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Plantando juntos un olivo por la paz con la ONG del Papa

La fundación educativa Scholas, inspirada por el Pontífice, reúne en Jerusalén a jóvenes cristianos, judíos y musulmanes

Una de las voluntarias españolas en la ONG pinta el "caos" en la primera jornada.
Una de las voluntarias españolas en la ONG pinta el "caos" en la primera jornada.L. B

Loreto tiñe un lienzo con trazos abstractos de color rojo. Es estudiante, madrileña y participa en Jerusalén en unas jornadas de la fundación pontificia Scholas Ocurrentes, en la que jóvenes cristianos, judíos y musulmanes procedentes de todo el mundo trabajan por construir la paz. Su pintura bien podría reflejar el caos —descrito durante la apertura del III Congreso Interreligioso por la estudiante mexicana Hanna—, que siente el ser humano al enfrentarse a lo desconocido y abandonar la confortable burbuja en la que vive.

Ambas invitan a “romper esquemas” y formar parte de la revolución educativa que a través de Scholas propone el papa Francisco. “Traer este proyecto a Jerusalén no es casual (...) Como dijo el Papa, la religión nos puede reunir y enseñar a crear lazos de amistad. Con la intuición de Scholas y la inteligencia e historia de la Universidad Hebrea, estoy convencido de que se producirán cambios muy importantes”, explica José María del Corral, presidente de la fundación pontificia.

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Reconoce que no todo en la andadura de Scholas ha sido un camino de rosas, a pesar de ser una fundación conocida popularmente como la ONG del Papa y que, en ocasiones, sus responsables se han encontrado con trabas. “Nunca por parte de los chavales, pero sí de los Gobiernos”, explica del Corral quien asegura que eso no les impedirá seguir tratando de “transformar los muros en puentes” y trabajar para que “el mundo académico se abra a las necesidades de los chicos”.

Vencer el miedo al caos de lo desconocido es el primer paso que proponen los organizadores de unas jornadas en las que durante cuatro días 70 académicos de 41 universidades y 75 jóvenes de España, México, Argentina, Congo, Kenia, Burundi, Brasil, Israel y Palestina pusieron en común sus experiencias y se empaparon de primera mano de los testimonios de quienes trabajan por la paz sobre el terreno. “Tenemos la mente tan cerrada, que no nos deja ver más allá de nosotros (...) Lo vemos también aquí, con la violencia entre israelíes y palestinos. Esta iniciativa nos ayuda a valorar más lo que tenemos”, asegura María, estudiante de bachillerato venida desde Palma de Mallorca junto con su hermana Elena.

Esta semana, todos ellos fueron testigos de cómo las aulas de la Universidad Hebrea se convirtieron en escenario de encuentro entre estudiantes quinceañeros palestinos —cristianos y musulmanes— del noreste de Jerusalén y jóvenes judíos israelíes con los que han trabajado codo con codo. “Hoy en día, con tanta información en Internet y en las redes sociales, uno no se puede excusar en que no sabe. El que no sabe, es porque no quiere saber”, dice tajante Vika, una de las estudiantes israelíes. “He visitado lugares de los que Israel expulsó a los palestinos cuando se creó nuestro Estado. Ahora he convivido con palestinos y puedo decir que me llegan más, porque veo que esa gente es real. Han sufrido como sufrimos nosotros cuando somos víctimas de un atentado. No podemos seguir eternamente odiándonos, hay que tratar de entender al otro y por eso estamos aquí”, continúa la joven de 17 años.

A su lado, la también israelí Tami, asiente. “Hay que trabajar por la paz. Pero no me refiero a la paz entre nuestro Gobiernos. Desde nuestra posición podemos trabajar por la paz entre la gente, entre israelíes y palestinos. Si tenemos paz en la calle, en nuestro día a día, tarde o temprano llegará la paz entre los políticos”, argumenta Tami.

Su análisis coincide con el de Tala, una estudiante palestina musulmana de Beit Hanina, en Jerusalén Este, que se queja del desconocimiento mutuo que existe entre israelíes y palestinos a pesar de estar tan cerca unos de otros. “Desde mi casa veo un asentamiento judío pero no hay ningún tipo de comunicación con quienes viven ahí. Estoy convencida de que si hiciéramos un esfuerzo las cosas cambiarían”, asegura.

Y algunos de esos cambios, ya se perciben en los jóvenes que participaron en las jornadas de convivencia. “Me he dado de bruces contra un muro. Antes pensaba de otra manera, los palestinos me daban miedo. Nunca me había relacionado con ninguno. Los veía con recelo pero ahora pienso de otra forma”, asegura Yosef. Es madrileño y estudia en el colegio judío de Madrid, Ibn Gabirol. Tiene familia en Israel y ya había visitado anteriormente en Jerusalén, pero es la primera vez que se relaciona con cristianos y musulmanes “del otro lado”, como dicen los chavales del Oeste para referirse al Este de la Ciudad Santa, ocupado por Israel desde hace 50 años.

Juntos plantaron este miércoles un olivo en el Instituto Truman de la Universidad Hebrea, como símbolo del futuro común de paz por el que aseguran que seguirán trabajando.

Varios de los voluntarios en el proyecto de la fundación pontificia Scholas Reccurentes en Jerusalén.
Varios de los voluntarios en el proyecto de la fundación pontificia Scholas Reccurentes en Jerusalén.L. B

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