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Siete días horribles de Isabel II

Ralf-Finn Hestoft (Corbys via Getty Images)

Diana de Gales murió un 31 de agosto de 1997. En vida le había lanzado un enorme órdago a la corona británica. No se calló al sentirse humillada por su marido y pidió el divorcio, que logró en 1996. Y si viva y libre Lady Di fue ya incomoda para su familia política, muerta iba resquebrajar los cimientos de la monarquía. Diana obligó a toda una reina de Inglaterra a mostrar sus sentimientos y enfrentarse a la creciente ira de sus súbditos, que por un breve instante quisieron verla abdicar. Este es el recuento de aquellos siete días de 1997 a través de los ojos de los corresponsales y enviados especiales de EL PAÍS, que contaron todos los detalles de una semana agónica para Isabel II. 

01/09/97: No habrá funeral de Estado

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Dos días después de la muerte de Lady Di, la casa de Windsor y el Gobierno de Tony Blair deciden que se la enterrará con solemnidad, pero sin pompa. Misa en la abadía de Westminster y entierro privado. No habrá ni funeral de Estado -el que recibió Winston Churchill- ni funeral real.

Pero si bien Diana ya no era reconocida como "su alteza real" y el antagonismo entre ella y los Windsor abrió una brecha irreparable, la divorciada princesa de Gales seguía siendo, como madre de Guillermo, el heredero de la corona, una figura emblemática de primer orden.

La Reina permitió sólo una anomalía: al repatriar el ataúd de París, iba cubierto con el estandarte real, algo reservado solo para la corona y sus familiares directos. Sin embargo, los ramos se amontonan a las puertas del palacio de Kensington, donde vivía Diana tras su divorcio. El pueblo no olvida.

Lee aquí la crónica de Juan Carlos Gumucio en Londres el 2 de septiembre de 1997.

03/09/97: Ira popular

La discreta ceremonia no podrá serlo. Las muestras de indignación popular llevan a la Reina a ampliar el recorrido del cortejo fúnebre para que pueda verlo más gente desde la capilla de St. James a la abadía de Westminster. "Estamos complacidos por estos nuevos arreglos", declaró un portavoz del Gobierno de Tony Blair, que, según fuentes políticas, realizó intensas gestiones para vencer la renuencia de Buckingham a modificar el plan original.

Pero la Reina aún tiene reservas. Palacio se abstenía hasta la noche previa de confirmar si la reina Isabel asistiría a la ceremonia de Westminster. El diario popular The Sun criticó a la Familia Real exhortándola a que demuestre "dónde está el corazón de los Windsor". "No ha salido una sola palabra de los labios reales, no se ha derramado una sola lágrima en público... Es como si nadie en la Familia Real tuviera alma".

También se debatía si Elton John, amigo de Diana a quien la princesa consoló cuando lloró durante el funeral de Gianni Versace, debería o no entonar un himno en el funeral. De hecho, la corona ni siquiera sabe si permitirá a los dos hijos de Diana acompañar al féretro.

La Reina sigue de vacaciones en el castillo escocés de Balmoral.

Lee aquí la crónica de Juan Carlos Gumucio en Londres el 4 de septiembre de 1997.

04/09/97: Poca emoción real

Finalmente, la familia real decide mostrar emoción. Primero: Andrés, duque de York, y el Príncipe Eduardo visitan el lugar donde los británicos han depositado miles de flores en señal de dolor en Londres y la multitud les increpa. Segundo: la Reina acude a una pequeña ceremonia religiosa en Escocia con su marido Felipe, su hijo Carlos y sus dos nietos. Tercero: la Reina cancela, por fin, sus vacaciones y se dirige a Londres.

De camino, Isabel II acepta que haya famosos en el funeral y que Elton John cante su éxito Candle in the wind, que compuso para Marilyn Monroe y que adapta ahora para Diana despidiéndola como "la rosa de Inglaterra".

