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La policía abre el cuarto caso de corrupción que implica a Netanyahu

Excolaboradores del primer ministro israelí son investigados por tráfico de influencias en favor del mayor grupo de telecomunicaciones del país

Juan Carlos Sanz
Manifestación contra la corrupción en Israel, el viernes en Tel Aviv.
Manifestación contra la corrupción en Israel, el viernes en Tel Aviv.JACK GUEZ (AFP)

Los casos de corrupción que implican o salpican a Benjamín Netanyahu se cuentan de mil en mil. Tras la acusación presentada la semana pasada por la policía al fiscal general de Israel —por el caso 1.000 (supuestos sobornos) y el caso 2.000 (presunto tráfico de influencia)—, llega ahora el caso 4.000. La brigada anticorrupción investiga si el grupo Bezeq, el gigante israelí audiovisual, de Internet y de las telecomunicaciones, recibió información privilegiada del Ministerio de Comunicaciones (dirigido directamente por el primer ministro hasta 2017) a cambio de dar al mandatario un trato de favor en sus medios. ¿Y el caso 3.000? Por el momento, la policía ya ha interrogado a un antiguo asesor y emisario del jefe de Gobierno y a su abogado personal por el supuesto cobro de comisiones ilegales en la adjudicación de submarinos alemanes para la Armada de Israel.

Mientras Netanyahu protagonizaba el domingo un nuevo golpe de efecto internacional en la conferencia de seguridad de Múnich, exhibiendo un pedazo del dron iraní interceptado la semana anterior en el norte de Israel, agentes de la brigada antifraude practicaban una redada en el Ministerio de Comunicaciones y en la sede de Bezeq. Altos cargos de la compañía fueron detenidos para ser interrogados, así como el ex director general de Comunicaciones, Shlomo Filber, mano derecha del primer ministro en el departamento, y otros dos funcionarios.

La policía hizo público un comunicado en el que informaba de la unidad Lahav 433 (anticorrupción) había abierto una investigación junto con la Autoridad del Mercado de Valores. El caso 4.000 es similar al caso 2.000, en el que los agentes recomendaron la fiscalía imputar a Netanyahu por fraude, cohecho y abuso de confianza. Está basado en las sospechosas conversaciones, grabadas por los investigadores, que mantuvo con Arnon Moses, editor del diario Yedioth Ahronoth, el de mayor circulación en Israel, para contar con una cobertura favorable a sus intereses en contrapartida a medidas legales que favorecían la circulación del rotativo.

“El caso 4.000 es el más consistente de todos los casos, el que tiene mayor potencial explosivo”, aseguró al desvelar el escándalo el informativo Hadasot del segundo canal de la televisión israelí. La investigación previa del regulador del mercado bursátil ha proporcionado a la policía cientos de documentos y correos electrónicos, así como declaraciones de sospechosos.

La investigación gira sobre tres ejes, según el diario Haaretz. El primero es la adquisición por Bezeq de la plataforma de televisión de pago Yes por 230 millones de euros. El segundo, la compra por parte de Yes de servicios de la compañía de satélites Space-Communications. El tercero, la supuesta filtración de documentos internos del Ministerio de Comunicación a Bezeq a través del director general Shlomo Filber, cuyo conocimiento conllevó ventajas económicas millonarias para la empresa. En contra de los informes de los técnicos del Ministerio, los otros dos funcionarios ahora interrogados promovieron presuntamente reformas regulatorias que facilitaron la adquisiciones de Bezeq —en particular a Yes—, su implantación en el sector de la telefonía fija, y una posición privilegiada como proveedor de servicios de Internet.

Netanyahu mantiene una antigua relación de amistad con Shaul Elovitch, accionista principal de Bezeq y dueño del popular portal informativo digital Walla. La policía israelí investiga si, como contrapartida por la información privilegiada que se le facilitó, Elovitch ordenó a los responsables de su medio que ofrecieran una cobertura favorable a los intereses del jefe del Ejecutivo. Walla se ha caracterizado —según Haaretz, que cita a un exdirector del portal— por publicar reportajes amables sobre las actividades de Sara Netanyahu, esposa del gobernante, quien suele ser noticia en el resto de los medios por las acusaciones de mal trato laboral que han planteado contra ella antiguos empleados de la residencia oficial del primer ministro.

En contra de lo que sucede en el caso 2.000, en el que el Netanyahu alega no haber estado al tanto de la intermediación de sus asesores legales en la adjudicación de los submarinos alemanes, muchos documentos investigados ahora por la policía llevan su firma como titular de la cartera de Comunicaciones.

La opinión pública israelí ha estado muy pendiente en los últimos meses del denominado caso 1.000, ya que cuenta con el morboso atractivo de los sobornos lujosos. La policía sostiene que Netanyahu y sus familiares recibieron entre 2007 y 2016 regalos —puros habanos Cohiba, champán francés o joyas— de manos del magnate israelí basado en Hollywood Arnon Milchan —productor de películas como Pretty Woman o L. A. Confidential—, quien pudo recibir varios millones de dólares en beneficios fiscales. El multimillonario australiano James Packer también ofreció presentes a los Netanyahu.

Este escándalo parece de relativamente limitada cuantía (los investigadores evalúan en 230.000 euros el valor de los regalos), y en el caso 2.000 hay demasiadas lagunas (la policía no ha podido probar que Netanyahu cerrara el trato con el editor de Yedioth Ahronot). Las presuntas ventajas millonarias obtenidas por Bezeq gracias al tráfico de influencias, y la sospecha de amaño en la adjudicación y tráfico de comisiones ilegales en la compra por mil millones de euros de tres submarinos a los astilleros ThyssenKrupp contienen, sin embargo, “potencial explosivo” para el futuro político de Benjamín Netanyahu, quien se veía en la cumbre después de haber ostentado 12 años el poder en Israel.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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