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Indígenas, afro, FARC: quién se sentará en el Congreso de Colombia

El nuevo partido de la exguerrilla, comunidades étnicas, colombianos en el exterior y partidos tradicionales se reparten las cámaras legislativas

Ana Marcos
Simpatizantes del partido de la exguerrilla de las FARC en el acto de campaña para las elecciones legislativas en Colombia.
Simpatizantes del partido de la exguerrilla de las FARC en el acto de campaña para las elecciones legislativas en Colombia.REUTERS

Algunos de los máximos comandantes de la ya exguerrilla de las FARC obtendrán el cargo público de congresistas la noche del domingo cuando se terminen de contar los votos de las elecciones legislativas en Colombia. Iván Márquez y Carlos Antonio Lozada, los líderes que dirigieron algunos de los episodios más duros de la guerra, conseguirán sentarse en dos de los cinco escaños al Senado que el partido heredero de la insurgencia tiene asegurados gracias al acuerdo de paz pactado con el presidente Juan Manuel Santos.

A las cinco curules que obtendrán en el Senado, se suman las otras cinco de la Cámara de Representantes, las dos instituciones que forman el Congreso. Una decena de congresistas fijos que no tendrán el poder suficiente para cambiar el rumbo de la legislación colombiana durante los próximos cuatro años, pero cuyas voces alterarán el debate parlamentario tradicional en Colombia.

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La Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, su nombre en la legalidad, oficializará así su paso a la política tras más de medio siglo de conflicto armado con el Estado sin haber pasado por la Justicia Especial para la Paz, el organismo ideado en el acuerdo para juzgar los crímenes de la guerra.

La entrada del partido político de la exguerrilla aumenta el número de asientos en el Congreso. El Senado, la cámara nacional, pasa a tener 108 representantes. Un centenar de asientos están reservados a los aspirantes de los partidos políticos que se denominan ordinarios como el Partido Liberal y el Conservador, entre otros ejemplos.

Estas organizaciones pueden presentarse a la contienda electoral con la modalidad del voto preferente, es decir, listas abiertas de candidatos que se identifican con el nombre de su organización y un número en lo que se conoce como el tarjetón, el documento que se usa para votar. La otra opción es la tradicional lista cerrada. Los ciudadanos votan por un partido y los elegidos son aquellos que ocupan las primeras posiciones.

Una elección multiétnica

El Senado colombiano se compone además de otras dos curules que se otorgan a los indígenas. Estas comunidades son libres de formar parte de cualquier partido político, aun así la ley les reserva escaños a través de circunscripciones especiales. Los representantes de estos pueblos deben haber ejercido un cargo de autoridad tradicional en sus comunidades o haber liderado una organización, y acreditarlo mediante un certificado ante el Ministerio del Interior.

En las anteriores elecciones legislativas, los partidos indígenas MAIS y ASI se quedaron con estos dos asientos. Obtuvieron 48.525 y 34.585 votos respectivamente de cualquier ciudadano, no solo votantes de la misma etnia. "La diferencia respecto a un partido político ordinario es que no tienen que superar el umbral del 3% del censo electoral, unos 400.000 votos, para conseguir una curul", explica Camilo Vargas, coordinador político de la Misión del Observatario Electoral (MOE), un organismo independiente que estudia los procesos políticos en Colombia.

El escaño que completa los 108 asientos del Senado se reserva para el candidato a la presidencia de la República que quede en segunda posición en las elecciones del 27 de mayo y la segunda vuelta el 17 de junio.

La contienda en las regiones

La Cámara de Representantes, la segunda institución del Congreso de Colombia, este año se compondrá de 172 mimebros. Los primeros 161 escaños saldrán de las 32 circunscripciones que corresponden a los 32 departamentos en los que se divide el país, más el distrito capital (Bogotá). A cada una de estas divisiones territoriales le corresponden un mínimo de dos curules, y una más por cada 365.000 habitantes. Cinco de estos asientos están asignados a la FARC. Otros dos para los representantes de los colombianos en el exterior.

"Una persona que registra su cédula [carné de identidad] para votar en Cartagena no puede marcar la casilla de un representante del Valle del Cauca, por ejemplo", explica Vargas de la MOE. De esta manera, los ciudadanos se aseguran que sus representantes defienden en la Cámara los intereses de sus regiones.

Las comunidades indígenas, a través de sus líderes, optan a un escaño en esta institución. Los afrodescendientes, la otra minoría del país, solo tiene representación propia en esta cámara en dos circunscripciones: negritudes y raizales, para conseguir un total de tres curules.

Los afro en Colombia representan más del 10% de la población. Como los indígenas, puede formar parte de cualquier organización política. Aquellos líderes que prefieren organizarse de manera independiente y luchar por esos tres asientos en la Cámara de Representantes tienen que ser miembros de una comunidad afrodescendiente y conseguir el aval de un consejo comunitario, en el caso de los que optan a la circunscripción de las negritudes. Para los raizales, ciudadanos del archipiélago de San Andrés y Providencia, no hay requisitos.

En las elecciones del domingo, 42 listas se disputan estos asientos, 16 de ellas no tienen relación con los consejos comunitarios, la forma de representación administrativa de estas comunidades. "No se eligen candidatos por el color de la piel", explica Diego Rubiano, investigador de la MOE, "cualquiera puede reconocerse como afro". Es decir, un colectivo o un individudo que para conseguir representación parlamentaria tenga un aval y asegure que defiende los derechos de los negros en Colombia.

Esta posibilidad ha permitido que, históricamente, estos escaños hayan sido cooptados por candidatos corruptos. Los dos elegidos en 2014 fueron apartados por órdenes judiciales. "Hemos hecho una reflexión y hemos comenzado un proceso para crear un partido único", explica Ariel Palacio, candidato por el Consejo Comunitario Yarmanguí.

Este joven líder afro de Tumaco, en el sur de Colombia, lidera con otros compañeros un movimiento que, dice, "no puede resolver un problema de 200 años en una elección". Se refiere a una comunidad marcada por la desigualdad. Una consulta a los datos que maneja el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística) sobre las zonas más pobres de Colombia arroja una triste coincidencia: allá donde viven indígenas y afros los índices se acentúan. En el departamento de Chocó, en la costa Pacífico, territorio negro, la pobreza alcanza al 62% de la población, según cifras de 2015.

A la deuda histórica del Estado con estas comunidades, se une la variedad de identidades que se desprenden de la herencia africana y su posterior mestizaje. El autorreconocimiento y los procesos de identidad se convierten en un obstáculo para conseguir unidad ante algunas demandas del Estado. Un negro puede ser un afro, un palenquero, un raizal o un costeño. ¿Quién se erige en representante único de una comunidad tan diversa? En demasiadas elecciones, aquellos que han usado la política para intereses personales.

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Sobre la firma

Ana Marcos
Redactora de Cultura. Forma parte del equipo de investigación de abusos en el cine. Ha sido corresponsal en Colombia y ha seguido los pasos de Unidas Podemos en la sección de Nacional, además de participar en la fundación de Verne. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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