Sin embargo: hasta la fecha, la Casa Real sólo ha emitido dos comunicados expresando dolor pero sin mencionar a Diana. Y la bandera no ondea a media asta en Buckingham, algo que molesta a los londinenses.

Lee aquí la crónica sobre Isabel II de Juan Carlos Gumucio.

Lee aquí la crónica sobre Elton John

05/09/97: "La reina daba pena"

Finalmente, Isabel II se dirige a la nación en un discurso televisado que se recordará siempre. En un mensaje personal de tres minutos, el primero en directo de su vida, elogió reiteradamente a Diana, mencionándola al fin por su nombre de pila. La soberana describió a la Princesa de Gales como "un ser humano excepcional" al que, dijo, "admiré y respeté por su energía, aliento y, sobre todo por su devoción a sus hijos". 

Otro elemento que dio carácter extraordinario a su mensaje fue el hecho de que jamás había empleado expresiones tan personales como aquella admisión de que hablaba a sus súbditos no sólo como reina sino también como abuela y que lo hacía "de corazón". Eligió, para mayor efecto, un trasfondo espectacular. De espaldas a un ventanal abierto se podía ver a la multitud de dolientes que ayer continuaban colocando ramos de flores, tarjetas, globos y animales de peluche a las puertas de la residencia real. 

Poco antes, vestida íntegramente de negro y acompañada de su marido, el Príncipe Felipe, había salido brevemente de Buckingham para inspeccionar el mar de flores a las puertas de su residencia. Luego se aproximó a la multitud y con expresión triste y serena aceptó algunos ramos de flores que entregaba luego a sus secretarios.

Kay Foulger, un ama de casa de Cumbernauld (Escocia), le dijo: "Majestad, es usted muy valiente de venir a vernos. Se lo agradecemos". Foulger declaró más tarde: "La reina estaba al borde de las lágrimas. Sus ojos estaban enrojecidos". "La reina daba pena", comentó por su parte Joan Walker, otra señora de 65 años que le extendió la mano a Isabel II.

La bandera de Buckinkgham, finalmente, sí ondearía a media asta. Isabel ordenó que el estandarte real del palacio de Buckingham fuera temporalmente reemplazado por la bandera británica y que fuera arriado hasta medio mástil.

Lee la crónica sobre el estandarte de Buckingham.

Lee la crónica original sobre el discurso de la Reina. 

06/09/97: La corona se rinde ante Diana

En principio, se pensaba que 100.000 personas acompañarían a Diana en su último viaje. Al final fueron dos millones. Sus hijos y su exmarido acompañaron el féretro hasta la abadía de Westminster. Allí, 2.000 invitados presididos por la reina Isabel II escucharon una diatriba contra la prensa a cargo del conde Spencer, hermano de Diana, palabras emocionadas del primer ministro Tony Blair y el triste estreno del Candle in the wind de Elton John. Sentados en primera fila, el príncipe Carlos, exmarido de Diana, y sus dos hijos, Guillermo, de 15 años, y Enrique de 12, fueron los primeros en depositar lirios blancos al pie del catafalco azul sobre el que descansaba el ataúd cubierto con el estandarte de la realeza.

Más significativo fue un posterior gesto que dejó atónitos a muchos: la reina Isabel, en un gesto sin precedente en la historia de la corona, inclinó levemente la cabeza en señal de respeto hacia su controvertida exnuera.
La variedad de la concurrencia a la ceremonia en Westminster reflejó gráficamente la amplia gama le intereses de la princesa. Artistas como Luciano Pavarotti y George Michael se codearon con personalidades como Hilary Clinton. Políticos como Blair se sentaron a metros de excompañeras de estudio de Diana. Pero ni siquiera sus más íntimos allegados pudieron acompañarla hasta la tumba. Los Spencer insistieron en un entierro privado y reservado al círculo más cercano de la familia.

Lee la crónica sobre el funeral.

Lee aquí la crónica sobre la canción de Elton John.

Por Lola Galán (2007)
Por Lola Galán (2007)
Por Manuel Rivas (1997)
Por Manuel Rivas (1997)

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