambio climático

Un recorrido rápido por el pasado y el presente de algunas de las grandes corrientes de agua en el continente europeo.

El río Rin junto al Castillo de Katz, Alemania.
El río Rin junto al Castillo de Katz, Alemania.Getty Images

Los principales ríos de Europa no escapan a los efectos del cambio climático. En Alemania, los climatólogos prevén la reducción paulatina del caudal del Rin y, en el Elba, inundaciones cada vez más frecuentes. En Francia, un estudio prevé la disminución del Loira.

Por sus cauces fluye el agua, pero también la historia de los territorios que irrigan. El Duero alimentó la tierra en la que floreció en el siglo XVIII la primera región vinícola del mundo. El Schelde ha sido el motor del comercio en Bélgica. Este es un recorrido por la historia y el presente de algunos de esas grandes corrientes del continente europeo.

Vista del río Volga a su paso por la localidad rusa de Kazán, en junio de 2017.
Vista del río Volga a su paso por la localidad rusa de Kazán, en junio de 2017.FRANCK FIFE (AFP)

El Volga, el 'más sucio' de los ríos rusos

Rusia es impensable sin el Volga. Su cuenca ocupa aproximadamente un tercio del territorio europeo de Rusia y sus aguas pasan por cuatro ciudades con más de un millón de habitantes: Nizhni-Nóvgorod, Kazán (capital de Tatarstán), Samara y Volgogrado (la antigua Stalingrado). En total cruza 11 provincias y cuatro repúblicas de la Federación Rusa. A lo largo de sus 3.530 kilómetros se han construido ocho centrales hidráulicas, con presas que han formado grandes embalses. Gracias al sistema de canales abiertos en la época soviética –algunos por los presos del gulag– el Volga está unido al mar Báltico y Blanco en el norte, y Negro y de Azov en el sur. Un 45% de la producción industrial y un 50% de la agrícola del país se concentran en la cuenca de este importantísimo río.

Los tiempos en los que el Volga era rico en esturiones y otros peces valiosos hace mucho que pasó, debido ante todo a la sobreexplotación y a la contaminación con aguas residuales y petróleo. La situación ecológica del Volga es desastrosa: anualmente se echa al río 5,5 kilómetros cúbicos de aguas residuales. Como consecuencia, al Volga se vierten entre 10 y 11 toneladas de sustancias contaminantes, según datos oficiales.

En agosto de 2017 el primer ministro ruso, Dmitri Medvédev, reconoció que el Volga "es el más sucio de los ríos" del país. Hay que tener en cuenta que a su curso llega el 38% de todas las aguas contaminadas rusas y que 90% de las aguas residuales que se vierten en él no han sido debidamente purificadas. Además, en el lecho del río hay más de 2.500 naves hundidas, entre ellas, tanques petroleros. Debido a la contaminación, el 70% de los peces de los embalses de Rybinsk, Kúibyshev y Volgogrado están infectados con parásitos y diversas enfermedades. Y la situación en el embalse de Gorki es peor: prácticamente todos sus peces están enfermos.

El Gobierno ha lanzado un plan para tratar de conservar el Volga y evitar su contaminación. De acuerdo con lo previsto, para el año 2025 las aguas residuales contaminadas que caen al río deberán pasar del 90% actual al 10%. Para ello se han elaborado programas especiales en todas las provincias por las cuales pasa el Volga, que contemplan tanto medidas para purificar las aguas e instalar filtros en las empresas, como para limpiar más de mil kilómetros de sus riberas. El plan prevé inversiones por unos 3.500 millones de euros. Por Rodrigo Fernández (Moscú)

Río Elba.
Río Elba.Getty Images

Alemania: entre la reducción del Rin y las inundaciones del Elba

Los expertos advierten que el cambio climático afectará de lleno a los principales ríos alemanes, que por un lado sufrirán repentinos aumentos de caudal, pero, por otro, verán cómo se reducen sus fuentes de alimentación. Así, por ejemplo, el aumento de las temperaturas globales provocará, según los climatólogos, la reducción paulatina de los glaciares alpinos, de los que beben ríos como el Rin, la gran arteria fluvial de la Unión Europea. Buena parte de la agricultura, el turismo y la producción energética de Alemania depende además de la salud de este río de casi 800 kilómetros de longitud, que cruza Europa y que ha sido protagonista en la historia del continente.

El calentamiento del planeta se prevé que dispare además los episodios climáticos extremos, entre ellos las inundaciones. En el caso del Elba, otro de los grandes ríos alemanes, que va desde la República Checa hasta el mar del Norte, los pronósticos vaticinan la repetición de catástrofes como la del verano de 2002. Entonces, la crecida del Elba inundó el este de Europa y provocó la muerte de decenas de personas, multitudinarias evacuaciones y pérdidas millonarias. Junto a las lluvias torrenciales, los científicos pronostican un aumento de periodos de sequías estacionales, que amenazan con disminuir el caudal del Elba hasta el punto de poner en peligro su navegabilidad. Por Ana Carbajosa (Berlín)

El Loira.
El Loira.Getty Images

La disminución del Loira en Francia

El cambio climático afectará al Loire: desde 1980 las temperaturas han subido entre 0,8 y 1,5 grados, según el lugar de medicación, de acuerdo con el estudio oficial Impacto del cambio climático en la cuenca del Loira y sus afluentes. El mismo análisis prevé una disminución de los caudales medios y bajos del río, aunque mantienen reservas sobre el impacto del calentamiento global en las crecidas. La vegetación local, como el álamo negro, se adaptará a las temperaturas más altas e incluso favorecerá a la viticultura.

