De rodillas, por favor (El Miedo, Tumaco)
La tal descertificación es una patraña: una manera muy gringa de obligar a Colombia a seguir enfrascada en la rentable “guerra contra las drogas”
Es un chiste macabro por donde se mire. El frívolo Donald Trump ha firmado, como desperezándose, un informe anual en el que su Gobierno confiesa que consideró “muy seriamente” descertificar a Colombia por bajar la guardia en la lucha contra las drogas, pero que no lo hizo, que no se ha decidido a ser un Dios que da la espalda, porque reconoce el trabajo de las fuerzas armadas colombianas. Podría decirse que Estados Unidos ha amenazado con devolver la relación entre los dos países a su peor momento, a 1998, si las autoridades colombianas no logran controlar el incremento de los cultivos ilícitos. Pero habría que contar –para no perder de vista que la política tiende a ser una farsa de los negocios– que también la semana pasada Trump negó el cambio climático con la frase “hemos tenido peores tormentas” e insistió en que hay que culpar a “ambos lados” por el racismo de Charlottesville: a los victimarios y a las víctimas.
La tal descertificación es una patraña: una manera muy gringa de obligar a Colombia, que ha estado prefiriendo la estrategia de la paz, a seguir enfrascada en aquella rentable “guerra contra las drogas” que empezó en 1971. Es obvio que los Gobiernos legalizarían el negocio que ha distorsionado a Colombia, desde la producción hasta el consumo, si quisieran acabar la corrupción, derrotar a los narcos, controlar ese mercado, recibir esos impuestos, desmontar esa violencia, resolver ese infierno social. Quizás algunos legalizarían si Estados Unidos les permitiera salirse de aquel juego perverso que se juega de rodillas. Y, sin embargo, desde la cínica e inescrupulosa derecha colombiana, que hace ver gobiernista a cualquiera, se ha estado celebrando –como una reivindicación de nuestro fiasco– la amenaza traicionera del Gobierno de Trump.
El ultimátum gringo no es un llamado a proteger a los líderes sociales que están matando día por día, ni es una crítica leal a la implementación de los acuerdos de paz y a la política de erradicación manual de cultivos, ni es una revisión de los fracasos conjuntos en aquella política siniestra, ni mucho menos es el reconocimiento de que Estados Unidos debería ser descertificado por millones de víctimas por ser la causa de aquel negocio redondo. Es un humillante respaldo al rumor –propagado por nuestra derecha trapera– de que, por castrochavista o por ingenuo, el Gobierno colombiano se ha vuelto cómplice de las bandas de la droga: traducida del inglés de Trump, que es de pocas palabras, la irrespetuosa advertencia quiere decir “si no vuelven a la violenta aspersión aérea, si no libran esa guerra sin fin a nuestro modo, los llamaremos Venezuela”.
Sí, “político oportunista” es una redundancia, pero es increíble ver a tantos políticos criollos celebrando, como coronando un embarque, la amenaza gringa; insistiendo, alevosos, en que lo serio aquí es ponerse de rodillas: el portal humorístico Actualidad Panamericana lo resumió de la mejor forma cuando tuiteó: “Centro Democrático invita a cadena de oración esta noche para pedir por descertificación de Colombia”. Qué complejo de inferioridad el de estos políticos. Qué mezquindad y qué ganas de seguir peor. Y mientras tanto en el corregimiento de El Miedo, en Tumaco, los soldados colombianos ya han erradicado 8.000 de las 32.000 hectáreas que se han erradicado este año en el país. Y algunas comunidades en el Catatumbo, en Norte de Santander, amenazan con bloquear las vías si la policía entra a exterminar sus cultivos. Y un campesino me cuenta, aquí en Bogotá, que cuando joven cultivó coca “porque la pagan mucho mejor que todo” y que cree que Dios va a cobrárselo caro.
Pero para qué quitarles el tiempo con problemas sociales a estos políticos agringados.
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