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Argentina se convierte en el primer país sudamericano que preside el G-20

Macri califica de “histórico” el traspaso y promete colocar a su país en la primera línea mundial

Carlos E. Cué
Mauricio Macri habla en Buenos Aires durante la inauguración de la presidencia temporal de Argentina en el G-20.
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Mauricio Macri no es responsable de haber logrado la presidencia del G-20 para su país. Es algo que se decidió hace años y de forma rotatoria. Pero le ha tocado a él ese momento único para la política exterior de una nación como Argentina, y piensa aprovecharlo a fondo. El presidente organizó un gran acto para celebrar el inicio del mandato argentino, que concluirá en una cumbre de presidentes en noviembre de 2018, calificó de “histórico” el momento en el que Argentina se convierte en el primer país sudamericano en presidir este organismo clave y prometió utilizarlo para colocar a su país en el primer nivel mundial y para poner en foco del planeta en Latinoamérica. "Queremos ser la expresión de toda una región, no solo de nuestro país, vamos a poner en el centro del G-20 esta región en desarrollo", aseguró.

La presidencia del G-20 es un gran regalo para Macri, un presidente que ha logrado un gran apoyo internacional a su política económica mucho más ortodoxa que la que protagonizó Cristina Fernández de Kirchner en sus últimos años. Kirchner cambió por completo el eje tradicional de la política exterior argentina y se colocó en otro plano, enfrentado a EEUU y los grandes países de la Unión Europea y más cercano a Rusia y China.

El giro de Macri fue tan radical que casi desde que asumió empezó a recibir visitas de líderes internacionales que no habían pisado nunca estas tierras mientras estaban los Kirchner, como la canciller alemana Angela Merkel, el presidente de EEUU Barack Obama, o el entonces presidente francés, François Hollande. Durante un tiempo incluso parecía que Macri tenía más apoyo fuera de su país que dentro, aunque las últimas elecciones legislativas han confirmado que cuenta con un respaldo muy importante de los argentinos.

Macri vive un momento político muy dulce, con la oposición peronista descolocada y dividida por su derrota en esas elecciones, y de hecho acaba de lograr aprobar el primer paso de una reforma de pensiones y otra fiscal con los votos de varios peronistas, que han decidido ayudarle. Con ello se alejan de Cristina Fernández de Kirchner, que acaba de jurar su cargo de senadora y pretende convertirse en la jefa de la oposición más dura a Macri.

En este contexto de fortaleza política interna, el G-20 es una oportunidad para dar un salto hacia el liderazgo regional que Macri podría ocupar por la potencia de su país y por su apoyo popular, pero que nunca ha querido ejercer por su particular forma de hacer política, poco interesada en las grandes cumbres regionales –ha faltado a varias- y los grandes discursos –suele hablar unos minutos sin grandes titulares-. El G-20 sin embargo le coloca en otra posición. Macri parecía eufórico ante esta idea de que los grandes países del mundo vengan a Argentina, una nación con una larga historia pero ajeno a las corrientes centrales durante los últimos años por su posición geográfica, por sus sucesivas crisis y dictaduras, y en la etapa de los Kirchner por su cambio de aliados.

“Hoy damos comienzo a un periodo que servirá para contarle al mundo sobre la Argentina y la Argentina sobre el mundo. Vamos a liderar el G-20 con el espíritu de ser un mediador de buena fe. Solo será un éxito si trabajamos todos juntos. Tal vez será un antes y un después en la historia de nuestro país”, clamó el presidente ante miembros del Gobierno, embajadores y representantes de las provincias en el Centro Cultural Kirchner, un coloso que en su nombre aún recuerda cada día la enorme impronta política que dejaron casi 13 años de Gobierno del matrimonio presidencial. "Vamos a mostrar que podemos sumarnos a una conversación global sin alzar la voz, pero tampoco para seguir pasivamente los intereses de otros", dijo Macri en una clara referencia a su antecesora. Casi todo en él es una especie de negativo de lo que hizo ella.

Macri reivindica que el mundo ahora confía en Argentina, y eso va a quedar claro en las múltiples reuniones del G-20. "Vamos a poner al país en un lugar relevante en el mundo. El mundo nos tiene confianza porque estamos en el camino correcto". El Gobierno organizará 50 reuniones en nueve ciudades del país. Algunas ya empiezan este mismo fin de semana en el paraíso de Bariloche, aunque la cumbre de presidentes será en Buenos Aires. Hasta 20.000 personas viajarán a Argentina para distintas reuniones.

El G-20 de este año tendrá como lema "construyendo consenso para un desarrollo equitativo y sostenible". Macri insistió en que se centrará en tres ejes: El futuro del trabajo, infraestructura del desarrollo y un futuro alimentario sostenible. Tres temas en los que Argentina tiene mucho que decir, con una reforma laboral muy polémica en marcha, un gran plan de infraestructuras que está empujando de una economía que aún no termina de recuperarse y un campo fértil y muy rentable gracias a la tecnología que produce alimentos para 400 millones de personas. 2018 parece así el año de Argentina y de Macri. La economía es la única que puede darle algún disgusto importante –la inflación sigue lejos de estar controlada, por ejemplo- porque la parte política parece más que encauzada.

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