Francia no es un país de clima extremo, y esta ha sido una de las claves de su estabilidad y prosperidad. No ha cambiado en los últimos siglos y, salvo en los escenarios más catastróficos, no parece que vaya a cambiar en el futuro.

El Loira es el río más largo de Francia: más de 1.000 kilómetros. Su cuenca ocupa una quinta parte del territorio nacional. Buena parte de la historia y el carácter de este país podría explicarse con un recorrido del Loira desde la fuente en el sureste del Macizo Central hasta la desembocadura en el Atlántico, cerca del puerto de Saint-Nazaire. Los ríos dividen y unen. El Loira también. Fue una "frontera simbólica" entre la Francia del norte y el sur, y un "frente ideológico" durante la Revolución Francesa entre republicanos y monárquicos, como escribe el historiador Jean-Pierre Bois en la introducción del libro monográfico El Loira, la guerra, los hombres. El río conectó Francia con el mundo a través del estuario, puerta de acceso del país a los océanos. En el libro, otro historiador, Patrick Villiers, explica por ejemplo cómo los marineros del Loira participaron en la Guerra de Independencia americana.

Por una biografía imaginada del río desfilarían las legiones romanas, Juana de Arco en Orleans, los reyes y aristócratas en los castillos que jalonan sus orillas y hoy son un atractivo turístico, y las tropas de Estados Unidos que llegaron por Saint-Nazaire en 1917 para ayudar por primera vez en el siglo XX a las democracias europeas. El Loira es Francia. Por Marc Bassets (París)

El Duero.
El Duero.Getty Images

El Duero: la primera región vinícola del mundo

En el Douro, patrimonio de la humanidad, nació la primera región vinícola del mundo. Excepto el Mondego, los ríos portugueses tienen doble nacionalidad, y de ellos, Tajo y Duero (Tejo e Douro) marcan la vida de las dos principales ciudades del país, Lisboa y Oporto, respectivamente. Pero mientras el Tajo arrastra al Atlántico toda la contaminación del mundo industrializado, el Duero caracolea entre montañas salvajes, durante 100 kilómetros dibuja la frontera y se adentra en Portugal 200 kilómetros. Sus corrientes crean un indómito gran cañón verde primero y luego suaves praderas de aguas navegables entre balcones de plantas diseñados por el hombre como si fueran un ikebana descomunal.

El Douro no es un río, es un jardín desde 2001, cuando fue declarado Patrimonio de la Humanidad, pero también es oro, desde que en 1756, el marqués de Pombal declarara la primera región vinícola del mundo con denominación de origen y los ingleses descubrieran el porto. Aquí la mano del hombre —las máquinas no caben en los bancales— ha amaestrado las profundas riberas del Douro, colgando viñas entre paredes de pizarra; luego cargaban los cestos de la vendimia, pisaban la uva y transportaban por el río el oro negro hasta las bodegas de Oporto, para escapar de la sequedad y las extremas temperaturas del Duero trasmontano. Son hoy más de 30.000 propietarios vinícolas, la mayoría con menos de una hectárea, que venden 120 millones de litros de vino a un precio medio de 4,47 euros (a 4,09 euros en 2010), puro oro de los dioses. Por Javier Martín del Barrio (Oporto)

El Schelde.
El Schelde.Getty Images

Las aguas del Schelde por donde circula la economía belga

Podría decirse que los grandes ríos belgas imitan el comportamiento de su capital. Bruselas es una ciudad con grandes bolsas de población flotante gracias al ir y venir de funcionarios de las instituciones europeas. Y de tránsito son también los mayores torrentes de agua que recorren el país: nacen en Francia, pasan por Bélgica y mueren en Holanda. Así sucede con el río Schelde, uno de los más emblemáticos, aunque en uno de los países menos extensos de la UE, su tamaño palidece frente al de otras grandes corrientes de agua continentales. El Schelde suma unos 360 kilómetros de longitud, más de la mitad de ellos por Bélgica, que van a desembocar al Mar del Norte después de regar los tres países.

