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Mauritania se juega la bandera

Crecen las protestas contra el referéndum constitucional convocado por el presidente Abdel Aziz, entre sospechas de la oposición de que quiere perpetuarse en el poder

José Naranjo
Partidarios del presidente Abdel Aziz se manifiestan en favor del referéndum constitucional en la capital del país, Nuakchot.
Partidarios del presidente Abdel Aziz se manifiestan en favor del referéndum constitucional en la capital del país, Nuakchot.AFP

“¡Aziz, lárgate!”. Son las cinco y media de la tarde. Un grupo de manifestantes corea esta consigna en un cruce de la Avenida Kennedy de Nuakchot mientras ondea banderas mauritanas. Enfrente, una veintena de policías les empuja. En el barrio de Arafat la cosa pasa a mayores: los agentes usan gases lacrimógenos y Biram Dah Abeid, conocido líder antiesclavista, resulta herido. El miércoles, miles de mujeres organizaron una gran marcha y lograron bloquear durante horas buena parte de la ciudad. El lunes fueron las asociaciones de jóvenes. Las inéditas protestas contra el régimen suben de tono a pocas horas del referéndum constitucional promovido por el presidente Mohamed Ould Abdel Aziz para cambiar la bandera y suprimir el Senado. Buena parte de la oposición lo considera ilegal.

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El edificio que alberga la Cámara alta se encuentra desde hace días rodeado por las fuerzas de seguridad que impiden el acceso a los propios parlamentarios. En su interior se atrincheraron 33 senadores de los que quedan 11 en señal de protesta. Un grupo de diputados ha expresado su solidaridad con sus compañeros. Este miércoles, la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas expresaba su preocupación por la violencia ejercida por la policía en las manifestaciones casi diarias desde el 21 de julio. “En numerosos casos, dirigentes de la oposición habrían sido golpeados y algunos de ellos detenidos”, aseguraba la portavoz de dicha oficina, Ravina Shamdasani.

El presidente Ould Abdel Aziz está empeñado en sacar adelante una polémica reforma constitucional que pretende la supresión del Senado y su sustitución por consejos regionales, cambios en la bandera (introducción de dos bandas rojas, arriba y abajo, con las que el presidente quiere representar la sangres de los mártires de la nación) y en el himno del país La consulta pretende además concentrar tres instituciones en una: el Alto Tribunal de Justicia, el mediador de la República y el Alto Consejo Islámico. Sin embargo, se enfrenta al rechazo de la oposición, que habla incluso de “golpe de Estado”, de buena parte de la ciudadanía y, lo que es más significativo, de un sector de la mayoría presidencial.

El conflicto se desencadenó el pasado 17 de marzo, cuando la reforma fue rechazada en el Senado. Este órgano está controlado por el partido del presidente, la Unión para la República (UPR), y sus aliados, pero 33 de 56 parlamentarios votaron no, entre ellos 22 de la mayoría a los que el presidente considera “traidores”. Visiblemente molesto, Abdel Aziz decidió entonces ignorar el título 11 de la Constitución, que establece la vía parlamentaria para toda modificación de la Carta Magna, y acudir a un referéndum popular, potestad que le otorga el artículo 38 para asuntos de gran relevancia. Al mismo tiempo, iniciaba una feroz campaña para desacreditar a los senadores que rechazaron la reforma.

Sin embargo, hay otras razones para tanto revuelo. La oposición y los movimientos sociales mauritanos temen que tras esta reforma subyacen las verdaderas intenciones del presidente Ould Abdel Aziz de presentarse para un tercer mandato en 2019, algo prohibido en la Constitución que establece un límite de dos. De hecho, durante la campaña del referéndum, su primer ministro y otros colaboradores ya lo han expresado sin ambigüedad. “Si es capaz de hacer un referéndum para cargarse el Senado por la vía del artículo 38, también lo será para retirar el límite de mandatos”, asegura un periodista local, “está sentando un precedente. Y el resultado de la consulta ya lo sabemos, en África siempre ganan quienes las organizan”.

Las calles de Nuakchot están inundadas de carteles y pancartas a favor del “sí” en el referéndum de este sábado y con la imagen de Abdel Aziz. “Es omnipresente, controla todo y ha puesto todos los resortes del Estado a su servicio”, asegura la activista de Derechos Humanos Aminetou Mint El Moctar, “por eso la oposición se ha dado cuenta de que sólo con el combate ciudadano podrán desalojarlo del sillón presidencial”. Este jueves, el presidente dio un mitin en el antiguo aeropuerto de la capital al que acudieron miles de personas. No hay duda de que sigue contando con grandes apoyos.

El general Ould Abdel Aziz llegó al poder tras liderar un golpe de Estado en agosto de 2008 que frustraba la primera experiencia democrática que había conocido Mauritania. Tras ganar las elecciones en 2009 y 2014 se enfrenta ahora a las primeras movilizaciones políticas de cierto calado que rechazan su régimen. La caída de los precios de las materias primas en el mercado internacional, sobre todo el mineral de hierro, su principal producto de exportación, y un nivel de endeudamiento del 80% de su PIB han puesto a Mauritania contra las cuerdas en los últimos años, lo que se ha traducido en un crecimiento de la miseria y el malestar social. Un informe de la ONU publicado el pasado mes de junio alertaba de que tres cuartas partes de la población del país viven en la pobreza.

Uno de los grandes desafíos es la superación de las desigualdades étnicas, pues si bien la población blanca de origen árabe es minoría son ellos quienes controlan todos los resortes del poder político y económico. “Es un apartheid no escrito contra moros negros y negroafricanos”, denuncia Biram Dah Abeid, descendiente de esclavos y líder de la Iniciativa para el Renacimiento del Abolicionismo (IRA), quien este jueves tuvo que ser ingresado en el hospital a causa de heridas leves provocadas por los gases lacrimógenos durante una manifestación en Arafat.

El activo papel de Mauritania en la lucha contra la inmigración clandestina rumbo a Europa a finales de la década pasada y su colaboración con EE UU y Francia en el combate contra el terrorismo yihadista apuntalan un régimen que da muestras de agotamiento y que vuelca buena parte de sus esperanzas en el descubrimiento de grandes yacimientos de gas y petróleo off shore cerca de la frontera con Senegal, así como en mantener a buen ritmo su producción de oro y pescado.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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