Trump arremete desde Corea del Sur contra el “culto militar” del Norte
El presidente de EE UU dirige un discurso a la Asamblea Nacional surcoreana
No hubo insultos, ni burlas. Ninguna alusión al “hombre cohete” ni bravuconadas acerca de reducir a Corea del Norte a meras cenizas. Pero, desprovisto de la pirotecnia verbal de alocuciones pasadas, el discurso del presidente de EEUU, Donald Trump, en la Asamblea Nacional de Corea del Sur fue tanto o más demoledor contra Kim Jong-un y su régimen; y su mensaje subyacente, tanto más amenazador.
“No nos subestimen y no nos pongan a prueba. Defenderemos nuestra seguridad común, nuestra prosperidad compartida y nuestra sagrada libertad”, declaró Trump en la segunda etapa de su gira por Asia, ante la atenta mirada de los parlamentarios surcoreanos y el cuerpo diplomático en Seúl. “Estados Unidos no busca un conflicto, pero nunca lo rehuirá”, sostuvo. “No permitiremos que las ciudades estadounidenses se vean amenazadas con la destrucción”.
Quizá por la cercanía física del régimen norcoreano, a pocas decenas de kilómetros. Quizá por deferencia a su anfitrión, el presidente surcoreano, Moon Jae-in, partidario de una posición menos antagónica con Pyongyang, y un aliado al que ha criticado en ocasiones. O, simplemente, quizá por mero cálculo político, con la esperanza de atraerse más apoyos internacionales, especialmente de China y Rusia. El hecho es que durante su estancia en Seúl, Trump ha mantenido un tono más comedido -más presidencial- hacia el régimen de Kim Jong-un y su programa de armamento nuclear, sin dejar de ser crítico.
Y vaya si fue crítico. A lo largo de 40 minutos, y leyendo un texto que editó personalmente y en el que introdujo cambios hasta el último minuto, repasó la historia de la península coreana de la posguerra y las peores violaciones de los derechos humanos bajo la dinastía Kim. Un régimen basado en “una oscura fantasía”, un “culto militar”, un lugar donde la vida cotidiana es “un horror”.
Describiendo un panorama en blanco y negro -mucho más negro que blanco, y sin ningún matiz-, se refirió a la hambruna de los años noventa; a la malnutrición que aún persiste; a los casos de presos políticos condenados a trabajos forzados. A los millones de dólares dedicados a estatuas grandiosas y a alentar el culto a la personalidad de un “régimen retorcido”.
Corea del Norte “no es el paraíso que imaginó su abuelo [fundador del régimen]”, sostuvo, dirigiéndose personalmente al actual líder, Kim Jong-un. Es, por el contrario, “un infierno que no merece nadie”.
Kim Jong-un busca desarrollar un programa nuclear creyendo que así garantiza su supervivencia, pero “las armas no le están protegiendo, sino que están poniendo en peligro a su régimen”, declaró, de nuevo en alusión directa al líder norcoreano.
“El mundo no puede tolerar la amenaza de un régimen deshonesto que nos amenaza con la devastación nuclear”, destacó. Estados Unidos, aseguró, está modernizando su armamento. Ahora mismo mantiene en el Pacífico tres portaaviones, con su grupo de escolta completo y armados a plena capacidad. “Quiero la paz mediante la fortaleza”, ha sostenido.
Otros países deben sumarse a esta presión. El inquilino de la Casa Blanca lanzó un llamamiento a la comunidad internacional, especialmente China y Rusia, a acatar las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU y aumentar la presión contra Pyongyang para persuadir a ese régimen de que desista de su programa nuclear. Reclamó, entre otras cosas, rebajar las relaciones diplomáticas y poner fin a cualquier tipo de relación comercial con Corea del Norte.
Precisamente, este será uno de los hilos conductores de las conversaciones que mantendrá este jueves en Pekín con el presidente chino, Xi Jinping, y que se prevén entre las más difíciles de su gira por Asia. Aunque Trump ha ensalzado públicamente la colaboración de China, aspira a que este país, el principal sostén de Corea del Norte, haga aún más. La Casa Blanca recuerda que, aunque Pekín ha ordenado el cierre de las empresas norcoreanas en su territorio, aún continúa habiendo comercio entre los dos lados de la frontera.
“Cuanto más esperemos, mayor será el peligro y más se reducirán nuestras opciones”, indicó. “A aquellas naciones que hagan caso omiso de la amenaza: el peso de esta crisis recaerá sobre ustedes”.
Pero si el líder supremo norcoreano renuncia al programa nuclear, sostuvo, ese país tendrá la oportunidad de “un futuro más brillante”. Para ello, declaró, deberá “acabar con la agresión”, detener el desarrollo de sus misiles balísticos y proceder a la desnuclearización de manera “completa y verificable”. Únicamente, insistió, Estados Unidos abordará la posibilidad de una perspectiva de prosperidad y paz si Corea del Norte “pone fin a sus amenazas”.
Antes de dirigirse a la Asamblea Nacional surcoreana, Trump había intentado desplazarse en helicóptero a la zona desmilitarizada (DMZ) que separa las dos Coreas, aunque tuvo que desistir cuando ya se encontraba en las cercanías por la mala visibilidad. Pese a que el presidente tenía un interés personal en llegar, y su helicóptero permaneció a la espera por si las condiciones mejoraban, la espesa niebla no se despejó a tiempo. En la DMZ le esperó inútilmente el presidente Moon, que sí había conseguido llegar en coche.
Días antes, la Casa Blanca, que mantuvo en el mayor de los secretos los planes de viaje, había asegurado que el presidente estadounidense no se acercaría a la zona porque visitarla se había convertido en una suerte de “cliché”.
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