Lento y poco caudaloso, su historia tiene aroma bélico: aparece citado en los Comentarios a la Guerra de las Galias de Julio César, y más recientemente fue escenario de combates entre tropas canadienses aliadas y fuerzas nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Pero como sucede con la mayoría de los ríos, el centro de su existencia en tiempos de paz es el comercio. Navegable, circula por ciudades como Tournai, Gante y Amberes. La frase Tournez votre gant à l’envers (que se traduciría por "dale la vuelta al guante"), es utilizada como fórmula por algunos maestros para que los alumnos memoricen las ciudades por las que pasa. En Amberes se encuentra uno de los grandes puertos comerciales del continente, y ahí el Schelde cumple su mayor contribución a la economía local. “Cualquier habitante de Amberes puede conectarse con el resto del mundo con solo tocar las aguas del Schelde ", dijo una vez el exalcalde Lode Craeybeckx.

En el fondo de sus aguas reposa, según la leyenda, la mano del gigante Druon Antigoon. El relato popular cuenta que cuando los marineros no le pagaban el peaje que exigía al pasar por la ciudad, les cortaba la mano. Pero un capitán del ejército romano, Silvio Brabo, harto de sus abusos, se enfrentó al gigante y en una ironía del destino acabó aplicándole el mismo castigo. Una estatua en la plaza del Mercado de Amberes recoge el momento en que Brabo lanza el miembro amputado del gigante en dirección al río Schelde. Por Álvaro Sánchez (Bruselas)

GETTY IMAGES

El Po, la línea divisoria entre las dos Italias

El Po es el principal río de Italia, el más largo y caudaloso del país y el quinto europeo, sin contar los rusos. Sus 650 kilómetros de curso –la península es estrecha y por eso los ríos italianos son cortos– recorren el norte desde los Alpes hasta el Mar Adriático, donde desemboca. Allí forma el Delta del Po, el único del país y declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO. Desde la antigüedad, el Po se ha erigido como línea divisoria entre dos culturas. Hace siglos, dividía la Galia del sur, la Cispadana, donde vivían fundamentalmente romanos de la Galia del Norte, la Trasnpadana, habitada sobre todo por celtas. Aún hoy, aunque en menor medida, es paradigma de la segmentación entre la rica Italia del norte y el sur empobrecido. El valle del Po es la zona neurálgica de la economía italiana y sigue siendo un enclave estratégico a nivel nacional, puntero en Europa, con una alta concentración de población, industrias y actividad comercial. En sus riberas se produce el 40% del PIB, se concentra el 37% de la industria, el 35% de la producción agrícola y vive un cuarto del país.

En 1996, en pleno auge del movimiento secesionista italiano ahora aplacado, la Liga Norte, con Umberto Bossi al frente, llegó a proclamar, sin ningún éxito, la independencia de la Padania, una región imaginaria que geográficamente coincidía relativamente con el valle del Po.

En la actualidad, frenar los efectos del cambio climático sobre el Po es uno de los aspectos que más preocupan en Italia. Según el Instituto Nacional de Protección e Investigación Ambiental (ISPRA, en sus siglas en italiano) en el valle del río, las temperaturas medias anuales han aumentado casi dos grados desde 1960 y las lluvias han caído un 20%. Uno de los fenómenos más alarmantes es la intrusión salina –cuando el agua salada entra en el río a causa del aumento del nivel del mar– que en la zona comenzó a registrarse en los años 50 con niveles que apenas alcanzaban los tres kilómetros y se ha incrementado exponencialmente hasta alcanzar los 20 kilómetros en 2017, según la Confederación Hidrográfica del Po. Con una gran cantidad de agua inutilizable para el riego, la producción en la zona cayó un 30% en 2016 y la cosecha de maíz y soja se desplomó a la mitad. Según las organizaciones de agricultores, las pérdidas en el sector ascendieron a 2.000 millones de euros. Por Lorena Pacho (Roma)

Vista del río Támesis a su paso por el Palacio de Westminster, en Londres.
Vista del río Támesis a su paso por el Palacio de Westminster, en Londres.GETTY IMAGES

Támesis, el río resucitado

El río Támesis, el más importante de Inglaterra, tiene 346 kilómetros y es la principal fuente de abastecimiento de agua de Londres. Nace en el condado de Gloucestershire y pasa por Oxford, Eton y la capital, antes de desembocar en el mar del Norte. Ha sido una importante ruta comercial desde hace siglos, y se cree que fue el motivo por el que los romanos decidieron construir la ciudad donde está.

Hasta que el ingeniero Joeph Bazalgette construyera el sistema de alcantarillado de Londres en la segunda mitad del siglo XIX, todos los residuos de la capital acababan en el río. Eso produjo continuas epidemias de cólera y un hedor tan insoportable que en 1858 el Parlamento tuvo que ser desalojado. Las bombas de la Segunda Guerra Mundial destruyeron parte del alcantarillado y en 1957 el Museo de Historia Natural declaró al río biológicamente muerto. Pero el Támesis ha revivido y se han visto hasta focas nadando por su cauce en los últimos años. El río es todo un símbolo de Londres, el escenario de la popular regata que enfrenta cada año a los remeros de Oxford y de Cambridge y uno de los ríos más limpios que fluyen por una gran ciudad. Su principal problema es hoy la abundancia de plásticos. Por Pablo Guimón (Londres)

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