Más de 2.000 personas despiden en Ohio al joven que Corea del Norte tuvo preso
El funeral de Otto Warmbier, celebrado en el instituto donde estudió, a las afueras de Cincinatti, se convierte en un homenaje a un estudiante brillante
No había poste o árbol en Wyoming, Ohio, que este jueves no llevara una cinta blanca junto a otra azul, los colores del instituto donde estudió Otto Warmbier, un centro volcado en el funeral multitudinario para despedir al joven de 22 años que en Navidad de 2015 hizo un viaje a Corea del Norte y volvió de ese hermético país la semana pasada en estado vegetativo. Su muerte, el pasado lunes, dejó tiritando a esta próspera comunidad de las afueras de Cincinnati, poco acostumbrada al trajín de las cámaras de televisión, sí a las reuniones vecinales. Más de 2.000 personas acudieron al adiós a Warmbier, un homenaje a quien fue un estudiante excepcional, un chico querido en el suburbio.
“No saben lo difícil que fue crecer detrás de alguien como él, alguien que lo hace todo bien”, dijo entre risas Austin, hermano menor de Otto, que pronunció un breve discurso durante la ceremonia, junto su otra hermana, Greta, y varios amigos. A Warmbier lo definen como alguien cercano a la perfección, inteligente, considerado, buen deportista y alegre, con una curiosa predilección por los jerséis algo estrafalarios y hambre de viajes y aventuras.
Una fotografía sonriente, con la vestimenta del fútbol y escoltado por sus padres, Fred y Cindy, se proyectaba en el escenario de la sala de actos del Wyoming High School, que se llenó por completo. Habilitaron la cafetería del centro educativo y otra sala enorme para poder seguir la ceremonia oficiada por un rabino, Jake Rubin, que conoció a Otto en la Universidad de Virginia, donde estudiaba Comercio. Tendría que haberse graduado este año, mientras estaba cautivo.
Warmbier se encontraba en China a finales de 2015 y decidió viajar con un grupo a Corea del Norte en Nochevieja a través de una agencia especializada en excursiones a esta férrea dictadura. Cuando se disponía a regresar el 2 de enero, fue detenido en el aeropuerto. Esto se conoció unos días después y en marzo fue condenado a 15 años de trabajos forzados por lo que el régimen calificó de “crímenes contra el Estado”. El delito que le atribuyeron fue el de tratar de robar un cartel de propaganda política en el hotel en el que se alojaba.
No se volvió a saber de él en Wyoming hasta que Fred, el padre, comunicó la semana pasada que su hijo al fin regresaría de ese castigo incomprensible, pero lo hacía en estado comatoso. Tenía lesiones cerebrales fruto de un paro cardiorrespiratorio del que se desconoce el origen, aunque llevaba así desde poco después del juicio.
Murió el lunes y el barrio se llenó de cintas blancas y azules. “Era uno de los tipos más auténticos que he conocido jamás”, dijo el rabino. El funeral atrajo también a gente de fuera de Ohio, que había viajado muchas millas para solidarizarse con la familia de quien veían como un héroe americano caído, pero apenas había políticos. Rob Portman, senador de Ohio, denunció las condiciones "espantosas" de la detención Otto. "Jamás debió ser arrestado”, lamentó.
El ataúd fue despedido y acompañado hasta el coche fúnebre con la música de gaita.
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