La ola de rechazo al indulto a Fujimori aísla a Kuczynski
Protestas masivas en Lima y otras ocho ciudades reclaman la renuncia de PPK
Pedro Pablo Kuczynski concedió el indulto a Alberto Fujimori para apagar un incendio, pero ha provocado otro mayor. El autócrata divulgó un vídeo en el que agradecía la gracia presidencial y, desde la cama de una clínica, pero con buen tono, pedía perdón por haber “defraudado” a algunos peruanos pero sin admitir delitos. Kuczynski, en un intento de frenar la ola de rechazo por todo el país que lo aísla y devora su capital político, pidió “pasar página”, pero la protesta crece y también la sangría dentro de su grupo político, indignado con la negociación del indulto a cambio de la supervivencia política del presidente.
Perú está viviendo las Navidades más intensas de los últimos años. Kuczynski llevaba meses pensando en la posibilidad de indultar a Fujimori, pero no se decidía. Algunos a su alrededor trataban de convencerle de que era la única manera de aplacar la furia del fujimorismo, que domina el Congreso con 71 diputados de 130 y le ha hecho la vida imposible al presidente, forzado a dejar caer hasta cinco ministros. Pero PPK dudaba por temor a la reacción popular. Parecía decidido hace un mes, pero no lo hizo. El momento elegido, solo tres días después de que 10 fujimoristas evitaran su destitución, y por tanto dentro de un pacto de salvación, ha sido tal vez el peor.
Tres parlamentarios muy conocidos de los 18 que apoyaban a PPK ya han dimitido, también lo ha hecho el ministro del Interior y los de Defensa y Cultura podrían hacerlo en breve. Artistas e intelectuales respetados piden su renuncia. Miles de personas salieron a la calle en Lima el martes y en las redes sociales se volvió tendencia #FueraPPK. Protestas similares se realizaron en Arequipa, Ayacucho, Cusco, Chiclayo, Huacho, Piura, Puno y Trujillo. El jueves 28, día en que Kuczynski y Keiko Fujimori están citados por la Fiscalía por el caso Odebrecht, hay convocadas más protestas masivas.
Los analistas peruanos creen que la situación queda totalmente abierta y la revuelta podría acabar forzando la salida de PPK, que ahora, en un giro inesperado, solo puede contar con el apoyo del fujimorismo que hace una semana quería echarlo. Pero esta tregua es temporal, ya que este grupo quiere recuperar cuanto antes el poder perdido. Y además ahora tiene en la calle a un político fuerte como Alberto Fujimori que podría hacerse con el liderazgo de su grupo, como temía su hija Keiko, que por eso prefería que no fuera indultado, lo que desató una guerra interna con su hermano Kenji. “El fujimorismo quiere volver, le va a dar poco tiempo a PPK, el necesario para ordenar sus filas. Por suerte Perú tiene la visita del Papa en enero, no creo que haya cambios antes, pero la situación a partir de ahora es muy inestable”, señala el analista Santiago Pedraglio.
Kuczynski, cada vez más aislado, porque llegó al poder gracias al antifujimorismo al que ahora ha traicionado, trató de calmar los ánimos con un mensaje a la nación. Pero fue casi peor, porque no habló de los delitos de Fujimori ni lanzó un mensaje a sus víctimas, se limitó a calificarlos de “errores” y alabó su política económica. “Se trata de la salud y las posibilidades de vida de un expresidente que habiendo cometido excesos y errores graves fue sentenciado y ha cumplido ya doce años de condena. A todos nos es evidente que su Gobierno —que heredó al inicio de la década de los años 90 un país sumido en la crisis violenta y caótica— incurrió en transgresiones significativas a la ley, al respeto por la democracia y a los derechos humanos, pero su gobierno contribuyó al progreso nacional. Quienes nos sentimos demócratas no debemos permitir que Fujimori muera en la prisión. La justicia no es venganza”, aseguró este exbanquero de inversión metido a político.
PPK y Fujimori tuvieron discursos similares de llamada a la reconciliación, lo que indignó aún más a las víctimas y los miles de manifestantes. “No puedo dejar de expresar mi profunda gratitud por el paso complejo que ha tomado el presidente y que me compromete en esta nueva etapa que se abre en mi vida, para apoyar decididamente el llamado a la reconciliación. Soy consciente de que los resultados de mi gobierno de una parte fueron bien recibidos, pero reconozco por otro lado que he defraudado a otros compatriotas, les pido perdón de todo corazón”, dijo Fujimori desde su cama. Ambos tienen 79 años y trataban de dar la imagen de que se está liberando a un enfermo. Pero en su grupo ya tienen claro que Fujimori no vuelve a descansar, sino a ser el jefe.
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